A los siete años Alicia Keys empezó a tomar clases de piano. En uno regalado que servía de mueble divisor entre su habitación y el living. Se crió con la madre en un dos ambientes de Hell’s Kitchen, al oeste de Manhattan. Iba a la escuela de artes performáticas que está en el barrio, la misma que Britney Spears. De adolescente en los ‘90, cuenta que siempre andaba de jeans anchos y borcegos. Nunca pollerita o tacos. Y nunca iba temerosa por la calle. Siempre caminando segura, impasible al acoso verbal. Donde vivía era zona agitada por la escena de Broadway, también ubicación de tiendas porno y paraje de dealers, yonkis y proxenetas. Igualmente, antes de cumplir 20 años estaba prácticamente fuera de allí. Enseguida conoció a un buen manager y entró en el showbusiness. Entonces empezó otro tipo de acoso y otro tipo de preserva, y ahora se sabe que a eso también Alicia Keys lo atravesó en silencio, impasible. En 2001 salió el debut Songs in A Minor, un disco de canciones propias y un cover de Prince que ganó cinco premios Grammy. Los hits “Fallin’” y “A Woman’s Worth” aparecían todo el tiempo en MTV. Alicia conectaba pasado y presente con naturalidad, era lo nuevo sin ser marcadamente juvenil. Una mezcla posible de Whitney y Lauryn Hill. Ropa común, rostro sereno, la voz y el piano entre el resplandor del pop rubio y coreográfico de la época. Fue un fenómeno en sí misma y por contraste.

En 2003 lanzó The Diary Of Alicia Keys, que ganó tres Grammys y fue disco oro en Argentina, un país que no ha sido precisamente conquistado por el soul y el R&B. Los hits fueron “If I Ain’t Got You” y “You Don’t Know My Name”, una línea con melodía inolvidable para pensar siempre ante la indiferencia de alguien que nos gusta. Después la invitaron a la súper vidriera del MTV Unplugged. En 2006 Bob Dylan la nombró en la canción “Thunder On The Mountain” y filmó dos películas. Tenía 25 años y era una máquina creativa imparable y adorada. Pero hoy la sensación es que todas esas canciones emotivas de títulos que adelantaban grandes confesiones, no eran tan personales como parecían. Si se piensa en comparación con otras estrellas de su generación haciendo música menos profunda, ella en verdad era una gran desconocida. Más allá de mantener una conducta poco noticiable, y por consejo de Oprah Winfrey, no hablar de su vida privada en los medios, Alicia Keys tampoco se exponía en sus letras, siempre sentimentales y declaratorias, pero generales, aplicables a todas las vidas. También mucha letra de amor en primera persona donde la carenciada es la mujer, como solía escribirse en el pasado: “Te espero hasta las tres de la mañana y cuando llegás siempre tenés una excusa de disculpa. Me explicás como si fuera una estúpida. Sacrifiqué lo que quería para hacer cosas por vos”, canta en “Karma”. “Soy mujer, Dios sabe que es difícil. Necesito un hombre de verdad que me de lo que necesito. Atención, amor y ternura”, en “When You Really Love Someone”. Era como un ángel de la guarda haciendo música para aliviar almas anónimas, no la propia. Hasta que la suya colapsó cuando murió su abuela y terminó de viaje en Egipto, sola, sin guardaespaldas. Navegó por el Nilo, visitó los templos, nadó en el Mar Rojo, escaló una pirámide y cantó en la cima. Volvió y grabó As I Am, al que describió como “el mejor álbum de mi carrera por ahora”. Ahí ya se encuentra una canción como “Superwoman”, donde habla de encontrar lo mejor de uno y la fuerza en el interior. Fue un disco con más actitud.

África la había conmovido para siempre unos años antes, cuando conoció Kenia, Etiopía y Ruanda y vio los estragos del sida. Junto con Bono sería una de las activistas más importantes de la causa. Pero sólo los fans incondicionales sabrán de su fundación Keep a Child Alive, que provee medicamentos y asistencia desde 2003. Hay un documental de 2008 con imágenes y testimonios pesados. Alicia visiblemente conmovida, agachada en ranchos con moscas, acariciando a un adolescente que parece niño, cantando a capella, vislumbrando un centro en construcción con más orgullo del que lleva a recibir sus premios. Uno atrás de otro, tantos reconocimientos como proyectos en los que se involucró en al menos quince años de trabajar sin parar. En 2010 se casó embarazada con el productor Swizz Beatz. Lanzó dos discos más, The Element Of Freedom y Girl On Fire. En 2014 fue madre otra vez. 

Ahora, a los 35, Alicia Keys está empezando de vuelta como nace otro árbol de un fruto caído. “Me siento al principio de mí misma. Al principio de mi creatividad, de mi grandeza, de todo lo que todavía puedo hacer”, dijo en NME. Elaborado durante la campaña presidencial, su último disco Here cargará para siempre la energía de rechazo a Donald Trump, y es lo más expresivo y vital que haya hecho nunca. Lo primero que se conoció fue el single “In Common”, una canción de vibras tropicales que narra una histeria amorosa que podrían cantar Rihanna y Drake. Con un video en blanco y negro muy simple que protagoniza sin maquillaje entre bailarines diversos: chicos gays, chica sin depilar, dos niñas. Fue sorprendente: la canción más distinta de su carrera. A los pocos días formalizó la revolución en un texto para Lenny Letter, la revista feminista de Lena Dunham. Se llama Tiempo de destaparse y cuenta su lucha personal contra las imposiciones de belleza, que en todos los casos empiezan en la escuela y en el suyo se extendieron el resto de la vida. “Parece un chico, debe ser gay, tendría que ser más femenina”, recuerda los comentarios al comienzo de la carrera sobre su look urbano y el carácter fuerte que había desarrollado a la fuerza como hija única de una madre soltera en Hell’s Kitchen. “Pero ahora no estaba en las calles de Nueva York. Ahora estaba en el mundo duro y juzgador del entretenimiento, mi mayor desafío hasta ahora. Empecé a convertirme en un camaleón, nunca mostrándome como realmente era, siempre cambiando para que me aceptaran”, escribió. Después cita una canción nueva: “Tal vez todo ese Maybelline esté tapando mi autoestima”. Admite que nunca salía a la calle sin maquillaje por miedo a que le pidiesen una foto, y la verdad es que nadie sabía que Alicia Keys tiene pecas. Lo descubrió la increíble fotógrafa Paola Kudacki, que le insistió para retratarla recién salida del gimnasio y como ahora se muestra en todos lados: a cara lavada. “No me quiero tapar más. Ni la cara, ni la mente, ni el alma, ni los pensamientos, ni los sueños, ni los esfuerzos, ni el crecimiento emocional. Nada”, termina el texto.

Here, desde ya su título más directo y menos pretensioso, es un disco embriagador que no se guarda nada, como si finalmente Alicia Keys se hubiera permitido todos sus gustos musicales. Impactante desde la intro hablando de turntables, de ser vieja y nueva escuela y ser real, como una rapera, como nunca se había reconocido. Y empieza “The Gospel” y eso es, la siempre elegante y perfecta Alicia, una MC contando las calles y penas de su barrio sobre un tambor jazzy que es como la respiración de un caballo. Después “Pawn It All”, con un beat seco a lo “Ava Adore” de los Smashing Pumpkins y un piano que podría tocar Jack White. “A veces hay que dejar ir, estar dispuesto a perder, la libertad no tiene precio”, canta. Se parece a Beyoncé en “Kill Your Mamma” (habla sobre la madre tierra: “Cómo la vas a matar si es la única que te va a acompañar hasta la tumba”) y es la mejor versión de sí misma en la dramática “Ilussion Of Bliss”, el relato de vida de una adicta. Es la primera vez que Alicia es tan específica al construir personajes, tan versátil e indiscutidamente entretenida. Así también fueron las sesiones, contó, con más gente alrededor de la que solía permitir por timidez, el marido entre esas personas. Swizz Beatz tiene tres hijos más con tres mujeres distintas. En 2009 la última, la cantante Mashonda, escribió una carta pública tremenda hablándole directamente a Alicia, que había preguntado en un tweet si en el amor hay que seguir la chispa o la inteligencia. Ese episodio fue lo más cerca que estuvo de un escándalo, que es como se refleja la normalidad de los famosos, pero nada pasó a mayores en ese plano. Ahora en Here aquel momento parece haber inspirado la canción más personal de su discografía, un tema pop suave con estribillo de miel. Dicen que “Blended Family (What You Do For Love)” es la primera canción que existe sobre las familias ensambladas, algo de lo que no se podría hablar más que por experiencia. Con participación del MC A$AP Rocky, ahí Alicia le canta a los primeros hijos de Swizz Beatz: “Que no sea su mamá no quiere decir que no los ame de verdad”, y al hijo de Mashonda en particular: “Está todo bien con tu mamá”. Y así parece porque Mashonda posteó con amor la canción en Instagram. Y a Alicia se la ve relajada y feliz como jurado y coach en el reality The Voice (que acá se ve por Sony) de lo más visto en televisión.

En otra entrevista reciente le preguntaron qué era para ella, a esta altura, el éxito. Dio una respuesta larga y predecible, sabia y amorosa. La de una estrella afirmada que acaba de entregar su obra cumbre. La de una diva en el momento de inflexión personal y profesional que citará la literatura musical en treinta años. La de una mujer fresca y madura. Dijo: “Para mí el éxito es sobre todo la felicidad. Y no lo digo en general. Hablo de atravesar el día y sentirme bien, sentir que estoy en mi camino, sentirme fuerte, inspirada. Que llegue la noche y que haya sido un buen día. Para mí eso es el éxito. Porque hay tantas cosas en el mundo intentando quitarte la felicidad, que encontrar la manera de mantenerte inspirado y entusiasmado y con ganas de vivir, eso es el éxito. Honrarme a mí misma y a mi familia y hacer lo posible por que esas cosas estén en orden y en equilibrio. Puede que sea difícil, pero es posible. Para mí eso es el éxito”. Alicia Keys y su familia viven todavía en Hell’s Kitchen -el barrio está mucho más tranquilo- y los hijos van al mismo colegio que ella. Los suyos con Swizz Beatz se llaman Egypt y Genesis. El primero tiene seis años y aparece en los créditos de un tema de Untitled Unmastered, el disco de demos de Kendrick Lamar. No por cantar: hizo el beat.