Le escribo esta carta con la intención de contarle sobre las “cachetadas” que nos da la vida a los putos nacidos y criados en el interior del país.

Ser puto no es nada fácil. Voy a tratar de ponerlo en términos simples: Imagine una sociedad donde jugar al fútbol está mal visto. Es más, “futbolista” es un insulto. Cuando ve la tele, muy de vez en cuando se habla de que algún famoso es futbolista. O que se lo vio pateando alguna pelota por algún boliche cheto. Usted siente deseos de jugar a la pelota, pero sabe que está mal. Va a ser una decepción para la familia, va a ser el hazmerreír del pueblo. Ve como su padre, cuando aparece un futbolista en la pantalla, putea. Empieza a temer que sus deseos signifiquen el odio de su padre. Decide que nunca jugará con la pelota. ¿Se lo puede imaginar? Puesto así, no somos muy diferentes: yo también quería jugar, pero no solo con una, sino con dos pelotas.

Durante la adolescencia, me comí las risas y los gritos de “gordo puto” por la calle, cuando debería haberme comido otra cosa y pasarla bien. No me permití el deseo, no viví los cosquilleos del primer beso. ¿Qué iba a decir el pueblo? Fueros años de miedo y represión. Eso también es un cachetazo y le aseguro, no me enderezó la muñeca. Por suerte. 

Ahora imagine toda esa presión social y la exclusión. Yo le hablo de sufrir la discriminación hasta en el propio núcleo familiar. Usted seguramente nunca tuvo el miedo que tiene cualquier adolescente gay al enfrentarse a sus padres y ser uno mismo. Un miedo que se va achicando, pero que nunca desaparece, que está siempre presente cada vez que uno dice ser gay.

Yo se lo dije a mi familia en 2012. En 2016 me mudé con mi novio y mi padre entro en crisis, porque pensó que “se me había pasado”. La última vez que lo vi, hace un año, me dijo “hace de cuenta que estoy muerto”. ¿Quiere una cachetada más fuerte o pasamos al puntazo en la comparación? ¿Cómo cambiaría si le cuento que me auguró muerte de sida (sic) o asesinado por un taxiboy (¿?), que le daba asco, que soy una vergüenza? Esos cachetazos no “solucionan” la homosexualidad, solo generan dolor. Mi padre sigue pensando que es culpa suya, por no llevarme de putas y al psicólogo a tiempo. Sea un poco más inteligente: disfrute a su hijo sin condiciones y sin culpas. 

Ojalá pueda leer esto y reflexionar. La homofobia no se arregla con cachetadas y por eso le escribo en vez de querer darle cachetazos. Bueno, digamos todo: alguna que otra cachetada en la cola le daría, y mire, capaz que descubre que doblar la muñeca, no está tan mal después de todo.

Besito,

Ayrton Zazo Girod