Llamó la atención durante las audiencias por el modo en que acogía a las víctimas, a quienes siempre llamó “sobrevivientes” y alentó a dejar el dolor en la sala de la corte para poder seguir con sus vidas. Rosemarie Aquilina es jueza, autora de dos novelas policiales (Triple cross killer, del año pasado, y Feel no evil, de 2003), ex conductora de un programa de radio sobre consultas legales (lo tuvo mientras estuvo al frente de su propio estudio de abogados) y veterana del ejército, donde revistió durante veinte años –fue la primera mujer en desempeñarse como Auditora Judicial en la Guardia Nacional del Ejército en Michigan– y fue apodada “Barracuda Aquilina”. Medios locales apuntaron que, en parte, se ganó el apodo por usar botas de vaquero como calzado bajo togas y vestidos.
Como Larry Nassar se había declarado culpable para abreviar el juicio, las audiencias no tenían por objetivo poner sobre la mesa pruebas que sustentaran la acusación. Por eso, Aquilina se permitió estar lejos de la imparcialidad para presidir las jornadas y, además, accedió a dar la palabra a cuanta sobreviviente de los abusos se presentara para dar testimonio. De hecho, inicialmente se había estimado que declararían algo menos de 90 mujeres, pero ayer, al terminar el proceso, se habían presentado 156. Todas tuvieron su momento para contar en público lo que habían pasado. Para todas, Aquilina tuvo palabras de aliento pero también de empoderamiento. “Ya no son víctimas, son sobrevivientes”, les dijo al comienzo de las audiencias, cuando además subrayó que “el mundo entero” las escuchaba.
A Bailey Lorencen, de 22 años, que refirió cómo todavía tiene pesadillas por los abusos que sufrió y que se dirigió a los abogados de Nassar para recriminarlos por reírse en la corte, Aquilina la llamó “heroína” y “superhéroe”. Le dijo: “el ejército todavía no encontró todavía una fibra tan fuerte como vos. Mattel (la fábrica de juguetes) debería hacer juguetes para que las niñas pequeñas puedan verte y decir ‘quiero ser como ella’. Gracias por haber estado aquí y por tu fuerza”.
Cuando Nassar pidió ser excusado de asistir a las audiencias, porque escuchar los testimonios le generaba angustia, le respondió que no. “Pasar cuatro o cinco días escuchándolas es algo significativamente menor, considerando las horas de placer que tuvo usted a su costa y arruinándoles la vida”, explicó. Ayer, antes de leer la sentencia, le advirtió: “es mi honor y un privilegio sentenciarlo, porque usted no merece estar fuera de una prisión nunca más”. “Lo sentencio a 40 años (…) 40 años, para que lo sepa y pueda ir descontando en su calendario, son 480 meses”, que correrán a partir de que termine la sentencia a 60 años por pornografía infantil.
Durante el juicio, y al menos hasta ayer mismo, Aquilina rechazó pedidos de entrevistas de medios norteamericanos y de otros países. Esa negativa difícilmente sea por timidez.