"A veces hay que quedarse quieto un instante para comprender el movimiento."
Octavio Paz
El gran sociólogo Zygmunt Bauman, en su larga bibiliografía, nos señalaba los momentos repetitivos de una sociedad. Es notable, en el análisis, la influencia de la Escuela de Frankfurt.
¿Por qué como sociedad repetimos errores? ¿La seguridad del fracaso nos guía? ¿Sólo creemos en la continuidad de lo dado, aún en desmedro nuestro? ¿Desde cuándo el fracaso es una verdad? Es más, ¿con tal de darnos la razón, nos enorgullecemos por haber acertado en nuestro propio dolor? ¿O será que nos da miedo romper con las inercias repetitivas? ¿Es tanto el pensamiento mágico que nos interpela, que exiliamos la razón práctica de lo real? Por último, ¿nos espanta de verdad lo nuevo y bueno que expulsamos la posibilidad de construir un futuro mejor?
Hay cuestiones que nos pueden dar señales iniciáticas. Una es la de creer que las sociedades tienen buena memoria. Hay que connotar claro está, la memoria sostenida heroicamente por todos los organismos de derechos humanos. Cuentan que en la época de la dictadura cívico militar a un político de otrora, proveniente de un partido político tradicional, los militares le habían ofrecido un cargo. Que aceptó. Algunos de sus colegas del partido le planteaban que lo rechazara. Que en el futuro la gente se lo iba a reclamar. A lo que él contestaba que luego se olvidarían. Este político fue varias veces diputado nacional en democracia.
Otro dispositivo repetitivo permitido por la sociedad son las perversiones funcionales. En Rosario, producto de la muerte por robo del chofer Gabriel Albornoz, el 27/03/1997, es que se implementó la tarjeta magnética y los choferes de colectivos ya no portaron más dinero desde entonces, para dedicarse exclusivamente a manejar. Ya no harían múltiples funciones mientras conducían. Desrepetir socialmente, es lograr poner límites a la patología social.
Cuando un pueblo hace de la repetición una virtud, las posibilidades de que avance retrocediendo son altísimas.
Otro dispositivo repetitivo sociológico, si los hay, es la corrupción. En sociología se puede analizar una constante: que lo normal, luego de un proceso pase a ser anormal. Pero hay una que atraviesa a todas, es la de creer que el hombre es bueno. Qué repetición. Hegel y Bauman no harían esa afirmación tan grande de la que el hombre es bueno.
Otra es la de creernos democráticos si nos dan la razón, sino, pasamos a ser autoritarios para arrebatarla.
La repetición de nuestros actos, lamentablemente nos dan una falsa impresión de la certeza y convicción de estabilidad.
En la construcción de cualquier civilización y época, la ritualidad del poder es ínsita y constituyente de ella.
En los años 90` el gobierno liberal de mercado y exclusión de Estado, estableció con los decretos 492/95 y 1520/98 la quita a las contribuciones patronales, a los efectos de promover inversiones y rebajas de precios. No hubo inversiones de envergadura ni tampoco reducciones precios con entidad. Han pasado veinte años y el Estado liberal de mercado insiste en una receta que no funciona. Solo trae desfinanciamiento de distintas áreas sociales del Estado.
Presentar lo antiguo y repetitivo como algo nuevo, como sucede con las configuraciones neoliberales, pertenece al mundo del pensamiento mágico. Fracasaron dramáticamente en los '90.
Vuelven a reiterar ahora los actuales retardatarios neoclásicos con la flexibilización laboral, que le llaman actualmente "modernización laboral" y también insisten con los contratos precarios de trabajo. Agregándole la reforma laboral, que busca desproteger a los trabajadores, y quitarle toda cobertura de justicia social. Sino veamos la regresiva normativa previsional, que depreda vida en la sociedad.
Repiten como si con la reiteración incursionaran en algo nuevo y creativo. Se basan los retardatarios liberales en las inversiones y no en la demanda. Como si los inversionistas fueran una panacea de buenas voluntades. El déficit fiscal y el de pagos marca que estos supuestos inversionistas son pura especulación y nada de inversión. Se repitió también en los 90`. Y sabemos que todo terminó muy mal en el 2001, con pobreza, hambre y desocupación.
Otra de las compulsiones a la repetición que tenemos los argentinos, es seguir creyendo a tientas en el nivel de improvisación y temeridad de las autoridades estatales. Las inversiones no llegaron en abundancia. ¿Dónde la sensatez? ¿Dónde la responsabilidad?
Siguen las repeticiones. ¡Qué tedio dramático! Los decretos de necesidad y urgencia de los '90 fueron muchos y el actual gobierno ha recurrido a ellos con el último inconstitucional decreto 27/2018 que afecta 64 normas. Desprotege a los trabajadores y permite la ley de la selva en algunos casos.
Las actuales autoridades y las del '90 tienen en común también el carácter fundacional que le dan a sus gestiones. Es abusivo y de mal recuerdo, eso de recurrir falazmente a lo heroico fundacional. La ciudadanía está cansada de tanta génesis sin sentido.
Los que hemos tenido la oportunidad de estudiar vemos con mucha tristeza cómo la historia de los retroliberales se repite. Ninguna creatividad. Ninguna idea nueva. A lo antiguo le llaman moderno y a lo moderno de verdad, lo deconstruyen en muecas vacías de supuestas alegrías futuras. En los '90 había que esperar las gotas del derrame de prosperidad, ahora es la espera de un futuro próspero, que no se ve porqué no se toca ni se siente.
Desde la ciencia política y desde la sociología sabemos, en general, que todo sistema necesita reproducirse, desarrollarse y expandirse. Es weberianamente sistémico. Lo que sucede en algunas sociedades como la nuestra son las desviaciones sociológicas de la repetición continua.
Alguien dijo, parafraseándolo no linealmente, que necesitamos mucho estudio para entendernos y conducta para creernos.
Cuando un pueblo hace de la repetición una virtud, la posibilidad de que avance retrocediendo son altísimas.
La justicia social es un gran parámetro para saber cómo estamos. Para evitar regresiones y repeticiones. La equidad nos marca existencia en acto presente, sin depender de promesas. Los hechos marcan nuestra huella. La justicia social también.