El 82 por ciento de la riqueza generada el año pasado fue a parar a los bolsillos de 74 millones personas, que equivalen al 1 por ciento más rico de la población mundial. En cambio, 3700 millones de personas, la mitad de la población global, no recibió ningún tipo de beneficio del avance económico. En el mundo, la riqueza acumulada por 42 personas es igual a lo que poseen, otra vez, 3700 millones. Los datos fueron presentados ayer por la organización no gubernamental Oxfam en la previa al Foro Económico Mundial de Davos. El informe advierte que entre las causas del incremento en la desigualdad está el deterioro de los derechos laborales, el retroceso de los sindicatos, las transferencias fiscales a las grandes empresas y la evasión tributaria.
“En 2017 se produjo el mayor aumento en los ´milmillonarios´ de la historia, uno cada dos días. Hay 2043 personas con fortunas por encima de los mil millones de dólares, de las cuales nueve de cada diez son hombres. En 12 meses, la riqueza de esta élite ha aumentado en 762 mil millones de dólares. Esta cantidad equivale a lo necesario para terminar siete veces con la pobreza extrema en el mundo”. Así presenta su informe Oxfam. El 1 por ciento más rico del mundo acumula más riqueza que el resto de la humanidad y según los últimos datos de Credit Suisse, 42 personas poseen la misma riqueza que las 3700 millones de personas más pobres del mundo. En 2010, ese selecto grupo estaba compuesto por 388 personas.
Los intereses que genera la riqueza del hombre más rico de Nigeria alcanzan para sacar de la pobreza extrema a dos millones de personas. Allí, el crecimiento económico de la última década se verificó en paralelo a un aumento de la pobreza. En Indonesia, los cuatro hombres más ricos tienen tanta riqueza como las 100 millones de personas más pobres. En Estados Unidos, las tres personas más ricas tienen el dinero equivalente a la mitad más pobre del país (160 millones de personas). En Brasil, un trabajador con el salario mínimo debería trabajar 19 años para ganar lo mismo que una persona que forma parte de los cien más ricos en un mes. Los CEO´s de las cinco principales marcas de moda del mundo ganan en cuatro días lo mismo que una trabajadora del sector textil de Bangladesh durante toda su vida. Según el Indec, en la Argentina durante el tercer trimestre del año pasado el 10 por ciento más pobre recibió apenas el 1,3 por ciento del ingreso nacional según la escala de ingreso individual, mientras que el 10 por ciento más rico embolsó el 30,4 por ciento, una diferencia de 23,4 veces.
El informe está conceptualmente en las antípodas de Cambiemos, que ni siquiera habla de desigualdad sino de pobreza. La diferencia es relevante. De hecho, Oxfam marca que entre 1990 y 2010 el número de personas que viven en situación de extrema pobreza (con menos de 1,9 dólares al día) se redujo a la mitad. Sin embargo, creció la desigualdad porque la tímida mejora de los más desfavorecidos es muy inferior a la que registran los más ricos. En consecuencia, la expectativa de vida, la calidad de los empleos, el acceso a la educación, la tecnología y la cultura, son cada vez más desiguales.
“¿Por qué ocurre esto?”, se pregunta Oxfam. “Es el resultado de una confluencia de factores que aumentan el poder de negociación de los más poderosos y reducen el de los sectores más desfavorecidos”, menciona. “Los derechos de los trabajadores y trabajadoras se han erosionado y los sindicatos se han debilitado, limitando así su capacidad de negociación. Las empresas se fortalecen más y están presionadas para producir mayores beneficios para sus ricos accionistas. Con frecuencia, estos beneficios se generan a costa de los trabajadores y son un incentivo para participar en la evasión y elusión a gran escala. Las grandes empresas se aprovechan de la movilidad de sus inversiones para provocar una carrera a la baja entre países en materia fiscal y laboral”, describe Oxfam, una confederación fundada en Oxford, Inglaterra, en 1942. Está formada por 17 ONG´s. El informe también advierte sobre la suba de la tercerización laboral.
Oxfam agrega que el camino para reducir la desigualdad pasa por incrementar el grado de regulación estatal para mejorar las posibilidades de negociación de los trabajadores, poner fin a los paraísos fiscales, apoyar con más fuerza al sector de las cooperativas y generar políticas de acceso universal a la educación, la salud y la protección social.
A contramano de ese diagnóstico, el gobierno de Cambiemos busca limar a los sindicatos y reducir conquistas laborales y se ufana de la bondad del mercado para asignar recursos de manera más eficiente que el Estado. También elimina regulaciones y promueve la tercerización en su boceto de reforma laboral. Pero, además, la economía de la desigualdad exige un andamiaje teórico que la justifique. Es la idea de que mejorar la situación de los ricos (las señales al inversor) a la larga redundan en un beneficio para los pobres. Se trata de la filosofía de Mauricio Macri, quien suele lamentarse de tener que tomar medidas “dolorosas pero correctas”.
“La justificación económica habitual sobre la desigualdad es que aporta los incentivos necesarios para la innovación y la inversión. Impera el discurso de que los súper ricos son el ejemplo palpable de los resultados del talento, el trabajo y la innovación, y que esto beneficia al conjunto de la población. No obstante, cada vez hay más estudios que demuestran que los actuales niveles de desigualdad extrema superan con mucho lo que podría justificarse por el talento, el esfuerzo y el riesgo de innovar. A menudo, los beneficios acaban en manos de accionistas muy ricos, aumentando así la presión sobre los trabajadores y trabajadoras. La incesante obsesión porque las grandes empresas obtengan mayores retornos y dividendos es uno de los factores que impulsan la desigualdad”, concluye el informe.