El ministro de Trabajo, Jorge Triaca (hijo), está en apuros, con riesgo de renunciar o ser renunciado, que para el caso es lo mismo.
Varios hechos propios lo jaquean. Para aliviar una nota en verano, proponemos un juego no vinculante a quienes lean esta nota: establecer cuál fue la peor de sus conductas. Daremos nuestra opinión, en las últimas líneas.
Abreviamos los cargos que pesan contra el funcionario, archi trajinados durante varios días.
- Injurió a su empleada Sandra Heredia incurriendo en una falla garrafal: dejar prueba indiscutible, grabada. Llamamos con pudor “injuria” a decirle “pelotuda” y mandarla “a la concha de tu hermana”. Esos vocablos no forman parte del manual de estilo de este cronista, salvo cuando es necesario acudir a la textualidad.
- La tuvo un largo tiempo sumida en la informalidad (“en negro,” puesto en jerga).
- Para ahorrarse unos manguitos, ideó un gambito enrevesado, berreta y acaso corrupto a la vez. La nombró delegada en la administración del Sindicato de Obreros Marítimos (SOMU) cuya intervención es blandida por el oficialismo como una jugada maestra para la depuración de los gremios.
Flojas actitudes en un gobierno que asimismo está dispuesto a “luchar contra el trabajo informal” que en su dialecto equivale a legislar un blanqueo magnánimo para patrones incumplidores o evasores, aun aquellos que tienen causas penales abiertas. Una amnistía que beneficiaría, entre otros, a sospechosos de (o procesados por) haber cometido delitos económicos.
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La maquinaria de propaganda de Cambiemos y en especial los medios hegemónicos que integran la Coalición trataron de defenderlo. Primero, negando la información un ratito. Fue imposible sostener la muralla de silencio por la difusión a través de medios alternativos u opositores, otro flagelo que el presidente Mauricio Macri está dispuesto a erradicar.
La táctica cambió, se sofisticó. Afamados editorialistas del diario Clarín dieron por saldada la afrenta personal que es también injuria laboral aduciendo lo mismo que Triaca. Que fue un exabrupto, ajeno a su pacífica y respetuosa personalidad.
Joaquín Morales Solá, en La Nación consiguió un nuevo record para su historial. “Era su voz pero no era él”, proclamó. No avanza más… quizá sea un caso propio de la serie televisiva de culto “Dimensión desconocida” o de la actual “Black Mirror”. Un ser extraterrenal que intrusó su cuerpo y su laringe, O, vaya uno a saber, el artificio de algún astuto ventrílocuo kirchnerista.
El punto está saldado, se afirmó en el Multimedios. Triaca es buen hombre porque así lo describen quienes lo conocen. Un perdón exprés, típico del macrismo explícito, que desprecia los derechos y el honor de una trabajadora, en una de las actividades peor remuneradas y tratadas. Ejercitada habitualmente por mujeres, como apuntó con precisión la colega Marta Dillon en PáginaI12.Atento a un sector social sólido de su base electoral, el Gobierno entiende que el gesto idiosincrático no debería hacerle (tanta) mella.
Pero la violación de las leyes laborales vigentes (pesada herencia) y los incumplimientos como funcionario público lastiman más, máxime cuando se avecina una blitzkrieg contra los sindicatos y otra contra el valor adquisitivo de los salarios a discutirse en paritarias.
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¿Puede Triaca portar con legitimidad el estandarte de la pseudo Cruzada por la transparencia?
El interrogante está siendo sondeado por los consultores predilectos de la Casa Rosada. Se ignoran sus informes pero se sobreentiende que en esta situación rige como nunca algo que siempre explican los encuestadores: sus mediciones son una foto. Las blitzkrieg y las Cruzadas son una película o una serie de Netflix, pródigas en episodios e incluso nuevas temporadas. La historia continuará, Triaca es un paladín flojo ante la opinión pública, presa fácil de cuestionamientos opositores, basados en hechos irrefutables.
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Macri afronta un dilema luser-luser, clásico en cualquier administración. O sostener a un ministro desacreditado o ceder ante sus adversarios. Cualquier disyuntiva acumulará una nueva derrota en los tres meses ulteriores al veredicto electoral, muy propicio para el oficialismo.
Respondamos a la pregunta inicial. Si desagregamos el conjunto de tropelías lo peor que hizo Triaca fue su proceder como funcionario, posiblemente ilícito. Pero esa mirada desdeña o subestima la totalidad: los hechos cometidos por Triaca constituyen un todo coherente: un patrón de conducta o una conducta de patrones, típica de un gobierno de clase. Es congruente con los objetivos de su gestión que son privar de derechos a los laburantes, limar o suprimir sus conquistas, redistribuir regresivamente la riqueza. El capo que maltrata a su empleada despidió empleados de su cartera sin cumplir protocolos legales, a veces sin notificarlos, cerrándoles el acceso al lugar donde laboran.
Lo peor, más en general, para juzgar este oficialismo (como lo sería para cualquier otro) no son los escándalos particulares sino sus políticas públicas nocivas y antipopulares.
En ese aspecto, los objetivos centrales del macrismo se mantendrán, sea con un ministro devaluado sea con un sustituto que haya sido más prudente a la hora de dejar evidencias. Más de lo mismo será la consigna, con Triaca o sinmigo. Sus únicos límites serán los que le impongan la oposición política, los sindicatos, las organizaciones sociales con herramientas democráticas. En el Congreso, en las convenciones colectivas, en la calle, en el Agora.