El Campeonato Nacional de 1977 se definió en el verano de 1978, ya comenzado el año de la Copa del Mundo. Independiente y Talleres de Córdoba fueron los finalistas, con partidos de ida y vuelta, y con la revancha en suelo mediterráneo. Por primera vez, un equipo cordobés tenía la posibilidad de ser campeón del fútbol argentino. El sueño de Talleres terminó en pesadilla. Independiente sufrió tres expulsiones y necesitaba un gol. Lo hizo y dio la vuelta.
El primer partido, jugado en Avellaneda, terminó 1 a 1. El gol de visitante se computaba doble, así que un empate sin tantos daba el título a los cordobeses. Si empataban 1 a 1 habría alargue y penales. Si el empate se producía con más goles, se consagrarían los Diablos Rojos. El primer tiempo terminó 1 a 0 a favor de los visitantes, gracias a un gol de Outes. La segunda mitad del cotejo tendría los condimentos que hicieron entrar en la historia aquella final.
El árbitro Roberto Barreiro concedió un discutible penal a Talleres. La pelota había pegado en el pecho del defensor Rubén Pagnanini, pero el referí vio mano. Ricardo Cherini empató, y luego llegó la jugada de la discordia, que cambió todo. Ángel Bocanelli dio vuelta el marcador con un gol con la mano. Barreiro convalidó el tanto y los jugadores de Independiente lo rodearon. Allí se produjeron empujones, el partido estuvo interrumpido varios minutos, y Barreiro sacó tres veces la tarjeta roja: fueron expulsados el capitán de Independiente, Rubén Galván, Enzo Trossero y Omar Larrosa. Los tres por protestar. Según los expulsados, tras la primera roja, Trossero y Larrosa le gritaron a Barreiro “¡Echame a mí también!”, y Barreiro los expulsó.
Los jugadores del conjunto de Avellaneda querían abandonar el campo de juego, pero el entrenador José Omar Pastroriza les ordenó quedarse y, pese a la inferioridad numérica, metió dos delanteros: Mariano Biondi y Daniel Bertoni. Los dos combinaron con Ricardo Bochini, que ese día cumplía 24 años, y éste logró el gol del 2 a 2 siete minutos antes del final. Independiente aguantó y fue campeón.
El periodista Claudio Gómez en su reciente libro El partido rojo. La hazaña más grande del fútbol argentino en medio de la más sangrienta dictadura, indagó los entretelones políticos que rodearon el partido. Amadeo Nuccetelli, presidente de Talleres, pudo haberse posicionado como presidente de la AFA si Talleres hubiera salido campeón. El dirigente tenía un amigo poderoso en la Córdoba de la dictadura: el general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo y amo y señor del campo de concentración de La Perla. Ambos organizaban partidos entre el plantel de Talleres y oficiales del III Cuerpo.
La noche de la final en la cancha de Talleres, relata Gómez, Barreiro habló en el vestuario antes del encuentro con los dos entrenadores, Pastoriza y Roberto Saporiti, y con los presidentes de los dos clubes: Nuccetelli y Julio Humberto Grondona. Después de la reunión, el árbitro se quedó a solas con otra persona, ni más ni menos que el “Cachorro” Menéndez.
La derrota de Talleres con ese empate frustró las ambiciones de Nuccetelli, que tenía detrás de sí a los clubes del interior y el espaldarazo de Menéndez, quien seis meses antes del Mundial había comprendido el lugar que ocupaba el fútbol en la sociedad argentina. Quien terminó escalando posiciones hasta llegar a la cúspide de la AFA fue Grondona, que no abandonó el cargo hasta su muerte en 2014.
El club recordará la gesta de aquel título esta tarde junto con los jugadores de aquel plantel, el mismo día en que Bochini, acaso el máximo ídolo de la historia de Independiente, cumple 64 años.