Lía Basso recibió dos balazos en la cabeza. Logró escapar, pero Diego Rodríguez –su pareja, de quien estaba separándose porque era violento– le disparó otra vez por la espalda. Esa vez, la bala impactó en la cartera. Ella bajó diez pisos por escalera, llegó a la calle y pidió ayuda. Él se suicidó. Lía sobrevivió para luchar por la verdad. “Fue un camino de violencias tras violencias”, expresa ahora en diálogo con Las12. Es que en ese espiral, al día siguiente, el 22 de marzo de 2015, cuando todavía estaba internada en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez de Rosario, el diario La Capital –el más importante de la región– publicó una nota con evidente empatía por el victimario. El título decía: “Se mató tras dispararle a su pareja en medio de una pelea en Pichincha” y el contenido hablaba de “un acto desesperado” además de otras consideraciones como que Lía –médica veterinaria– era “bailarina amateur”, “joven y bella”. Incluso, el título de tapa era “Relación de pareja que terminó de la peor manera”. Así reforzaba estereotipos, omitía el intento de femicidio y además, mentaba una discusión que nunca existió: Diego llevó engañada a Lía, ya que le había prometido que ese mismo día se iba del departamento. Entró con la pistola calibre 22 escondida, y la encerró. No sólo eso, el diario publicó que el femicida hizo un disparo “que rozó la nuca” de la joven, cuando fueron tres: primero, el violento arrodilló a Lía para fusilarla: uno de los disparos hizo un efecto “sedal” (entró y salió sin perforar el cráneo) y el otro estalló en el propio cañón del arma, y por eso el cuero cabelludo de Lía está lleno de esquirlas. Ella pudo irse, hubo un tercer disparo que no la tocó. Fue el cuarto (y no el segundo, como consignó aquella nota) el que usó Rodríguez para suicidarse. No hubo pasión, sino premeditación, según el minucioso relato de Lía, que hoy enfrenta a la editorial del diario con una demanda por daños y perjuicios por ejercer violencia simbólica y psicológica, en su modalidad mediática, en los términos de la ley 26.485, de protección integral a las mujeres. Después de dos mediaciones, el juicio está en etapa de prueba.
La revolución en marcha implica también rechazar la violencia de los medios de comunicación. Lía alza la voz, también, por todas aquellas que fueron estigmatizadas, culpabilizadas y puestas en la picota cuando lo que se quería era minimizar la violencia que habían sufrido. “Quiero sentar jurisprudencia, quiero que los medios se cuiden ante una sentencia que pueda usar una mujer cuando es violentada por lo que publican”, dice Lía sobre su propósito en esta lucha desigual.
“Que el diario crea estereotipos, es verdad. La violencia simbólica que se ejerció no sólo fue por lo que se dijo sino también por lo que se omitió deliberadamente, y lo que se omitió fue que él podría haberla matado. Presentarlo como un enfermo suicida y a ella como una bailarina, es grave para el trabajo que estamos haciendo de desarticular las estructuras androcéntricas que permiten que se justifique la muerte de las mujeres a manos de los hombres”, dijo la abogada Susana Chiarotti, del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (Insgenar) y experta de la OEA en violencia de género. “Va a ser un caso interesante de seguir y podría servir de alerta para que los medios de prensa tengan cuidado en la forma de presentar una tentativa de femicidio, con suicidio posterior”, agregó.
Las correcciones
Como muestra de la nota que causó violencia psicológica y simbólica a Lía, bastan un par de párrafos. “Lía B. es una mujer joven, bailarina amateur en una compañía local y rodeada de amigas. Vivía con Diego desde hace un tiempo en ese departamento pequeño y en algún momento esa apuesta fue un proyecto a futuro. Pero todo se quebró y sólo ellos saben los motivos”. Dice el artículo. Las correcciones de la propia Lía comienzan en el primer punto y seguido. “Soy médica veterinaria, bailo salsa dos veces por semana, como cualquier persona puede hacer una actividad física semanal. Busca estereotipar y caracterizar negativamente para mayor impacto en el imaginario colectivo. Se pone énfasis en datos secundarios. Se investiga a la víctima y se busca armar un perfil con el cual desviar el foco de atención sobre la verdadera criminalidad del hecho. Se relaciona con el punto 9 del decálogo de la Red PAR (Periodistas Argentinas en Red por una comunicación no sexista) para un correcto tratamiento de la violencia de género, que habla de ‘respetar a las víctimas y sus familias, alejarse del sexismo, sensacionalismo y la obscenidad’”. La segunda corrección de Lía indica que el artículo “sugiere que los problemas de violencia de género no deberían formar parte de la agenda pública, y que deben solucionarse en el ámbito privado, ‘puertas adentro’”.
Es que Lía corrigió frase a frase. “El final. Diego fue hasta la habitación y volvió desfigurado enojado y desconocido para quien hasta ese momento era su pareja”, dice la nota. “¿Cómo saben eso? Si aclara que nadie dio testimonio, ni víctima ni familiares”, retruca Lía. “En la mano llevaba un revólver calibre 22 que esperó, en la oscuridad de la mesa de luz que el muchacho en algún momento lo usara”, dice en el diario. Lía retruca: “En la casa no había mesa de luz y nunca hubo un arma presente. Él la trajo de otro lugar, en un hecho planeado y no fortuito o pasional, como sugiere el texto. Se relaciona con el punto 3 del decálogo PAR: ‘Desterramos de nuestras redacciones la figura de crimen pasional para referirnos al asesinato de mujeres víctimas de violencia de género. Los crímenes pasionales no existen’”.
A cada afirmación, una corrección. “Un silencio mínimo y una pregunta que fue grito: ‘¿Estás loco?’, dijo Lía, no se podrá saber si por presentimiento o porque la pareja mantenía una relación enfermiza y ella podía esperar una reacción indecible de él”, escribió el periodista. Y Lía ahora tiene mucho para cuestionar: “Nuevamente niega el problema de base y quita el foco de violencia de género, vuelve a confundir identidades de víctima versus victimario. Se relaciona a punto 2 decálogo PAR: ‘la violencia de género es un delito, en tanto y en cuanto constituye una conducta antijurídica que debe ser prevenida y sancionada. Es un problema social, un atentado contra el derecho a la vida, a la dignidad, a la integridad física y psíquica. Es, en definitiva, una cuestión concerniente a la defensa de los derechos humanos’”.
El camino de Lía
Pocos días después de la publicación de la nota, Lía no podía dar crédito a esa malversación de su propia historia. Todavía no sabe quién la escribió, aunque intentó comunicarse con el periodista para que la escuchara. Le ofrecía contarle lo que pasó. La única versión de primera mano que podría tener, ya que Rodríguez había decidido quitarse la vida. La mujer pidió derecho a réplica por distintas vías. “Lo único que tendrían que haber hecho es una fe de erratas”, dice Lía ahora, y entonces dijo ante quienes llamó: “Lo único que quiero es que digan lo que realmente pasó”. “El diario supo que yo estaba súper angustiada y lo supo el periodista. Lo único que recibimos fue burlas”, refuerza Lía. Hasta su hermano recibió ese trato cuando pidió que la escucharan a ella.
“El diario invisibiliza que fue un intento de femicidio, en ningún momento dice que él me quiso matar”, dice hoy Lía, cuando relata por qué decidió ir a la Justicia. “Cuando leí ese artículo, yo no tenía formación con perspectiva de género ni militancia feminista. Pero yo sabía que ese artículo estaba mal, porque le sacaba todo el peso de lo que pasó a él. Además de circunscribir la violencia a un tema entre cuatro paredes, negando que se trata de un problema social. Me estereotipa, me investiga. Se nota la saña con la que fue escrito, porque dice cosas súper sexistas para darme un perfil negativo a mí”, argumenta la mujer.
Basada en la ley 26.485 de protección integral a las mujeres, Lía hace pedidos específicos. “Pedimos dos tipos de reparaciones. La económica por daño moral y la simbólica, que para mí es la más interesante. Exigimos la capacitación del personal total de la editorial en comunicación no sexista, perspectiva de género y diversidad sexual; la publicación de un artículo sobre violencia mediática escrito por ellos y la publicación de la sentencia”, detalla Lía.
Entretanto, Lía pudo reconstruir que su agresor ya tenía una denuncia previa por violencia de género con uso de armas, y una orden de prohibición de acercamiento. Después de que se fueran a vivir juntos, en octubre de 2014, la violencia fue in crescendo. Diego agredía y amenazaba a Lía con dañar a sus seres queridos si contaba lo que ocurría. Le decía que en la policía nadie le iba a creer porque él tenía amigos. Lía quería separarse pero no se animaba a hablar con nadie, ni siquiera con su psicóloga se animó a sincerarse. Ideó una estrategia: puso de testigo a quien ella creía que era el primo de Diego -ahora sabe que él le dijo muchas mentiras- para pedirle que se fuera de la casa. Ella estaba dispuesta a no volver a dormir en el departamento hasta que él se llevara sus cosas. Ese mediodía, el del sábado 21 de marzo de 2015, él le aseguró que su (supuesto) primo lo ayudaría a mudarse en ese momento, y que por favor lo acompañara. Cuando bajaron del auto, ella vio que Diego llevaba algo envuelto y lo puso en el bolsillo, pero no imaginó que era el arma que ella le había impedido tener mientras vivieron juntos. “Subimos, cuando entramos, él cierra con llave, y nunca cerraba con llave. Y yo le pregunto por qué cerró con llave. Y me dice ‘no sé… La costumbre’ y ahí yo me doy cuenta de que algo está súper mal, sabiendo lo que había pasado el día anterior, que él me había encerrado, yo abrí sin que él se diera cuenta, y me dejé la llave entre los dedos. El apareció, se puso entre la puerta y yo, y me dijo que se iba a matar, repetía que se iba a matar, que si yo lo dejaba se iba a matar. Yo le dije que se tranquilizara, no tiene por qué ser así. El seguía repitiendo lo mismo. Yo abrí la cartera y saqué el celular para intentar llamar a alguien. El gritó, me puso de rodillas en el suelo, me apoyó la pistola y sentí los dos disparos”, relata Lía a borbotones, como una película que no deja respiro, de la que es protagonista. Cuando ella le preguntó qué había hecho, él quedó desconcertado y ella aprovechó para intentar que se tranquilizara. Salió corriendo, pidió ayuda a los vecinos, que llamaran a la policía y a una ambulancia. Ya abajo, una vecina le dijo que él se había disparado, lo había visto por la ventana. Lía cuenta ahora lo que quiso que se supiera entonces pero no fue escuchada.
Los antecedentes
Hay pocos antecedentes de presentaciones contra diarios y revistas sobre violencia mediática. La hubiera merecido el diario Clarín por la nota del 13 de septiembre de 2014 en la que estigmatizaba a Melina Romero como “una fanática de los boliches que no terminó la secundaria”, pero Melina -en ese momento desaparecida- fue asesinada.
Sí hay una demanda anterior contra Clarín. Las entonces diputadas nacionales Juliana Di Tullio, Diana Conti y María Teresa García denunciaron al diario Clarín por una nota titulada “La fábrica de hijos: conciben en serie y obtienen una mejor pensión del Estado”, publicada el 5 de abril de 2009. En primera instancia, la jueza en lo civil número 20 de la Ciudad de Buenos Aires, Ana Sotomayor falló en contra del periódico, al que ordenó “publicar una rectificación del título agraviante, en un día de igual tirada en que se lanzó la nota cuestionada, utilizando la misma sección y en el mismo espacio”. Se trataba de un informe de domingo, en página central. Para la jueza, las expresiones contenidas encerraban “un ánimo tendiente a la discriminación y violencia psicológica, sexual y simbólica contra la mujer, difundiendo una imagen estereotipada que atenta contra su libertad reproductiva… se desacredita la decisión libre de las madres de tener la cantidad de hijos que deseen, sean siete o más, al dar un mensaje estereotipado del grupo de mujeres que podría comprender el artículo”. La Sala G de la Cámara Civil –integrada por los Carlos Alfredo Bellucci, Beatriz Alicia Arean y Carlos Alberto Carranza Casares– revocó esa sentencia porque las legisladoras no eran damnificadas “reales ni potenciales”. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia, el 17 de diciembre de 2013, falló a favor del “gran diario argentino”. Igual suerte corrió la demanda de Di Tullio contra editorial Perfil por la tapa de Noticias que mostraba a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en posición de masturbarse con el título “El goce de Cristina”. En ese caso, en primera instancia, el juez en lo civil Adrián Miranda decidió que las legisladoras no tenían legitimidad activa para demandar. A Liliana Urrutia, una abogada rosarina que demandó a Perfil también por una tapa de la revista Caras en la que la modelo Victoria Vanucci estetizaba la violencia machista, la jueza Susana Gueiler rechazó la demanda en junio de 2013.
Chiarotti también recordó como antecedente la mención a la violencia mediática sufrida por una mujer que fue abusada sexualmente de niña en una presentación ante el Comité de la Cedaw (Comité para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres), realizada por Insgenar y el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem). La demanda contra el estado argentino por el caso CER (una joven oriunda de Reconquista, en el norte provincial, que sufrió abuso sexual de su padre, y a quien el estado le denegó justicia) sostiene que “el caso toma estado público. La mayoría de los medios de comunicación de la ciudad de Reconquista se hacen eco de lo ocurrido y lo difunden ampliamente sin tomar precauciones para resguardar la identidad de la viìctima”. Como prueba, acompañan fotos de CER en un portal digital llamado Reconquista Hoy y el testimonio del novio de la joven, que se entero del abuso por la radio.
Di Tullio es mucho más optimista sobre la demanda de Lía. “Ella es la víctima damnificada y el daño es comprobable, la infracción a la ley de protección integral está clara”, consideró la ex diputada.
Un freno a la violencia
La nota del diario significó para Lía una nueva violencia. Le llegaron mensajes de texto que la habían identificado y le preguntaban cómo estaba. La mencionaban como Lía B., mostraban el frente de su casa y decían la dirección exacta. Además, los comentarios de los lectores de la versión web del diario cargaban un nivel de injuria que -sostiene Lía- era concomitante con la redacción de la nota. “La verdad matarse por una mina estaría loco de amor pobre loco que en paz descanse y la bailarina que siga colgada del caño bailando y bailando vivita y culiando”, era uno de los comentarios que el diario mantuvo en su versión web, aunque después los retiró. Entre las pruebas presentadas en la causa, el informe de la psicóloga Fabiana Lidia Bertin señala que “luego del intento de homicidio, la paciente debió afrontar no solo un largo y conflictivo duelo, el trauma de los acontecimientos, restituir su posición respecto de su femineidad y el lazo amoroso, etc.; sino que además debido al artículo publicado en el diario La Capital el día 22 de marzo del 2015 se acrecentaron los temores a represalias de personas cercanas al círculo de su ex pareja u otras, que identificadas con una historia de amor incomprendida, decidieran atacarla”. La profesional sostiene que “todavía hoy este artículo presenta para la paciente un estigma, ya que se la caracterizó públicamente con un estereotipo de mujer muy alejado de su realidad”.
Lía lo pone en otras palabras: “El me amenazaba todo el tiempo con que nadie me iba a creer y que me iba a difamar por puta. Y el diario fue absolutamente la prolongación de esa amenaza”, reclama ahora.
Lía sabe también que puede afrontar esta pelea porque tiene los recursos simbólicos y hasta materiales para plantarse frente al medio de comunicación. “Enseguida quise hacer algo legal, pero la respuesta de la gente que me rodeaba era que contra La Capital no había caso. Dejé pasar casi un año hasta que empecé a sentir que quería hacer algo. Me leí todas las leyes que podían servirme, estuve meses buscando jurisprudencia de casos parecidos, hice mucho trabajo de investigación”. Así, armada de argumentos, llegó a las dos mediaciones en las que el abogado del diario, Rodrigo Duré, ofreció algo muy distinto de lo que pedía Lía. La primera vez, en febrero de 2017, ella requirió –además de una baja reparación económica– que publicaran una nota escrita por ella sobre cómo le afectó la violencia mediática ejercida por el medio. Se negaron. A la segunda mediación, en marzo del año pasado, llegaron con la oferta de una fe de erratas, que para Lía a esa altura era inaceptable. Era lo que había pedido pocos días después de sufrir el intento de femicidio.
El camino de Lía fue largo: el día que intentaron matarla, al llegar al HECA, fue recibida por Pablo Dalmasso, del Comité de Violencia de Género del hospital. “Fue lo mejor que me pudo pasar. No sé cómo hubiera sido mi evolución sin él”, dice agradecida. Fue un puntal. Después, habían pasado menos de tres meses del intento de femicidio, cuando Lía estaba paseando con unas amigas por el parque y encontró una actividad de Mumalá para convocar a la marcha del 3 de junio de 2015, la primera Ni Una Menos. Allí fue a gritar “Vivas nos queremos”. En octubre de 2016, concurrió al Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario. En el taller de femicidios no pudo hablar. “Pedí la palabra cien veces y no pude”, cuenta. Ese domingo, el 9 de octubre de 2016, Lía tenía un casamiento. Se retiró temprano para marchar con las 100.000 mujeres que surcaron la ciudad. Para llegar, tomó un colectivo. Cuando bajó, justo encontró la columna de Mumalá y lo sintió como una señal. “A partir de ahí empecé a militar con las chicas. A raíz de la militancia conocí a abogadas con perspectiva de género”, cuenta Lía. Sus patrocinantes son Ayelén Naput Neme y Betiana Pérez.
“Nosotras apuntamos al derecho de réplica, ella quería que se expresen los hechos de otra forma, con una perspectiva de género. Lo que nos sorprendió altamente es la contestación de La Capital, que en ningún momento nombra la violencia de género en su modalidad mediática, la negaron totalmente, lo que hacen es invisibilizarla”, relató Naput Neme sobre la etapa del juicio en que se encuentran y subrayó que la demanda es “contra La Capital, pero no podemos saber quién fue el editor de la nota, quién la redactó”. El juez Maximiliano Cossari deberá decidir. Lía sabe perfectamente lo que quiere: “El medio de comunicación tiene un rol súper importante en la opinión social, y en este caso replica situaciones de desigualdad y violencia hacia las mujeres”. Desea que eso sea subsanado, que las cosas sean puestas en su lugar. Diego Rodríguez quiso matarla aquel día, y ella es una sobreviviente de un intento de femicidio.
“La idea es habilitar a futuras víctimas a que también lo hagan. Hacemos hincapié en la reparación simbólica. La idea es sentar un precedente para que no se repita en el futuro, porque esta manera de comunicar las noticias no tiene que pasar más. Hay que erradicar los patrones estereotipados y sensibilizar a la sociedad con estas temáticas. La responsabilidad de los medios de comunicación al construir y transmitir las noticias es un eje de la lucha que llevamos”, expresó Pérez.