PáginaI12 En Brasil
Desde Río de Janeiro
Ha sido un día de sol y calor en Porto Alegre. Alrededor del mediodía de ayer, la ciudad de poco más de millón y medio de habitantes y 266 años de historia vio cómo, bajo una temperatura que rondaba los 29 grados, parte del centro se transformaba en algo parecido a un escenario de guerra. Fuerzas del ejército, la aeronáutica, la marina, la policía local, la policía federal y la policía militar, helicópteros en el aire y embarcaciones militares en las aguas del río Guaíba fueron desplegados. Y para hoy se sabe que en las cimas de los edificios cercanos al Tribunal Federal regional habrá tiradores de elite, además de 150 cámaras de vigilancia.
Acorde a las explicaciones oficiales, todo eso es en prevención a lo que podrá ocurrir hoy. El temor del gobierno local es que ocurran actos de violencia entre los miles de manifestantes que acompañarán el juicio al ex presidente Lula da Silva, ahora en segunda instancia.
Tres jueces irán a analizar el recurso presentado por los abogados del ex presidente Lula da Silva frente a la condena que le fue impuesta en la instancia anterior por el juez Sergio Moro: nueve años y medio de cárcel por haber recibido un departamento en el balneario de Guarujá, a unos 65 kilómetros de San Pablo, como soborno.
La sentencia fue la culminación de un juicio absolutamente polémico, y es objeto de rotundas críticas de más de un centenar de juristas no solo de Brasil, sino de varios otros países.
Alzado al rol de ídolo de la ola moralista impulsada por los grandes medios hegemónicos de comunicación, con la todopoderosa Globo a la cabeza (uno de los tres conglomerados más grandes del sector en todo el mundo), Moro despreció declaraciones de 73 testimonios, tanto convocados por la fiscalía como por la defensa de Lula da Silva, y se basó exclusivamente en la denuncia de Leo Pinheiro, dueño de la constructora OAS, diciendo que el departamento fue regalado al ex presidente como compensación por contratos junto a la estatal Petrobras. Lo más notable es que los testigos de acusación también exculparon al ex presidente.
Lula estuvo solamente una única vez en el domicilio. Su fallecida esposa, doña Marisa Leticia, había adquirido una cuota correspondiente a un piso en construcción. En 2005 la cooperativa responsable por la obra se quedó sin recursos, y vendió el edificio a medio construir a la OAS. Terminada la obra, doña Marisa Leticia fue, acompañada por uno de sus hijos, para ver el departamento. Se quejó de detalles de la construcción, y dijo que pensaría si concluiría o no la compra.
La OAS realizó, entonces, importantes reformas en el piso, dotándolo inclusive de un ascensor privado. Cuando meses después Lula finalmente fue por primera y última vez a conocer el inmueble, la pareja decidió no concluir el negocio y pedir la devolución del dinero. Eso es todo: jamás hubo un documento a nombre de Lula, que –cabe reiterar– no volvió al local.
Faltando pocos días para que la causa en cuestión fuese juzgada en segunda instancia, una magistrada de Brasilia, en otro juicio relacionado a un acreedor de la OAS, determinó que, entre otros activos de la constructora que deberían quedar bajo embargo judicial, fuese incluido el famoso piso de Guaruja. Y eso porque en el registro de inmuebles, el departamento sigue como propiedad de la OAS.
Los integrantes del ministerio Público basado en Curitiba, donde está instalado el juez Moro, aseguran que los indicios son suficientes para constituir una convicción, y esa ha sido la base para la condena a Lula. Conceptos de milenios de la Justicia, como el que indica que la prueba de la culpa cabe al acusador, y que al acusado le toca el derecho de presunción de inocencia hasta que se pruebe lo contrario, fueron mandados al espacio por Moro.
Todos los recursos presentados por los abogados del ex presidente al mediático juez fueron sumariamente rechazados. Moro también rechazó testigos solicitados por la defensa de Lula, uno de ellos bajo el contradictorio argumento de que se trataba de alguien condenado y cuya palabra, por lo tanto, no merecía crédito. Faltó explicar por qué la palabra de otro condenado –esta sí, en contra de Lula– merecía tanto crédito que se sobrepuso a la de otras 72 voces que aseguraban que la acusación carecía de fundamento.
El final – al menos final parcial, temporario – de todo ese enredo será conocido hoy, a partir de la decisión de los tres magistrados de la segunda instancia que darán sus votos.
Frente a esa expectativa se dio la movilización iniciada ayer, con la concentración de miles de manifestantes que llegaron a Porto Alegre venidos de diversas partes del país. El acto del final de la tarde cerró la jornada.
Hoy habrá concentraciones en diversas capitales, en las que destaca, además de Porto Alegre, San Pablo, donde se espera la participación de Lula. Lo de ayer ha sido una especie de previa de lo que ocurrirá hoy Faltaba poco para las ocho de la noche y la temperatura rondaba los 27 grados cuando, luego de una larga sucesión de participantes que se turnaban al micrófono –en especial el dirigente del Movimiento de los Sin Tierra, João Pedro Stédile, y la ex presidenta Dilma Rousseff, que lo antecedieron – Lula habló a una multitud calculada en unas 70 mil personas. Ha sido el mayor acto público de la historia de la ciudad. Cuando Lula da despidió, poco antes de las ocho y veinte, todavía el cielo estaba claro.
No por casualidad se realizó en la esquina de la avenida Borges de Medeiros con la calle de la Playa, bautizada tradicionalmente de “Esquina Democrática”. El lema de la convocatoria fue ‘Elecciones sin Lula son un fraude’, mismo título de un manifiesto redactado por el ex canciller de los dos mandatos de Lula, embajador Celso Amorim, y el prestigioso economista Luis Bresser–Pereira. A propósito, Bresser fue uno de los fundadores del PSDB, el partido del ex presidente Fernando Henrique Cardoso y del impulsor del golpe institucional que destituyó la presidenta electa Dilma Rousseff, el senador Aécio Neves, que responde en la Corte Suprema a un nutrido manojo de juicios por corrupción.
El documento, que había reunido hasta ayer poco más de 200 mil adhesiones venidas de 110 países, ha sido solemnemente ignorado por los grandes medios de comunicación.
Entre las firmas extranjeras –poco más de 20 mil enviadas desde Argentina– hay desde cineastas consagrados, como Oliver Stone, Pino Solanas y Costa Gavras, a cinco ex presidentes sudamericanos (Rafael Correa, de Ecuador, José Mujica, de Uruguay, Ernesto Samper, de Colombia, Ricardo Lagos, de Chile, y Cristina Kirchner, de Argentina), pasando por el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y el ex premier italiano Massimo D’Alessa, o su compatriota Eugenio Barba, uno de los hombres de teatro más respetados de la actualidad.
Casi todos los artistas, intelectuales y académicos brasileños de importancia también se juntaron a los subscriptores, empezando por el teólogo Leonardo Boff y el compositor Chico Buarque de Hollanda.
La gran expectativa para hoy se refiere al resultado final. Se trata de un juicio igualmente marcado por la parcialidad: tan pronto se conoció, en septiembre pasado, la sentencia del juez Moro, el presidente del 4º Tribunal Federal de Porto Alegre, Carlos Eduardo Thompson Flores, la calificó de “irretocável”, o sea, irreprochable.
Semejante velocidad de análisis llamó la atención. De los tres magistrados que emitirán sus votos, se da por descartado que dos mantendrán la sentencia, o hasta podrán aumentar la pena. Uno de ellos, el juez João Pedro Gebran, es íntimo amigo de Sergio Moro, de quien ha sido colega de curso. La duda se refiere al tercer juez, Leandro Paulsen, que suele emitir votos independientes con relación a Moro.
Si los tres confirman la sentencia inicial, el futuro de Lula estará complicado. Si uno vota contra la sentencia, Lula podrá de inmediato presentar un recurso junto al mismo tribunal, que entonces reuniría su pleno (los tres más cuatro) para la decisión final. Y una vez más, si hay votos favorables, aunque minoritarios, al ex presidente en el pleno, se abren nuevos espacios para nuevos recursos.
En su vigoroso pronunciamiento de ayer, Lula da Silva solo se refirió a lo que ocurrirá hoy en su primera frase y luego, en la última. Todo el resto de su discurso fue un balance de lo que hizo cuando fue presidente, una demoledora crítica a lo que ocurre hoy –Lula clasificó las iniciativas de Temer y su grupo como el derrumbe del país, mencionando cada iniciativa del actual gobierno – y lo que pretende hacer si logra ser reelecto.
Empezó diciendo que no iba a referirse al juicio ‘porque tengo abogados competentes. Voy hablar de Brasil’.
Ya al final, con aire de quien dice ‘ah, sí, casi me olvido…’, volvió al tema: ‘Quiero que sepan que sea cual sea el resultado, seguiré luchando para que el pueblo, la gente, merezca respeto’.
Fue la explosión final de aplausos y gritos de apoyo. El mismo Lula de siempre: si le dan un micrófono, seduce hasta las piedras.
A ver ahora qué dicen hoy los jueces.