Reducir el déficit fiscal es una de las prioridades señaladas por el Gobierno. Sin embargo, dicho déficit no solo no ha logrado reducirse, sino que ha crecido con respecto a 2015. Cuando se habla del déficit fiscal se debe diferenciar entre el resultado primario y el resultado financiero. Mientras el primero no considera el pago de intereses de la deuda, el segundo sí lo hace.
Esta diferenciación es importante porque desde el 2016 se observa un cambio de composición en el déficit fiscal: considerando los valores acumulados hasta noviembre de cada año en 2015 el pago de intereses explicaba un 26 por ciento del déficit fiscal (financiero), mientras que en 2017 representaron un 41 por ciento de dicho déficit, según datos oficiales. Es importante marcar que estos valores no consideran a los entes autárquicos, como el BCRA. Si se considera a este organismo, el problema es todavía más grave por el fenomenal aumento de las Lebac, cuyo stock ya representa un 130 por ciento de la base monetaria.
En 2016 creció tanto el déficit primario como el financiero. El primero se vio especialmente afectado por la recesión. Al caer el nivel de actividad la recaudación se ve afectada, especialmente por la merma en el consumo interno y los impuestos que lo gravan, como el IVA. Pero además el Gobierno redujo una serie de impuestos, particularmente los más progresivos (retenciones a la minería, al sector agropecuario, bienes personales), agravando el problema. Por eso, pese a haber recortado el gasto en materia de subsidios (especialmente a la energía) y distintos programas sociales, el déficit primario del Gobierno Nacional pasó de 3,8 a 4,3 por ciento del PIB.
Para financiar este déficit se ha llevado adelante un fenomenal proceso de endeudamiento. Entre comienzos de 2016 y octubre de 2017 las emisiones realizadas por la administración nacional ascienden a 138.262 millones de dólares, según el Observatorio de la Deuda dependiente de la Fundación Germán Abdala. De ese total, el 78 por ciento corresponde a deuda en moneda extranjera contraída por la administración nacional, las provincias y el sector privado. A su vez de ese 78 por ciento de deuda en moneda extranjera (108.506 millones), el 80 por ciento corresponde al Estado Nacional. Vale aclarar que estos datos no consideran la toma de deuda por parte de los entes autárquicos, entre ellos el BCRA.
Si bien el ratio deuda/PIB continúa en niveles tolerables es evidente que este ritmo de endeudamiento es insostenible. En diciembre de 2015 dicho ratio era del 46 por ciento, mientras que a diciembre de 2017, tomando datos de consultoras privadas, el peso de la deuda en relación al PIB ya está cerca del 60 por ciento, con el agravante de que cualquier aumento del tipo de cambio podría hacer crecer automáticamente ese guarismo.
Este aumento en los niveles de deuda tiene un impacto sobre el resultado financiero del Gobierno. En 2016, el déficit financiero fue de 5,9 por ciento del PIB, contra 5,2 por ciento del año anterior. Esto se ve también al observar el peso creciente del pago de intereses en el gasto corriente: en 2015 explicaba el 4,3 por ciento, en 2016 explicó el 5,2 por ciento y en 2017 (hasta noviembre) los intereses de la deuda se llevaron un 9,3 por ciento del gasto corriente total, con picos de 16,1 por ciento en abril, 14,6 por ciento en junio y 13,8 por ciento en octubre. Pero estos datos no contemplan el déficit de las provincias, ni del BCRA. Si se los considera el déficit consolidado llega al 9,3 por ciento del PIB.
La reducción del déficit fiscal, entonces, se está viendo frustrada principalmente por el aumento en el pago de intereses. En 2017 el resultado primario fue de 3,9 por ciento del PIB. La recuperación de la recaudación tributaria y la reducción del gasto, especialmente en materia de subsidios, ha conseguido reducir el déficit primario en términos reales. Sin embargo el déficit financiero continúa creciendo producto del fenomenal aumento en los intereses de la deuda, que terminó en 6,1 por ciento del Producto. Los desembolsos destinados a enfrentar los vencimientos fueron el gasto que más aumentó el año pasado: 71 por ciento.
La situación en el frente externo no es más auspiciosa. El déficit comercial acumulado en los primeros once meses del año fue de 7656 millones de dólares, por lo que cerrará el año cerca de los 9000 millones de dólares, muy por encima del saldo negativo de 1800 millones de dólares proyectado en el presupuesto 2017. El déficit de cuenta corriente, por su parte, cerrará el 2017 cerca de los 26.000 millones de dólares.
El Gobierno parece entonces encontrarse en una encrucijada. Al no lograr reducir el déficit fiscal aumenta la deuda, pero ésta, a través de sus intereses, profundiza el rojo fiscal. Esta dinámica es explosiva. El Gobierno se empecina en reducir el déficit fiscal recortando gastos que perjudican a las clases populares y aumenta el gasto en el pago de intereses de una deuda que no para de crecer.
* Investigador del Cenes y miembro de Economistas de Base. @pgaite5