–El diálogo entre el gobierno venezolano y la oposición tuvo un impulso por parte de los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero (España), Martín Torrijos (Panamá), Leonel Fernández (República Dominicana), del Vaticano y la Unasur. ¿Está, sin embargo, en un punto muerto?

–El diálogo no tiene un problema. Los que tienen un problema son los de la oposición que está profundamente dividida. Informamos que el próximo 5 de enero, por mandato constitucional, cambia la junta directiva del Parlamento y ellos están peleándose por la presidencia. La mesa de diálogo tiene cuatro ejes temáticos que se estuvieron tratando. Por lo tanto, no está paralizado. El diálogo o no diálogo va en consonancia con las pugnas internas de la oposición. Por ejemplo,  Leopoldo López (coordinador nacional del partido Voluntad Popular) no se incorporó a las conversaciones porque representa la facción radical extrema que permanentemente acude a la violencia para intentar derrocar al gobierno.

– Además, la oposición volvió a hablar de juicio político…

–Sí, que no existe en la Constitución. Los diputados de la oposición son un cascarón vacío que únicamente hablan entre ellos mismos en el recinto y no representan a las mayorías del país, ni tampoco sus sentimientos. El presidente Nicolás Maduro dijo: “Es el diálogo o el diálogo”. Sino hay diálogo, ¿qué hay? Es responsabilidad del jefe de Estado preservar la estabilidad política, económica y garantizar la paz de los venezolanos. El llamado de la oposición es el de la violencia, el llamado de López. En el pasado, nosotros vivimos la violencia política porque la disidencia era criminalizada a través de torturas y desapariciones forzadas. Ese fue el ejercicio de la actual oposición venezolana, que cuando fueron gobierno dejaron un expediente vergonzoso de más de tres mil desaparecidos, torturados y asesinados. Mi padre fue víctima de ellos. Antes de ser asesinado en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, tuvo dos juicios militares por ser disidente político.  Hay funcionarios que están al servicio de las oligarquías locales y que tienen un plan violento para acceder al poder.

–Es preocupante la situación económica de Venezuela, como por ejemplo la escasez de bienes elementales como insumos para hospitales y alimentos. ¿Hizo el gobierno algún tipo de autocrítica con respecto al manejo de la política económica?

–Siempre hay autocrítica. En toda revolución debe existir. Venezuela es el país que tiene las mayores reservas de petróleo del planeta, las terceras reservas más grandes de gas del mundo, las segundas reservas más grandes de oro y tiene reservas acuíferas. Es decir, tenemos todos los recursos y esa bondad nos lleva a un problema: las ansías imperiales por apoderarse de esos recursos. En estos dos años y medio, venimos sufriendo una agresión muy grande en la economía a través del hueco en las cadenas de abastecimiento. Y la oposición señaló abiertamente: “Nosotros vamos a seguir boicoteando el abastecimiento de alimentos y medicamentos”. Los diputados de la oposición asumen su autoría. ¿Eso es pensar distinto o es un accionar que atenta contra toda la población? Es delictivo. Una cosa es decir soy socialista, soy capitalista, soy neoliberal, eso es pensar distinto. Otra cosa es boicotear las cadenas de distribución para afectar a una población. Luego, tuvimos el contrabando de extracción que arribó a cifras muy altas, un 45 por ciento de los productos esenciales que el modelo venezolano, garantista de los derechos humanos, deja a precios accesibles. Los sacaron del país bandas criminales conectadas a la oposición. A eso se suma un bloqueo financiero que hay contra Venezuela.  

–A su vez, el nivel de inflación es galopante…

–Tuvimos contenedores de alimentos en el puerto, que a pesar de contar con el dinero, no podemos pagar porque los bancos que forman parte del sistema financiero internacional se niegan a servir de corresponsales financieros. Hay además, un marcador ficticio en la moneda que lleva una inflación inducida. Pero, hay que hacerse la pregunta de por qué con esos índices de inflación, de desabastecimiento y crisis económica, no hubo una explosión social. La respuesta es que el gobierno atiende directamente a la población menos favorecida y garantiza el abastecimiento en los sectores populares. Tenemos comités locales de abastecimiento y producción, una forma más avanzada de los Mercal (programa social que coloca en supermercados productos de primera necesidad a bajos costos). También, hay 40 mil médicos cubanos en la cooperación más grande que tiene Cuba en otro país de atención médica barrio adentro, donde la cobertura es del cien por ciento. Cuando vas, salís con el medicamento. Eso es un gobierno revolucionario garantizando el acceso a los derechos humanos a las grandes mayorías.