Desde Roma
Italia no logra despegar de la recesión que la tiene aplastada desde la crisis del 2008-2009. Según las previsiones oficiales, el 2016 se cerrará con un crecimiento del PBI cercano al 0,8 por ciento. Una cifra bajísima (casi igual a la de 2015), en comparación con otros países de la Unión Europea, que si bien no brillaron por su crecimiento llegaron al 1,7 por ciento (Alemania) y 1,3 por ciento (Francia). Sobre el Reino Unido pocos se animan a hacer previsiones, porque luego del Brexit de junio se dijo que la economía se iba a caer y ahora parece que no es así. Italia no ha pasado por un Brexit, pero sí por un referendo que llevó a la renuncia del primer ministro y a una crisis de gobierno, así como a la elección de un nuevo gobierno provisorio que durará hasta que se puedan hacer nuevas elecciones. Y por cierto esto no ayuda ni a la estabilidad ni al crecimiento económico. Pero no son sólo estos elementos los que contribuyen al estancamiento de la economía italiana. Sobre esto y las perspectivas para el 2017 PáginaI12 conversó con el economista Pietro Valentino, profesor de Economía de la Universidad La Sapienza, de Roma.
–¿Cuál es su balance de la economía italiana 2016?
–Estamos todavía en una fase de estancamiento porque las variaciones son modestas. La salida efectiva de la recesión todavía no se ha verificado enteramente.
–¿Y esto por qué?
–El problema radica en que este país debería renovarse. Se ha modernizado sólo en algunos sectores. No hay un cambio profundo en la estructura de la economía. Italia es competitiva sólo en algunas áreas, no en todas. Se habla de baja productividad media del sistema en Italia y esto quiere decir que el país produce cosas que tienen una gran competencia a nivel internacional. Por lo cual Italia debería innovar para mejor competir, pero eso no se realiza.
–¿En cuáles sectores principalmente?
–Todo el sector de los servicios es muy tradicional, el sector de las nuevas tecnologías está poco desarrollado en comparación con otros competidores internacionales. En el industrial –a excepción del Made in Italy de alta calidad– todavía hay bajos niveles de productividad. En la mecánica algunos sectores han sido innovados pero relativamente poco. Hay un espacio importante para la innovación en el área alimentaria pero no es explotado, también porque la dimensión productiva es relativamente modesta en comparación con otros países. Es decir que no hay innovación prácticamente en ningún sectores. A esto se agrega que el sector público tiene una muy baja eficiencia. Esto hace que todo sea más trabajoso y costoso y que se retrasen todos los apoyos a las inversiones y el uso de los recursos disponibles, incluso a nivel europeo.
–¿Qué rol ha tenido la desocupación en todo esto, que llegó a ser casi del 40 por ciento en estos años pasados, sobre todo al sur de Italia?
–Con el llamado “Job Acts” (una reforma de las leyes laborales que hizo el ex primer ministro Matteo Renzi entre 2014 y 2015, ndr) la desocupación disminuyó un poco, sobre todo por el hecho de que muchos que trabajaban en negro, fueron blanqueados. Hay una desocupación muy alta también debido a que entre el mercado del trabajo y la calificación profesional no siempre hay sintonía. Es decir, por una parte las empresas, siendo escasamente innovadoras, no buscan gente muy calificada. Por el otro la universidad produce muchos profesionales para sectores donde no hay una gran oferta de trabajo. Los jóvenes estudian y después se tiene que ir a buscar trabajo a otros países.
–¿Y la corrupción ha jugado su parte en todo esto? Se sabe de innumerables casos en los que, pagando a los políticos de turno abundantemente, ciertas empresas ganan las licitaciones que después cuestan al Estado mucho más.
–La corrupción ha tenido más que nada un efecto sobre el gasto público. Lo ha tenido menos en los sectores productivos. Por ejemplos en algunos sectores, más que la corrupción han influido otros factores. Por ejemplo el turismo, ellos no innovan porque piensan algo así como, “total, a Italia los turistas vienen de todas maneras”. La corrupción está presente en todo el país más o menos pero principalmente en las regiones del Sur.
–Según sus previsiones, ¿a dónde irá la economía italiana en 2017?
–Creo que el PBI crecerá, pero poco. El inmovilismo del sistema político no favorece seguramente las inversiones, sobre todo de capitales extranjeros. Un gobierno provisorio como éste que tenemos, hace que todo sea más inestable... Habrá seguramente el próximo año un leve aumento de la demanda interna gracias a algunas leyes sancionadas últimamente. Países como Francia o Alemania marchan muy bien porque tienen sistemas productivos innovadores, producen en sectores con alto contenido tecnológico, desde aviones a autos, y están menos sujetos que Italia a la competencia de los mercados extranjeros. Italia no tiene proyectos a este nivel. Si se analizan las propuestas económicas de los partidos políticos, se ve que no hay ideas contundentes. Además, si se cambia el gobierno a cada rato y no se sabe quién estará dentro de seis meses, todo se hace más difícil. Esa inestabilidad es mucho peor que la corrupción, dejando bien claro que la falta de innovación y la corrupción son dos elementos que estrangulan la economía.
–Se habla también de los problemas de algunos bancos, como el Monte dei Paschi di Siena. ¿Eso podría poner en riesgo la economía italiana?
–Sustancialmente no, porque en el caso del Monte dei Pashi di Siena se trata de un banco regional y pequeño. El problema podrían ser otros bancos más importantes, como Unicredit, que se extendió demasiado a los países del Este europeo y ha tenido inconvenientes. De todas maneras parece que las cosas se han solucionado. El problema mayor para la economía en general era que los bancos habían bloqueado las financiaciones a las empresas, a causa de sus problemas. Pero según el Banco de Italia (Banco Central, ndr) esta cuestión ha sido resuelta. Por ahora, de todas maneras, los bancos no hacen grandes inversiones en las empresas porque la salida de la recesión es todavía débil y no quieren riesgos.