Desde Brasilia
No a la proscripción. Luiz Inácio Lula da Silva desafió al Poder Judicial ayer cuando encabezó una reunión del Partido de los Trabajadores (PT) en la que fue anunciada su candidatura presidencial. Paralelamente, y en el marco de esta guerra sin cuartel, un magistrado prohibió al líder petista que viaje al exterior.
“Sin ninguna arrogancia les digo que quiero ser candidato para ganar las elecciones, nada de bajar la cabeza”, lanzó el ex mandatario.
La reunión de la dirección petista ocurrió un día después de que el Tribunal Regional Federal 4 (TRF-4) de Porto Alegre lo condenó a doce años y un mes de prisión en la causa Lava Jato, cuyo mentor es el juez de primera instancia Sergio Moro.
Las críticas a la sentencia “sin pruebas” contra Lula, acusado de recibir un departamento como parte de un soborno de la constructora OAS, fue uno de los temas predominantes durante la reunión petista. Otro asunto tratado fue el intento de “proscribir” a Lula mediante artificios legales.
A través de la ratificación de su candidatura en los comicios de octubre el partido demostró su determinación de no abdicar a pesar de la severa sentencia del TRF-4 que puede poner en riesgo esa postulación.
También se resolvió descartar la nominación de un eventual candidato sustituto en caso de que el ex mandatario sea impedido de presentarse a raíz de la condena del miércoles en Porto Alegre.
Luego de concluida la sesión del TRF-4 portoalegrense se inició una nueva batalla jurídica y política en la que los abogados de Lula comenzaron a elaborar las apelaciones.
La condena, que respaldó en un todo al fallo inicial de Sergio Moro, fue aprobada por los tres camaristas de ese tribunal sureño. Si hubiera sido votada por dos magistrados y rechazada por uno esto habría permitido que la defensa tuviera más espacio para presentar sus cuestionamientos.
A Lula le resultó sospechoso ese voto idéntico de los tres magistrados y así lo expresó ante la plana mayor del PT y la ex presidenta Dilma Rousseff reunidos en una sede de la Central Unica de los Trabajadores.
“Ellos formaron un cartel para dar una sentencia unánime” con el propósito de evitar que el fallo se preste a varias apelaciones.
“Dudo de que quienes me juzgaron tengan la conciencia tranquila (..) el fallo fue una decisión política”.
Aseguró estar listo para continuar peleando “hasta el final” con el propósito de demostrar su inocencia en una proceso repleto de “mentiras” y carente de pruebas.
“Lula es solo la punta de lanza que ellos quieren sacar del juego” electoral.
El calor era asfixiante en la sede de la CUT: la presidenta petista Gleisy Hoffmann, sentada junto a Lula, se abanicaba con un papel.
Un ventilador fue colocado cerca de Dilma Rousseff que se ubicó próxima al senador Humberto Costa.
Cada tanto los militantes retomaban las consignas de “Brasil urgente, Lula presidente” y “Lula guerrero del pueblo brasileño”.
Con el rostro transpirado igual que parte de su camisa celeste el pre-candidato interrumpió su discurso para reclamar, en tono jocoso, que le acerquen “un vacito de agua para mojar el garguero”.
A todos se les notaba el cansancio acumulado en estos días cargados de reuniones y actos con buena concurrencia, cuyo pico estuvo en Porto Alegre con las cerca de 70 mil personas reunidas el martes bajo la consigna “Elección sin Lula es Fraude”.
Estos eventos demostraron una renovada capacidad de movilización del partido, la que no se vio con igual intensidad en vísperas del golpe contra Dilma Rousseff, depuesta en mayo de 2016.
Paulatinamente el progresismo y los movimientos populares comenzaron a recuperar su hegemonía en el espacio público, el cual les había sido arrebatado por las clases medias que marcharon exigiendo la caída de Dilma.
En las caravanas iniciadas a mediados del año pasado en el nordeste, siguidas por las realizadas en Minas Gerais y Río de Janeiro, Lula denunció los atropellos de que es víctima en los estrados.
A ello se refirió ayer cuando sostuvo que “nosotros logramos transmitir a la sociedad la cuestión política que está en juego” detrás de Lava Jato.
Pese a que el discurso a favor de la guerra judicial sea el que predomina “en el Jornal Nacional (telediario de Globo) ellos no lograron conquistar la conciencia” de la audiencia.
Aparentemente el diagnóstico de Lula es correcto porque su popularidad ha crecido de manera sostenida y no se vio afectada incluso en julio cuando el juez Moro lo condenó en primera instancia por la no demostrada coima de la constructora OAS.
Todas las encuestas de fines de 2017 lo situaron como favorito con cerca del 35 por ciento de intenciones de voto, aproximadamente el doble que su principal adversario, el ex capitán del Ejército y actual diputado Jair Bolsonaro
Es posible que luego de la condena del miércoles la aprobación del petista tenga un nuevo envión, pronosticó ayer el director de la encuestadora Datafolhla, Mauro Paulino.
Este no fue el primer experto en demoscopía en indicar como se ha recuperado la credibilidad de Lula luego de las primeras embestidas de Lava Jato, hace más de dos años, cuando ganaron notoriedad los jueces salvadores de la patria.
Aquel prestigio judicial comenzó a dar señales de un cierto desgaste a pesar de que sus decisiones son aplaudidas al unísono por los medios dominantes: más los elogian cuanto más implacables son con Lula.
El ultimo ejemplo de esa saga estuvo a cargo del juez Ricardo Soares Leite, de la Décima Sala Federal de Brasilia, que le prohibió viajar a Etiopía y exigió la entrega de su pasaporte a la Policía Federal, según publicó anoche el sitio de noticias UOL.
Al impedir que Lula viaje a una cumbre internacional sobre el combate al hambre se “violaron sus garantías fundamentales”, denunció su abogado defensor Cristiano Zanin Martins.