El presidente Macri agitó uno de los mitos más antiguos de la Argentina para fundamentar una de sus principales políticas. Para explicar en Davos que es “natural” un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, afirmó que “en la región todos somos descendientes de europeos”. Cabe aclarar que la “Unión Europea”, al igual que cualquier unidad latinoamericana, nada tiene realmente de “natural”. Son productos de decisiones económicas, históricas, políticas. Así que, seamos o no descendientes de europeos, eso no implicaría ninguna unión “natural”.
Pero, como la historia, la antropología y otras ciencias han demostrados exhaustivamente, ni en Argentina ni en América Latina somos “todos descendientes de europeos”. Actualmente, más de la mitad de la población argentina tiene alguna ascendencia indígena, según investigaciones del Conicet. Eso no significa que seamos indígenas, significa que nuestras ascendencias son mucho más diversas de lo que pretende el imaginario europeísta que el Presidente vuelve a promover. Además, un 2,4 por ciento de la población se considera a sí misma como parte de los pueblos originarios; hay descendientes argentinos de inmigrantes latinoamericanos y afroargentinos. Incluso, hace mucho tiempo en Argentina hay descendientes de sirios, libaneses, chinos, coreanos... Y todos los argentinos debieran ser iguales ante la ley, iguales en el trato de las instituciones, iguales en su derecho a ser diferentes. Iguales cuando el Presidente de la Nación afirma en público de quiénes descendemos.
Negar nuestra diversidad es negar nuestras historias múltiples, nuestras diferentes identidades y tradiciones. Pretender que esa multiplicidad encaje dentro de los cánones europeístas siempre fue y seguirá siendo un gesto autoritario. Es como decir que Argentina es un país católico, o de gauchos, o de cualquier estereotipo que arrase nuestra diversidad.
Estos se agrava en otros países de “la región”, porque muchos de ellos reconocen más que la Argentina su constitución mezclada o mestiza. En Brasil sería imposible que una autoridad política dijera que los brasileños son todos descendientes de europeos. Lo mismo en Paraguay, incluso en socios como Bolivia. Y ellos siguen siendo mayoría por lejos en el Mercosur.
Es muy cierto que la Argentina es un país muy abierto. Por ejemplo, los hijos de los argentinos que emigran a Europa no pueden ser presidentes; en cambio, aquí el hijo de un inmigrante europeo puede ser Presidente de la Nación. Se lo considera argentino, se le otorga ciudadanía. Pero no es aceptable que, desde posiciones públicas, los hijos de los inmigrantes europeos pretendan que todo el país es igual a ellos.
* Antropólogo.