El caso de Kiki vuelve a poner de relieve las imperfecciones del sistema legal de adopción que no siempre deja en claro cuál es el interés superior del niño, tironeado entre los preceptos de la ley y los intereses y pareceres de los adultos involucrados. Cristina Morla vendrá mañana a Rosario -acompañada por su pareja, Sergio Gigliotti- para insistir públicamente en su reclamo por recuperar al nene de tres años, a quien cuidó por 19 meses en su carácter de familia solidaria en la ciudad de Santa Fe, tal el programa de la Subsecretaría de la Niñez provincial. Ellos entienden que el jueves pasado el Estado reapareció luego de no haber resuelto a tiempo la vida del niño y se lo llevó a otro hogar, sin considerar el daño emocional del pequeño. Y desde el área gubernamental refutan esa posición y acusan a la pareja de faltar al compromiso asumido en el programa y de mentir con tal de imponer su deseo que -afirman- no es el mismo que el de Kiki.

Cristina Morla recibió a Kiki hace 19 meses, como familia solidaria. El programa provincial establece que esa convivencia es transitoria, de seis meses aunque prorrogable según demoren los trámites para que entre la Subsecretaría y la Justicia se resuelva la adopción definitiva con otra familia inscripta en el RUAGA (Registro Unico Provincial de Aspirantes con Fines Adoptivos). Pero ese tiempo de Kiki con Cristina se prolongó mucho más que seis meses y el vínculo afectivo creció, inevitable. Y allí la interpretación de lo que pasó se bifurca según quien la cuente.  

"En esos seis meses el Estado tiene la obligación de resolver la vida del niño. Kiki tendría que haber tenido su familia definitiva y hoy estaría feliz con su mamá y su papá, sus hermanos, y nosotros felices, quizás con posibilidad de seguir viéndolo", dijo Gigliotti, periodista de LT10 que ofrecerá con su pareja una conferencia de prensa mañana a las 8 en el bar de Sarmiento y Santa Fe.

Trabajadoras sociales de la Subsecretaría de Niñez retiraron al nene el jueves pasado de esa casa en Santa Fe y lo dejaron con otra familia solidaria, residente en San Carlos, donde ya está el hermano biológico de Kiki, de 8 meses de vida. Primero Kiki, y luego el bebé al nacer, fueron retirados por orden judicial y fundamento médico porque con su madre biológica estaba en riesgo su integridad física.

"El interés superior del niño es vincularse con su hermano biológico, porque desde allí construirá su identidad. Por eso se lo asignó a esta familia, hasta que la jueza defina la familia adoptante y definitiva, pero ya junto a su hermano", explicó la titular del área, Andrea Travaini. El problema es el tiempo transcurrido y los lazos que se generan mientras tanto.

"Cuando vino acá, a Kiki empezamos a demostrarle que tiene derecho a ser feliz después de que el destino lo castigara por el desprendimiento de su mamá. Sería feliz hasta que aparecieran sus papás definitivos. El Estado estuvo ausente casi dos años, se olvidó de Kiki durante casi dos años. Y empezó a acordarse cuando se enteró de nuestra guarda preventiva (la pareja inició el trámite de adopción). Y se hizo presente para dañarlo. Para nosotros es un dolor grandísimo, llegar a casa y no verlo, irse a dormir y pensar permanentemente cómo habrá hecho, cuando se dormía con la mano de Cristina, que jugaba todos los días", expuso Gigliotti, quien impulsó su cruzada personal vía Facebook, con carta al gobernador incluida, para deshacer el trámite que le llevó al niño fuera de su casa.

"El 3 de marzo del año pasado le pedimos a la jueza que dejara en firme la medida de protección excepcional para avanzar hacia la adopción definitiva", advirtió Travaini. La jueza en cuestión, Susana Romero, a cargo del Tribunal de Familia Colegiado nº 3, recién procedió en octubre.

"Cristina sabía que no podía adoptar al niño, y que los seis meses son prorrogables, y que si ella consideraba que no podría, podía desistir. Pero en noviembre, sabiendo que se venía la vinculación (de Kiki) con el hermanito, y sin decirnos nada, fueron al juzgado y pidieron adoptar y que no cambie el alojamiento del niño. Ellos decidieron ir por otro camino y la jueza les dijo que no", se ofuscó la subsecretaria de Niñez. También desmintió el abandono estatal aludido. "Siempre hubo visitas mensuales y acompañamiento del equipo en todo sentido", dijo ante la consulta de Rosario/12.

Gigliotti, ayer en radio Sí 98.9, replicó: "Dicen que pasamos por encima del RUAGA, pero es que no queríamos adoptar. Tenemos hijas grandes ya, pero luego de casi dos años, Kiki nos asumió como su mamá y su papá. En la Justicia quisimos evitar que lo arrancaran del seno de su familia, que no le hicieran daño. Lo de la vinculación se lo contaron a él el 26 de diciembre: vinieron a hablarle como si fuera un adulto, que su mamá tuvo un bebé y que es su hermanito y le machacaron con que tenía que verlo. El nos miró sin entender y siguió jugando, luego pidió hacer la siesta upa de Cristina, y a la tarde se hizo pis encima, siendo que hace rato dejó los pañales. Eso le están haciendo a Kiki", cargó Gigliotti.

El hombre se declaró dispuesto a vincular al niño con su hermanito bebé, a cargo de una familia solidaria en San Carlos. "Las veces que quieran, porque es su derecho, pero cuando tomamos la decisión de adoptarlo también fue de vincularlo con todos sus hermanos, nuestras hijas. Y no es cierto que demoraron porque no encontraban a la madre para avisarle que lo iban a dar en adopción: si hace ocho meses fue a un hospital a dar a luz y le sacaron enseguida el bebé de al lado. El Estado estaba ahí. Que no nos mientan para excusar su demora".

Gigliotti apeló al "sentido común, por el futuro de un nene de tres años. Ellos se irán, pero Kiki va a quedar con una secuela. Que le expliquen porqué en estos dos años no le solucionaron la vida y se la destrozan. El ministro (de Desarrollo Social, Jorge) Alvarez no nos quiere atender. Nos convertimos en personas tan terribles con Cristina por haber hecho una presentación judicial de guarda preadoptiva, de querer mantener ese compromiso que Kiki nos hizo asumir cuando nos eligió como papás", concluyó.

Travaini negó la hipótesis de que esta nueva etapa de transición sea traumática para el niño. "El nene no está sufriendo este cambio, no obstante lo vamos evaluando, pero hablemos claro: el centro de vida que le queda al niño es su hermano biológico, con él construirá su futuro con la familia que lo adopte. El segundo bebé no se le asignó a Cristina porque ella había inscripto para tener un solo niño, y además porque trabaja. El nene tampoco estaba las 24 horas con ella, o sea que no es cierto que todo lo que dicen. No han construido un vínculo sano. Y el niño ni se aferró a ellos ni se quedó llorando. Ellos desde el jueves no llevaron ni un juguete del niño para que se lo llevemos a la nueva familia solidaria. Y pensemos, además, en las familias que sí se inscribieron para adopción definitiva y esperan en el RUAGA. ¿Qué pueden sentir ante esta actitud de esta familia solidaria?", planteó la funcionaria. Al margen del caso de Kiki, Travaini sí concedió que el sistema vigente merece una discusión profunda que lo mejore.