En 1941 el empresario suizo Emilio Stark abrió el diario La Prensa y encontró un anuncio que le llamó la atención: “Casa solitaria frente al mar”. El hombre respondió al aviso y viajó en tren hasta la estación Juancho del ferrocarril del Sud –a 23 kilómetros de la costa, en General Madariaga–, atravesó siete campos particulares y cuatro kilómetros de dunas para llegar hasta llegar a “La Golondrina”, una casita sencilla ubicada en Villa Gesell. Stark no lo sabía aún, pero la historia de la ciudad lo recordaría como el primer visitante oficial de sus balnearios. A partir de esta visita, el boca en boca llevó a nuevos turistas a esta parte de la costa. En las décadas que siguieron Villa Gesell se convirtió en una tranquilla villa europea gracias a las corrientes migratorias primero, y en la meca de los jóvenes bohemios argentinos después. Hoy es la segunda ciudad más visitada de la Costa Atlántica, solo superada por Mar del Plata, dueña de un vasto patrimonio histórico y un paisaje de dunas vírgenes con potencial de Parque Nacional. 

En lo que era un desierto de dunas móviles, Carlos Gesell logró un bosque de pinos.

DE DESIERTO A BALNEARIO Cuando Don Carlos Gesell llegó a los terrenos que hoy conforman la ciudad que lleva su nombre, en la década del 30, el lugar era un desierto de dunas móviles. Es decir, ninguna planta crecía en ese suelo y la fisonomía del paisaje cambiaba de forma constante de acuerdo al capricho del viento. Convertir Gesell en uno de los balnearios más importante del país, entonces, no fue tarea fácil. Pero la tozudez de Don Carlos lo llevó a buen puerto: una plantación de gramíneas y pinos permitió que los médanos se mantuvieran fijos y la familia Gesell, finalmente, pudo construir su casa. Así cumplió con su objetivo primero: transformar el suelo para hacerlo apto para el asentamiento humano. Uno de sus mayores méritos fue poblar el lugar de árboles sin modificar la topografía del lugar, ya que planificó las calles de la futura villa sobre los valles interdunales. De esa forma, el primer centro cívico de la ciudad tomó forma de aldea y se desligó de la clásica distribución de damero español utilizada en el resto de la provincia.

En esta primera vivienda, hoy conocida como “la casa de las cuatro puertas” –una idea de Gesell para que siempre hubiera un acceso en caso de que las dunas cubrieran la construcción– funciona el museo que reconstruye la historia de la ciudad y está emplazado dentro de la reserva forestal Pinar del Norte. Recorrerla es repasar la vida de Don Carlos, un hombre inquieto e insistente, que buscó el lugar más inhóspito de la provincia para fundar una ciudad turística. 

También en este bosque se encuentra el segundo chalet de la familia del fundador, el vivero, la entonces oficina de correo y el taller de máquinas, y los vehículos que hicieron y conservaron la forma de las calles. Hoy, en medio de un bosque que se conserva desde los inicios de la ciudad, las construcciones se utilizan como centros culturales y talleres de oficios.

La naturaleza atlántica se impone en todos los rincones de la villa.

ENTRE LAS DUNAS Rara vez cuando se habla de Gesell se habla de su reserva dunícola, dueña de una belleza natural incomparable. Un poco menos aún se menciona que es la reserva de dunas móviles más grande de la región, con 5757 hectáreas que se extienden sobre los balnearios de Mar Azul, en el sur del partido de Gesell. En un futuro cercano, de aprobarse el proyecto para convertirla en Parque Nacional, seguramente esta situación se revierta. 

La reserva funciona bajo la órbita del municipio desde 1996, aunque cumple con todos los requisitos para pasar a ser administrada por la Nación, ya que resguarda un ecosistema específico que no tiene –todavía– representación entre los parques nacionales vigentes. Lo que más se puede ver son aves: entre las dunas o sobrevolando la costa aparecen monjitas dominicanas, caranchos, garzas, patos y gavilanes. Los mamíferos son más esquivos del sonido de las 4x4, los únicos vehículos que pueden entrar a la reserva, pero este lugar también vela por la preservación de especies como zorros, hurones, comadrejas y cuises.

Aunque hoy el faro es el ícono de la reserva, su historia se remonta mucho más atrás en la historia. Con 54 metros de altura y un alcance de 33 kilómetros, el faro Querandí fue emplazado en 1922 por la Armada Argentina –todavía hoy pertenece a esas fuerzas- y es considerado la primera construcción de la ciudad. Su creación se dio junto a la de otros 13 faros sobre las costas del país, diseminados hasta Tierra del Fuego. Los 276 escalones que conducen hasta la garita superior forman un caracol perfecto y en camino de ascenso, por sus pequeñas ventanas, se puede ver toda la reserva como un gran arenero, que el viento peina y despeina a su antojo.

Amplias playas y una reputación de bohemia distinguen al balneario desde su creación.

DESTINO PARA TODOS Desde hace al menos 50 años, cuando el movimiento hippie argentino comenzó a instalarse en Villa Gesell, la ciudad es uno de los balnearios favoritos de los jóvenes. En sus playas, Moris compuso “Rebelde”, el himno de una generación que tiñó de bohemia la ciudad y que dejó en ella un legado que supo sobrevivir al cambio de siglo: todavía hoy, Villa Gesell es una de las ciudades más elegidas por los jóvenes gracias a su movida nocturna y cultural.

Sin embargo, lejos de agotar en su variedad de bares y boliches, Gesell es también una playa amable para vacacionar en familia: 60 kilómetros de costa sin escolleras, de declives delicados y dunas pálidas son algunos de los motivos que la pusieron en el podio de las más elegidas de la Costa. En ese marco, las actividades diurnas no se quedan atrás. En el mar, el esquí acuático, la pesca y el surf entretienen a miles, mientras las cabalgatas en el bosque, el sandboard y el senderismo hacen lo propio en tierra. 

Otra característica que hace de Gesell un destino para todos es lo que se conoce como “playa integrada”. Desde 2009, el municipio pone a disposición un cuatriciclo, rampas y personal para los traslados, para que las discapacidades físicas no sean un impedimento a la hora de disfrutar de la playa. Además, el lugar cuenta con sillas anfibias para que chicos y adultos puedan disfrutar del mar en clases de kayak y natación. 

El contrapeso definitivo del circuito que atrae a los jóvenes a veranear en Gesell lo aporta Mar de las Pampas. Basta recorrer unos pocos minutos en auto desde el centro de la ciudad para comprobar cómo esta aldea de apenas 2000 habitantes hizo carne su eslogan “vivir sin prisa”, que más que una consigna marketinera resulta un principio filosófico para sus vecinos. El concepto de slow city se acuñó en Italia en la década de los 80 y propone revalorizar los espacios naturales de las ciudades y evitar la contaminación visual y sonora como forma de conseguir una mejor calidad de vida. 

Uno de los recorridos que mejor representa los principios de Mar de las Pampas es el Sendero Botánico: un paseo de a pie donde y guiada por alguno de los miembros de la Sociedad de Fomento local en el que se pueden conocer, una por una, cada especie de la flora autóctona que habita el lugar. 

En Mar de las Pampas el silencio y los recursos naturales son los tesoros mejor conservados por su vecinos, y los más apreciados por el turista que llega de ciudades donde los bocinazos se vuelven el amargo canto de su fauna autóctona.


Uno de los complejos comerciales en Mar de las Pampas, slow city al borde del Atlántico.

DATOS ÚTILES

  • Dónde alojarse
  • Villa Gesell: en Las golondrinas Hotel de cine uno puede hospedarse en la habitación Angelina Jolie o en la Brad Pitt, con bola de boliche incluida. Y cada noche se proyecta una película para sus huéspedes. Para más información: www.hoteldecine.com.ar.
  • Mar de las Pampas: para “vivir sin prisa” vale la pena quedarse en el complejo de cabañas Casa de piedra, atendido por Gabriela Casanovas, presidenta de la Sociedad de Fomento y entusiasta de las premisas de la slow city. Para más información: www.casapiedra.com.ar.
  • Qué hacer
  • Quienes se hospedan en Gesell pueden recorrer otros balnearios de la zona. Pasar el día en Mar Azul, Mar de las Pampas o Las Gaviotas es una buena opción para conocer todas las caras de la ciudad.
  • Visitar la Reserva Faro Querandí. La empresa Medaland ofrece visitas guiadas en camionetas 4x4, ya que no se puede ingresar con cualquier vehículo. Consultas y reservas: [email protected]
  • Dónde comer
  • El viejo Hobbit: el clásico restaurante gesellino ofrece una variedad de fondue y tablas que se consideran la especialidad de la casa. Más información: www.facebook.com/elviejohobbit/
  • La holandesa: ubicada en el corazón de Gesell, ofrece variedad de pastas, tablas y cervezas artesanales. Más información: www.laholandesa.net.
  • Windy. Bar de playa, restaurante y cafetería con vista al mar. Más información: www.windyplayabar.com.