A ciertos argentinos les encanta la frase de Julián Marías: "Los argentinos son italianos que hablan en español, pretenden sueldos norteamericanos y vivir como ingleses, dicen discursos franceses y votan como senegaleses, piensan como zurdos y viven como burgueses, alaban el emprendimiento canadiense y tienen una organización boliviana, admiran el orden suizo y practican un desorden tunecino".
La frase es ingeniosa, además de racista y reaccionaria. Pero le sirvió a mucha gente que no tiene ideas propias, ni leen libros sino frases en los almanaques, para hablar pestes de este país, incluso llamarlo país de mierda. En parte, la frase de Marías es una tontería mayúscula, aunque a veces acierta. ¿Votamos como senegaleses cuando votamos a Perón o a Illia? ¿Cómo votarán los senegaleses?
Donde acertó Marías es que admiramos (algunos admiran) el orden suizo y vivimos en desorden tunecino. Es cierto que somos desordenados. Incluso más que los tunecinos, digo yo, que no conozco Túnez ni a sus habitantes. ¿Es tan malo ser desordenados? Posiblemente sea inevitable. Y el desorden puede ser creativo. Y sé que el orden suizo es una porquería porque viví ahí un tiempo. No es para nosotros, créame.
Tal vez no seamos simplemente desordenados. Tal vez seamos serendípicos. Dejamos las cosas tiradas porque pensamos que cuando las necesitemos la vamos a encontrar rápido, incluso mejorada. La serendipia ‑ya sabe‑ es descubrir algo de manera accidental: un remedio, una fórmula matemática, una idea.
Pensándolo bien, las mejores cosas suceden serendípicamente. La poesía, los amores fatales, los encuentros pasionales son serendípicos, como los goles de taco y de rebote. La música es serendipia. Vea a Messi y sus goles de rebote. Parece que sale corriendo hacia cualquier lado, y de pronto se encuentra con la pelota en sus pies y pum. Serendipia pura.
Al ser desordenados, tenemos más chances de encontrarnos con algo nuevo. Que la tapa de un libro que está en una silla desde agosto pasado, y un prospecto médico que nunca tiramos, interactúen y de ahí salga una historia, un cuento, una idea, una canción.
Por eso los grandes pensadores han fracasado en definir a este país: la miraban con ojos lógicos. A nosotros la lógica nos da tirria y algo de vergüenza. Para organizados, los alemanes. Nosotros somos grandes en nuestro desorden, en nuestro kilombo... Si inventamos el dulce de leche porque nos olvidamos la leche en el fuego... Está todo dicho.
Esta idea se contrapone un poco a la política, porque la política es salir a buscar lo que uno cree justo. Bajo el imperio de la serendipia, es lo mismo. Hagamos lo que hagamos, la encontraremos si está en nuestro camino. El asunto es que no hay un camino único, porque de ser así sería demasiado simple, para nosotros transitarlo y para el enemigo minarlo.
Usted me dirá también que es casi como creer en Dios. Y yo le contesto, desde mi ateísmo irreductible, que si Dios está ahí, también lo encontraremos, aunque quizá no con la forma que le ha dado la Iglesia, sino en forma de amistad, amor, naturaleza.
Habría que dejarse de joder, declararnos serendípicos y chau. Incluso podría figurar en el pasaporte. Va más con nuestra personalidad. Quizá declararnos serendípicos sea una forma de entender el pasado y aceptar que el futuro es esquivo, pero trae sorpresas. De esa forma se entendería mejor por qué hacemos las cosas como las hacemos, y por qué nos va como nos va. Para bien y para mal.
Ahora dejamos tirada la democracia, y habrá que esperar a volver a encontrarla. Usted dirá que si la salimos a buscar la encontraremos antes, y yo le digo que tal vez sí, tal vez no. La vamos a reencontrar el día que esté ahí, disponible para nosotros.
Hubo artistas que lo entendieron. El tango decía "No debí pensar jamás, en lograr tu corazón...", porque el autor sabía que al buscarlo era un amor destinado al fracaso. Charly también se burló de la lógica, del orden, cuando dijo... "Aprendí a ser, formal y cortés...". Justo él...(Y no haga caso a los que dicen que si a estos discos los pasás al revés se oye la voz de Perón... son chismes que lanzan los burgueses para desacreditar a los artistas serendípicos).
Lo dijo Mallarme: "Un golpe de dados no abolirá el azar". Porque la serendipia es azar puro, creer en "algo", dejar que ese algo suceda. No esperar milagros de dioses esquivos, promesas vacías de políticos ignorantes, números que (parecen que) nos dan la razón y que en realidad son engañapichangas.
La clave es tener fe, es creer, es confiar, es estar vivo. Ahí reside todo. Después, salga o no salga, pelee por lo suyo o no, el destino lo pondrá frente a lo que nos merecemos como país. Ahí, más le vale darse cuenta. Porque la serendipia, como ciertos trenes, no pasan dos veces.
Todo riesgo, toda salida a la realidad sin certeza, es serendipia pura. Los serendípicos, en general gente revoltosa, soñadora, hippies a la bartola, salimos a la calle a chocarnos con el amor, la poesía, la amistad. La derecha, la burguesía, en cambio, no es serendípica sino especulativa. Y cuando sale a la calle, lo hace para invadir, estafar, especular.
Borges lo había entendido también. En "Kafka y sus precursores" planteaba que la historia no es lineal, y que cuando uno escribe un libro está creando una tradición hacia atrás, donde esa novela se relacionará con otros textos, hechos, frases, que antes no se podían relacionar. Los serendípicos sabemos que con un cuento o novela, como mínimo, inventamos una tradición. Por eso escribimos, cantamos, pintamos.
La serendipia no se puede privatizar, no se puede vender, no se puede controlar. Simplemente, hay que estar atentos. Es para los valientes, los arriesgados, los locos, los soñadores. Los previsibles, los burgueses, ni la ven pasar, porque están mirando la cotización del dólar en las pantallas.
Anímese, sea serendípico. Deje todo tirado. Confíe. Total, ser suizo es imposible. Y hacerse el suizo, menos. Así, un día nos chocaremos con la grandeza que venimos construyendo con nuestro desorden tunecino y nuestras ganas de vivir. Y que los que creen que este es un país de mierda, que sigan mirando los tableros donde se cotiza el dólar, sufriendo porque ese día perdieron unos mangos. Que el siglo XXII nos encuentre serendípicos o dominados. No diga que no le avisé.