Desde Lima

El papa Francisco estuvo ayer en Buenos Aires. Pasó por sus calles en el Papamóvil, saludando a la gente que se aglomeraba para verlo. Los fieles esperaban que rompa el protocolo y pare, pero eso no ocurrió. Buenos Aires es un barrio de treinta mil habitantes muy cercano al mar, en las afueras de la ciudad de Trujillo, 560 kilómetros al norte de Lima, que está marcado por la pobreza. En sus calles la precariedad salta a la vista. Pistas en muy mal estado, casas a medio construir, otras semiderruidas o levantadas con materiales rústicos, dan testimonio de la pobreza, el abandono y los devastadores efectos de las inundaciones de hace un año. Y además del desinterés e incapacidad del Estado para atender a los damnificados y reconstruir las zonas afectadas. De eso sus habitantes querían hablarle al Papa, pero se tuvieron que conformar con solamente verlo pasar a bordo del Papamóvil. La gente levantaba carteles en los que se leía: “Papa Francisco los damnificados te saludamos”. Aunque el gobierno se apresuró en reparar el asfalto que recorrería el Papamóvil y arreglar las zonas aledañas, sin duda Francisco pudo ver la precariedad y el abandono de la zona.  

Antes de pasar por Buenos Aires, Francisco dio una multitudinaria misa al lado del mar, en el tradicional balneario trujillano de Huanchaco. De allí partió la comitiva papal que pasó por el empobrecido barrio de Buenos Aires y siguió hasta llegar a la céntrica Plaza de Armas, la principal de la ciudad de Trujillo, que estaba colmada de entusiasmo y fervor. Muchos estaban en el lugar esperando al Papa desde la noche anterior. Francisco saludó con la mano en alto, desatando aplausos y gritos, y entró al local del Arzobispado, donde hizo una pausa en su recorrido por la ciudad. 

En su homilía en la playa de Huanchaco, el Pontífice dijo que había escogido ir a Trujillo durante su gira por el Perú porque quería estar cerca de las personas afectadas por las inundaciones de 2017. Las torrenciales lluvias causadas por El Niño Costero dejaron en el país cerca de doscientos muertos, alrededor de doscientos mil damnificados y más de un millón de personas afectadas. La mayor parte de los estragos de esas inundaciones se sintieron en la costa norte del Perú, que ayer visitó Francisco.  

“Ustedes, al igual que los apóstoles, conocen la bravura de la naturaleza y han experimentado sus golpes. Así como ellos enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro golpe de El Niño Costero, cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes en tantas familias, especialmente en aquellos que todavía no pudieron reconstruir sus hogares. También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes”, dijo el Papa en su homilía. 

Si en su paso el viernes por la región amazónico de Madre de Dios el Papa dejó un mensaje de alto contenido social y político con sus críticas al neoliberalismo y su alegato en defensa de los pueblos indígenas y el medio ambiente, lo de ayer tuvo un contenido más litúrgico y evangélico. Les pidió a los asistentes a la misa en Huanchaco que encuentren en el Evangelio y en Jesús la salida a sus problemas. 

Resaltó la importancia de la unión, la solidaridad y la fe de la población frente a graves situaciones como el desastre natural que golpeó esta zona, pero no se refirió al abandono en que las autoridades tienen a poblaciones como la de Buenos Aires, reflejado dramáticamente en lo poco o nada que en un año se ha hecho para la reconstrucción de las zonas afectadas por El Niño. Señaló que en momentos difíciles como las recientes inundaciones “se cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe”, pero, les dijo a los fieles, “Jesús conoce el dolor y las pruebas (…) en la cruz quiere estar cerca de cada situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos”.  

“El alma de una comunidad se mide en cómo lograr unirse para enfrentar los momentos difíciles de adversidad para mantener viva la esperanza, con esa actitud dan el mayor testimonio evangélico”, indicó el Pontífice a una multitud que lo seguía con devoción y a la que instó a mantener la esperanza a pesar de los problemas. “Los peruanos –apuntó– no tienen derecho a dejarse robar la esperanza”.

En la misa Francisco también habló de “otras tormentas” e hizo referencia a temas como la violencia y la delincuencia, y a la falta de oportunidades para los jóvenes. Trujillo es una de las zonas del país más afectadas por la delincuencia. 

“Otras tormentas pueden estar azotando estas costas y en la vida de los hijos de esta tierra tienen efectos devastadores. Tormentas que también nos cuestionan como comunidad y ponen en juego el valor de nuestro espíritu, se llaman violencia organizada, como el sicariato y la inseguridad que esto genera, se llama falta de oportunidades educativas y laborales especialmente en los más jóvenes que les impide construir un futuro con dignidad, la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros”. Nuevamente apeló a la fe cristiana para superar estos graves problemas sociales: “Muchas veces nos interrogamos sobre cómo enfrentar estas tormentas y ayudar a nuestros hijos para salir adelante frente a estas situaciones. No hay otra salida mejor que la del Evangelio, se llama Jesucristo”.

Al terminar la misa en Huanchaco, el Papa le pidió a la multitud cantar una marinera, expresión musical típica del norte del país, compuesta a la Virgen de la Puerta, una figura de la religiosidad popular de la zona. Nadie se animó. “Virgencita de la Puerta, échame tu bendición, Virgencita de la Puerta, danos paz y mucho amor”, comenzó el Papa. “¿Se animan a cantarla, la cantamos juntos?”, preguntó, entusiasmado. Nadie respondió. Francisco insistió: “¿Quién empieza a cantar?”. Otra vez no hubo respuesta. “¿El coro tampoco?”, insistió. Nada. Decepcionado, se resignó: “Entonces, si no lo cantamos, se lo decimos”. Y repitió la estrofa de ese canto popular. 

En la tarde, Francisco visitó la Catedral de Trujillo, que como todos los lugares por los que ha pasado durante su visita al país estuvo colmada de gente. Luego se reunió en el patio de un colegio religioso con sacerdotes, monjas y seminaristas de diferentes zonas del norte del Perú, en un encuentro en el que hubo bromas del Papa y risas de su entusiasta auditorio. A los seminaristas les dijo: “Si ven que no pueden, hablen antes de que sea tarde”. Y les pidió escuchar a los mayores. 

Después encabezó una celebración mariana en la Plaza de Armas de Trujillo, que tuvo en el centro a la Virgen de la Puerta, que despierta una gran devoción en el norte del país. El culto a esta virgen nació en el siglo XVII, cuando temerosos de un ataque pirata los habitantes de Otuzco, poblado a 73 kilómetros de Trujillo, colocaron en la puerta del pueblo la imagen de una virgen. El ataque nunca se produjo y así nació la devoción por la Virgen de la Puerta. “Ella nos sigue defendiendo y nos lleva a Jesús”, dijo Francisco. Mencionó a otras figuras de la religiosidad popular de la zona, ante el aplauso de la multitud. 

En un mensaje con múltiples referencias a la virgen, el Papa denunció el feminicidio y exigió parar con esa violencia, a la que se refirió como “una plaga que afecta nuestro continente americano”. “Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia”, demandó. 

En su paso por Trujillo, en el segundo día de su gira por el Perú, quedó una vez más en evidencia el fervor y el entusiasmo que la figura de Francisco despierta en este país. Al final de la tarde, viajó de regreso a Lima, donde hoy culmina su gira por el Perú con una misa a la que se ha anunciado asistirán un millón doscientos mil personas y que tendrá como escenario una base militar.

La expectativa para hoy está puesta en si el Papa se va a referir o no a las denuncias de abusos contra menores en la Iglesia y a las exigencias de justicia de los familiares de las víctimas de violaciones a los derechos humanos duranta la dictadura de Alberto Fujimori, condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción y recientemente indultado por el presidente Pedro Pablo Kuczynski, y en qué dirá si finalmente toca esos temas, los que hasta ahora ha eludido en sus dos primeros días de gira por el país.