Crecer, sin dejar de ser. Bien podría ser esa la premisa de algunos balnearios este 2018, en especial los que cuentan ya con historia y cierto privilegio en su ubicación. Mientras Mar del Plata extiende sus casi infinitos servicios estrenando ruta cervecera y bus gratuito, y el Partido de la Costa se afianza con nuevas playas, Gesell y Pinamar no quieren ser menos. Dos de sus rincones bien lo ejemplifican: Mar de las Pampas y Ostende. Vecinos de bosque y mar, aunque no iguales, han decidido renovarse sin perder esencia en la puesta a punto. Trabajos comunales de desagüe, acceso a playas y señalización amplían la comodidad que ofrecen. Una idea que también se refleja en hospedajes que ofrecen todo lo necesario para desenchufarse y pasarla bien, pero que a diferencia de los all inclusive no aíslan al visitante del entorno. Espacios muy amplios bajo formato de hotel o apart, con spa y servicios de playa, con historia y actividades culturales vigentes, suman la imprescindible caminata por callecitas de arena y bosques trabajados por años a manos de los pioneros.

María Clara Martínez
El mar y las playas proponen un remanso familiar para volver renovado.

LA FUERZA DEL AGUA En estas latitudes todo parece estar regido por el agua. Las olas, desde luego, son el atractivo central de los bañistas, y en las extensas arenas de Mar de las Pampas sus pozones forman lagunas momentáneas donde los chicos toman aliento para enfrentar los rompimientos bravos. Más lejos, las dunas y su vegetación constituyen a un lado un buen mirador oceánico, y al otro reparan con sombra a los reacios al sol. Son, además, una barrera a los fuertes vientos que ni se sienten al otro lado, donde el pueblo se dibuja al capricho de esas montañas de arena. Desde allí mismo, senderos sin marcar atraviesan árboles y arbustos en galería que terminan, si uno se descuida, en el parque de una casa. Nuestra intuición es correcta, y por eso salimos hacia el límite sur sobre la calle Almirante Brown, a apenas tres cuadras del complejo Altue, donde el “turismo salud” se impuso hace 15 años como eslogan. “Salute per l’acqua. Eso significan las iniciales de spa”, explica Sabina, su responsable, mientras nos muestra las cualidades del lugar. Sus aparts amplios y lujosos respetan las propias pendientes de los médanos y se rodean de bosques, ambientados tanto para familias (uno incluye un pelotero, por ejemplo) como para parejas (jacuzzi, cama king) rodeando el spa, donde el día comienza inmerso en la filosofía slow. “Hemos remodelado la pileta exterior y las habitaciones, haciendo foco en el diseño. Y seguimos impulsando la actividad que tomada en serio dista mucho de la cosa cool y a veces frívola de las modas. Hay muchos estudios que demuestran la capacidad de alivio corporal y mental que el agua, a través de sus distintas formas y tratamientos, genera en nuestro organismo”, dice la anfitriona. Con piscina interior y exterior, jacuzzi, sala de de masajes y tratamientos faciales y corporales como la masoterapia, el lugar es la referencia del partido. Cuenta con baño turco con nubes de vapor que eliminan toxinas y depuran la piel, y un sauna finlandés con esencias de eucaliptus que “vivifican el sistema respiratorio y eliminan tensiones”. Hay muchas formas de entrarle al circuito, pero aquí se recomiendan tres pasadas por la pileta interna y los saunas, siempre de 15 minutos cada uno. Entre uno y otro, se impone el mismo tiempo de descanso, complementando con jugos, para volver a empezar la rueda. Pero a la salida de cada sauna -aquí el desafío-, hay que meterse a la pileta exterior, muchas veces receptora de las frías noches costeras. Supuestamente, eso activa la circulación como en un motor. La otra alternativa implica darse una ducha fría. “Hay que hacerlo sin pensar, porque si dudas, sonaste”, alertan. El paquete lo completa la gastronomía sana y gourmet, desde el desayuno con panificación casera, jugo, frutas, infusiones, cereales, yogurt y tortas, a fondues y raclettes con las que su creadora hace honor a sus orígenes.

María Clara Martínez
El nuevo balneario sustentable del Viejo Hotel Ostende, con servicios gastronómicos de lujo.

NUEVO, VIEJO E IMPERDIBLE Casi a 30 kilómetros de Mar de las Pampas, otro lugar renovó fuerzas para esta temporada. Ostende se acopló a la idea municipal de volver a lo natural bajo una mirada ecofriendly, y por eso a lo largo de sus costas no es raro ver balnearios con paradores ecosustentables. Vigente en lo alto de un médano entre acacias y tamariscos, en el mismo entorno poético y natural que llevó a sus creadores a darle vida, el Viejo Hotel Ostende no se conforma con ser uno de los lugares emblemáticos de la costa. El lugar donde una vez supo dormir el genial Antoine de Saint-Exupéry, que tuvo por vecino a Arturo Frondizi y su casita Elenita, y que supo de las desventuras de la heredera del pago, Felicitas Guerrero, jugó fuerte este 2018. Inauguró un nuevo parador cuya carpintería en madera rústica respeta el paisaje y aporta luminosos ventanales de cara al mar. Allí pude disfrutarse de la gastronomía basada en productos frescos de la zona, desde las clásicas rabas al tiradito de corvina, el pulpo asado al romero o el escabeche de pejerrey. Cafetería, jugos y tragos completan la propuesta del hotel con formato clásico y también apart, y que se hace fuerte en programas culturales para huéspedes y abierto al público general. La muestra Levedad de Emilio Reato estará vigente hasta el 5 de marzo, mientras en febrero podrá disfrutarse del taller de bordado dictado por Melina Sol Cymlich, un ciclo de cine de Mariano Llinás sobre el carnaval, el taller de lectura a cargo de Mariana Enriquez y otro de escrituras autobiográficas por Tamara Tenenbaum. Se participe o no de ellos, antes de volver a casa hay que subir sí o sí a la torre del hotel y no perderse la famosa habitación 51, donde aseguran que el escritor y aviador francés permaneció dos veranos. “En estas arenas se inspiró cuando hizo aparecer al Principito en el Sahara”, nos cuentan. Dibujos y cuadros pequeños de la gran obra de Saint-Exupéry cuelgan sobre la cama que ya no está disponible para dormir sino como museo interno. Si bien muchos dicen que fue en la Patagonia, en su estadía como director de la Aeroposta Argentina, donde el escritor recogió las imágenes que le inspiraron gran parte de la obra, hay una versión que asegura que habría escrito sus primeros textos sobre papel membretado del propio hotel. De una u otra manera el espíritu de ese texto maravilloso, traducido a más de 100 lenguas, está relacionado con estos pagos, y por ello el Concejo Deliberante de Pinamar declaró ciudadano ilustre a Saint-Exupéry en el año 2000, cuando se celebró el centenario de su nacimiento.