La canciller alemana, Angela Merkel, se declaró ayer “optimista” al entrar en la última recta de las negociaciones para formar “rápidamente” un gobierno en su país, tras cuatro meses de conversaciones que debilitaron su imagen Alemania y el exterior.
“Vamos a intentar negociar rápidamente. Creo que la gente espera que nos encaminemos hacia la formación de un gobierno” entre su formación conservadora y los socialdemócratas del SPD, dijo la canciller. “Creo que con el acuerdo previo hay un buen marco. Tenemos que negociar rápidamente para darle una nueva dinámica no sólo a Europa, sino también a Alemania”, dijo Merkel. Al hablar de “acuerdo previo”, la líder alemana alude a la luz verde lograda el domingo pasado por los militantes del SPD, que en una ajustada votación (56 por ciento) aprobaron avanzar en las conversaciones para diseñar la hoja de ruta del proceso negociador.
La CDU y su ala bávara, la Unión Socialcristiana (CSU), aspiran a que el proceso negociador –que no se vislumbra fácil– termine alrededor del 8 de febrero, aunque los socialdemócratas no quieren dar una fecha definitiva.
Los posibles socios esperan terminar esas negociaciones hacia el 4 de febrero, aunque podrían ampliarse dos días más, dijo ayer un responsable del partido de la canciller, Michael Grosse-Brumer. Merkel había citado previamente el 11 de febrero como fecha tope para llegar a un acuerdo.
Pero los desencuentros que subsisten entre los socialdemócratas y los conservadores y las profundas divisiones en el seno del SPD respecto de la conveniencia de repetir su alianza con el partido de la canciller podrían alargar los debates. El presidente del SPD, Martin Schulz, insistió ayer en la necesidad de que una eventual coalición tenga un programa claramente proeuropeo ante las tendencias aislacionistas de Donald Trump. El objetivo debe ser “que Alemania sea nuevamente un líder europeo”, aseguró.
El SPD aceptó in extremis el domingo negociar un acuerdo detallado para formar una nueva “gran coalición” con los conservadores. Si las conversaciones llegan a buen puerto, Merkel podrá comenzar su cuarto mandato al frente de la primera potencia económica europea.
La impaciencia empieza a notarse en el país. “Sentimos que la población en Alemania espera ahora, más de cuatro meses después de las elecciones legislativas, la instauración de un nuevo gobierno”, declaró esta semana el presidente, Frank-Walter Steinmeier. Los últimos comicios, marcados por el ascenso de la extrema derecha y el retroceso de los grandes partidos tradicionales, impidieron que surgiera una mayoría clara en la cámara baja y sumieron al país en una situación de bloqueo inédita.
Merkel, que no logró formar un gobierno entre conservadores, liberales y ecologistas en noviembre, no puede fracasar de nuevo con los socialdemócratas. Obligada a dirigir un gobierno en funciones desde octubre, la canciller reconoció el miércoles en el foro de Davos que la ausencia de “ejecutivo estable” la privaba de medios de acción. La canciller, hasta hace poco considerada la dirigente más poderosa de Europa, incluso del mundo, perdió parte de su aura por culpa de sus problemas internos.
Otro mandatario ocupa desde hace meses el espacio que dejó vacante: el presidente francés, Emmanuel Macron. “La posición de Merkel podría haberse debilitado en la escena internacional”, mientras que “Macron se instala cada vez más en el papel del jefe de filas europeo”, considera el semanario alemán Der Spiegel. Para el diario estadounidense The New York Times, el presidente francés reivindica ahora la posición de “líder del mundo libre”.
En Alemania, ya comenzó el debate sobre la era post-Merkel en el seno de su partido (CDU), aunque de momento ningún rival serio se ofreció públicamente como candidato. “Cuanto más tarda la formación de un gobierno, más terreno pierde. Cada día en el que debe contentarse con ser una canciller en funciones la debilita”, analiza el semanario Die Zeit.
Para cerrar un acuerdo de gobierno, el SPD exige unas medidas a las que se oponen los conservadores: más reagrupamientos familiares para los migrantes, una reducción de las desigualdades frente a las prestaciones sanitarias y menos flexibilidad en el mercado laboral.
El líder de las juventudes del partido, Kevin Kühnert, se ha convertido en el máximo representante de quienes se oponen a una nueva “gran coalición” con los conservadores. Su creciente éxito entre los militantes llega incluso a hacerle sombra al presidente del partido.
La agenda de ayer contemplaba, tras la reunión de los jefes de los partidos, una segunda sesión más amplia con la que empezarán las negociaciones formales de coalición. El costo político para los socialdemócratas ya está registrado por los sondeos. El SPD llega a las negociaciones bajo presión y con una clara tendencia a la baja en la imagen positiva, después de que en las elecciones generales de septiembre tuviera el peor resultado de su historia. Las últimas encuestas dan a los socialdemócratas entre el 17 y el 19 por ciento en intención de voto.