Desde Porto Alegre

En la víspera del juicio –que puede confirmar su condena a 9 años y medio de prisión (atención: 9 y medio, por los 9 y medio dedos de Lula), por la acusación de que habría recibido ventajas en la compra de un departamento, del cual él nunca fue propietario y nunca se presentó un contrato de propiedad, Lula vino a Porto Alegre. Porque hoy, 24 de enero– día en que se cumple un año de la crisis de salud que llevó a la muerte de la mujer del ex presidente– se prevé la confirmación de la pena impuesta por el juez Sergio Moro, su más grande enemigo político – que lo llama “Nine”, como forma discriminatoria por el dedo que Lula perdió en un accidente de trabajo.

Lula no iba a venir a Porto Alegre, donde había sido convocada una gran manifestación de gente de todas las regiones de Brasil, de todos los movimientos sociales, porque se trata de una forma de presión sobre el Tribunal. Los abogados preferían que Lula no viniera, para que no pareciera que se sumaba a la presión sobre los jueces. 

Pero Lula decidió venir para agradecer a todos los que se han movilizado para apoyarlo. Micros de todo el país, dirigentes sociales y políticos de Argentina, de Uruguay, de Italia, entre otros países. El vino rápidamente de San Pablo, fue directamente del aeropuerto a la Esquina de la Democracia, donde se sitúa la tribuna del mitin, que reunió a decenas de miles de personas.

Lula vino con mucha confianza y alegría, llegó y, como siempre, saludó y se tuvo que sacar fotos con una gran cantidad de personas, que hacen de todo para acercarse a él, abrazarlo. Cercado por los dirigentes de los principales movimientos sociales de Brasil –CUT, MST, MTST, entre otros– y de dirigentes políticos nacionales, Lula afirmó de entrada en su discurso que no iba a hablar de su proceso. Que para ello él tiene abogados competentes, que han logrado que no haya ningún jurista que defienda las posiciones de los que acusan y lo persiguen, porque no quedó ningún argumento en pie. De hecho, se ha logrado un consenso general respecto a que no hay pruebas en contra de Lula. A tal punto que el juez Moro se refugia en sus “convicciones” y en “indicios”, a falta de pruebas.

Lula se mostró confiado en que, si los magistrados que lo van a juzgar leen las miles de páginas de su proceso, no pueden más que absolverlo.

Lula se dedicó, como suele hacer, a hablar de las conquistas de los gobiernos del PT y de su preocupación respecto de los retrocesos en todas las áreas. Desde la privatización de los patrimonios de la Petrobras, pasando por los inmensos retrocesos en los derechos de los trabajadores, hasta el congelamiento de los recursos para las políticas sociales.

El ha vuelto a desafiar a la Globo a que se atreva realmente a lanzar un candidato suyo, que dispute en la contienda electoral, y no se refugie en los intentos de apelar a procesos falsos para intentar sacarlo de la carrera presidencial. Reafirmó que se encuentra con 72 años de edad, con la actitud de los 30 y el tesón de los 20 años.

Anunció que vuelve a Porto Alegre en febrero, cuando comienza su nueva Caravana, esta vez al sur de Brasil, empezando por la ciudad donde nació y está enterrado Getulio Vargas. Dijo que tendrá un encuentro con Pepe Mujica en una ciudad de la frontera, donde hay un banco de la plaza en que uno se sienta del lado brasileño, el otro del lado uruguayo. La Caravana, que saldrá el 27 de febrero, incluirá las provincias de Rio Grande do Sul, de Paraná y de Santa Catarina, la región más conservadora hoy día de Brasil. Terminado el acto, Lula se desplazó rápidamente de vuelta a San Pablo, donde hoy seguirá el juicio en el Sindicato de los Metalúrgidos de Sao Bernardo do Campo, donde se inició su carrera de líder sindical. Mientras, aquí en Porto Alegre se inició un campamento cercano al Tribunal, desde donde todos los manifestantes acompañarán el proceso.

Lo que queda claro es que este juicio en segunda instancia, que fue adelantado fuera de todo procedimiento normal, fue perdiendo importancia. Ya nadie niega que, aunque la sentencia sea confirmada por 3 votos a 0, exista todavía un largo proceso de recursos, que puede perfectamente permitir que Lula sea candidato en octubre. 

Un año decisivo se anuncia en Brasil. Son nueve o 10 meses, hasta que las elecciones decidan si el país retoma el camino de la democracia –Lula es amplio favorito– o si el régimen de excepción se consolida. Un desenlace con consecuencias decisivas para el futuro de Brasil en toda la primera mitad del siglo, con efectos también importantes para América Latina. Lula demuestra contar con un inmenso apoyo popular y una disposición total para volver a asumir la presidencia de Brasil.