Juani Favre tenía apenas dieciocho años cuando en 1998 grabó su primer disco, Uruguay, una obra sorprendentemente madura para alguien de su edad, un disco de canciones en guitarra acústica con aires de Mateo, disonancias heredadas del noise y una capacidad melódica innata que aparecía en momentos precisos como revelaciones diáfanas entre silencios cuidados, arreglos atonales y esa inconfundible melancolía etérea característica del Paraná. Bastaba escuchar canciones como “424”, “Paseo” o “Todo lo comprimido” para comprender que se estaba frente a una fascinante rara avis en la tradición de cantautores de su Rosario natal. Su segundo disco, Sos mi tren, editado en 2001, llegó a manos de Adrián Dárgelos, quien enseguida se puso en contacto con él y le propuso producirle un disco. Aún con toda la admiración que tenía por la obra de Babasónicos, Juani pasó amablemente de la oferta –que implicaba subir al micro de la banda en los tiempos de consagración a nivel continental de Jessico– y siguió grabando discos en su casa, con perfil bajo y una atrapante destreza artesanal siempre a la altura de aquella promesa que había sido su disco debut. Así se sucedieron la calma despojada de Misterios de la energía (2003), el excelente cancionero con influencias de Virus Macromoléculas (2005) y el acercamiento al free jazz junto a la banda Hermanxs en Afuera de la soledad (2008). Tras ese disco comenzó a viajar por el continente con su guitarra a cuestas: entre otros lugares recorrió la cordillera y las selvas del Perú y conoció en primera persona los sonidos de la música afroperuana y los cantos tribales de las ceremonias de diversas tribus originarias. Al regresar a Rosario grabó La Paz Ciencia (2013), un disco cristalino de espíritu optimista que se desprendía de su aprendizaje de las músicas de lo más profundo del continente, y tras ese trabajo, diez años después de aquel contacto inicial, decidió que había llegado el momento de escribirle a Dárgelos y preguntarle si la oferta seguía en pie. Dárgelos se reunió con él y le propuso grabar en vivo en los estudios de su banda un disco en guitarra y voz, un regreso al espíritu primario de aquellos álbumes iniciales. El resultado fue el esencial La flor salvaje (2014), una colección de reversiones de su repertorio y piezas originales que le dieron un nuevo aire a su obra. Pero la cosa no terminó allí: “Tres años después nos volvimos a juntar con Adrián y Gustavo Iglesias, amigo de Adrián desde los cuatro años y productor que trabajó con él desde los comienzos de Babasónicos, con la idea de hacer un trabajo más elaborado que el anterior”, cuenta Juani. Así es que finalmente llegamos a Despierto en la sombra, un cancionero a la vez onírico y conciso que resulta punto de encuentro de un recorrido fascinante y señal de partida hacia un nuevo rumbo.
Con canciones como “Estrella distante”, “Carta” o “La trama fugaz” (compuesta a dúo junto a Dárgelos y recientemente editada como corte junto a un video que la acompaña), el disco fue construido a partir de melodías en guitarra y voz y arreglos con capas multiinstrumentales que en las sucesivas escuchas revelan todo lo que subyace detrás de ellas. Este interés de Juani por los caminos de la experimentación dentro del formato canción se remonta a su infancia en Rosario: “Compartía mucha música con mis hermanos”, recuerda. “Agrandado como todo hermano menor intenté desde muy temprano ponerme a la par de ellos, y así empecé a componer y hacer mis búsquedas musicales. En ese momento recibí una fuerte influencia del noise que escuchaban ellos, particularmente del disco Isn’t Anything de My Bloody Valentine. Me acuerdo de haber escuchado el tema ‘No more sorry’ teniendo 11 o 12 años y que me causara un gran impacto. Y a la par de eso tuve la suerte de formar parte con mi hermano Oscar y sus amigos de un sello que se llama Planeta X y se fundó a mediados de los noventa, cuando yo tenía catorce años. Ya desde la formación de ese colectivo la idea estaba en la experimentación, en conocer las distintas vanguardias musicales y del arte en general, y un poco también mezclar el arte con la política. Desde ahí tuve acceso a conocer un montón de grupos y escritores, lo que me permitió criarme en una especie de tradición de la experimentación.”
A través de su sitio planetax.org.ar, una plataforma que se mantiene activa con un creciente catálogo de más de cien discos que se pueden descargar de manera gratuita, el sello Planeta X fue uno de los pioneros en la vasta tradición de sellos independientes que existen en la actualidad. Interesados en que la búsqueda experimental de su catálogo pudiera ser parte de un concepto que excediera las mezquindades de la industria, antes de que se masificaran los métodos de descarga por Internet desarrollaron la idea de “Discos al costo”, a través de la cual distribuían en CD las obras del sello sin agregarle valor monetario al costo de elaboración: “La idea era que el soporte fuera solo un medio para compartir la música de muchos artistas muy talentosos y originales de Rosario”, cuenta Juani. “Y simbólicamente estaba bueno remarcar eso de que eran al costo para que quedara claro que no había ningún tipo de plusvalía en todo eso. Era un gesto político, porque de todas maneras los discos nunca nos dieron rédito, pero de esa manera quedaba explícito que la idea era compartirlos como diciendo: ‘Esto no tiene precio, el valor está por otro lado’.”
Nacido y criado en las cercanías del Paraná, Juani, al igual que tantos artistas impregnados por la mística del río, tiene una relación muy estrecha con la región: “El río tiene una influencia importante en mi vida cotidiana, lo visito muy a menudo, de hecho me gusta remar y visitar las islas, es un lugar hermoso. Siempre recomiendo a la gente que viene de visita a Rosario que conozca el río y las islas, porque realmente es lo más lindo que tiene la ciudad, una posibilidad de en poco tiempo estar en un lugar completamente distinto. Y en lo musical, creo que Rosario no deja de ser una zona perteneciente a la parte sur del Litoral, y sus corrientes musicales de alguna manera se filtran en la música de la ciudad. Hay autores de esta región que me han influenciado como Jorge Fandermole o el mismo Chacho Muller, un autor impresionante no tan difundido como se debería. Y más allá de considerarlos una influencia siento que hay una correlatividad en mi trabajo con respecto a esos compositores. Quizás de manera indirecta, no buscada, pero aunque a primera escucha pueda no notarse, la conexión está. Me gusta mucho sentirme parte de esa tradición”.