Este jueves al mediodía se iba a rematar el edificio del Instituto Antártico Argentino en Cerrito al 1200, que ya se había suspendido una vez por la violenta oposición a la venta de la sede. En parte, el cerrado no de todos los que se enteraron fue porque vender el viejo y maltratado petit hotel francés con un terreno libre al lado no cumple ningún objetivo positivo que se pueda adivinar, apenas el de cumplir con esta fiebre de “achicar el Estado” vendiendo sus bienes a los especuladores inmobiliarios. Y en parte era porque con el descuido y el descaso habitual no se había tomado ninguna medida para preservar la biblioteca, los archivos y las colecciones que guarda el edificio. Pues un día antes de que se malbaratara lo nuestro, un grupo de empleados y de jubilados del Instituto logró, con el patrocinio legal del Observatorio del Derecho a la Ciudad, que la justicia concediera un amparo y suspendiera la subasta en el Banco Ciudad.
Los argumentos que ganaron el amparo son claros y muestran la hilacha de como se hacen estas cosas. Para empezar, no hay una ley que autorice a Mauricio Macri a andar vendiendo cosas públicas. El decreto presidencial apenas cita el decreto-ley 22423, emitido por la dictadura, que no tiene vigencia porque simplemente no cumple ninguna de las condiciones legales que permitirían que el Congreso delegara este poder en el Ejecutivo. Para continuar, está el tema de las colecciones, documentos, archivos, libros y años y años de trabajos de campo que se guardan en el petit hotel, que no tienen un proyecto claro de preservación y uso. Y, tercer tema muy original, se peticiona que esta sede original del Instituto sea vista como una pieza de patrimonio inmaterial por su asociación con el tema, con la búsqueda de nuestra soberanía en el sur y con la huella de pioneros como Leal y Pujato. Esto es, todo kriptonita para la mentalidad macrista. Un buen momento para los patrimonialistas que puede cerrar definitivamente la posibilidad de que vendan el edificio.