Acaso desoyendo la recomendación del poeta Dylan Thomas –que antaño anotase “No entres dócilmente en esa buena noche/ Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz”–, un fotógrafo alemán se embarcó en la crepuscular empresa de capturar los misterios que guarda el rato nocturno, gatillando durante más de dos años escenarios urbanos apenas alumbradas por faros, focos o semáforos. Colorido auxilio que hace de At Night, tal es el nombre del proyecto, una inquietante oda a la quietud, en tanto ni un ser vivo emerge en los escenarios elegidos: carreteras, estaciones de ferrocarril, estaciones de servicios, cruces de calles y parques. Sitios que, en trance diurno, difícilmente se encuentren vacíos; a diferencia de lo que evidentemente sucede por las noches, donde los halos artificiales contribuyen a la extrañada desolación y, por qué no, ensoñación. Que es, dicho sea de paso, obra y gracia de Andreas Levers, diseñador durante el día, fotógrafo vocacional cuando baja el sol; oriundo de la ciudad alemana de Potsdam, donde suele vagabundear en búsqueda de objetos y líneas que lo atraigan. Con, no sobra aclararlo, declarada inclinación por apuntar su cámara a los elementos arquitectónicos que lo rodean, buscando corroborar su máxima: “La belleza está en las cosas más pequeñas y mundanas. Y solo se pone mejor cuando uno puede compartirla”. Noctámbulos, agradecidos. Aunque, cabe suponer, un cachito turbados por tanta, tanta neblina.