Hace unos días el Gobierno de Holanda anunció que la empresa argentina INVAP fue seleccionada para construir un reactor nuclear para la producción de radioisótopos. Este anuncio es un orgullo para todos los argentinos, merece la felicitación a todos los que lo hicieron posible y muestra la capacidad de desarrollo tecnológico autónomo que se generó a partir de políticas públicas que apostaron a desafiar los dictados de las potencias centrales para alcanzar crecientes niveles de soberanía científica.
Hay que destacar que en el año 2009 el INVAP ya había ganado una licitación similar que el gobierno de Holanda suspendió por la crisis financiera mundial. El reactor argentino producirá radioisótopos para usos médicos –para diagnósticos en cáncer y enfermedades cardiovasculares, entre otras– y abastecerá el 80% de los centros de salud en Holanda, el 70% de los europeos y el 30% a escala global.
Paradógicamente, Mauricio Macri, que ha concebido a la ciencia y la tecnología únicamente como una variable de ajuste en su objetivo de reprimarizar un modelo de desarrollo económico dependiente, intentó autoadjudicarse el mérito de una empresa y profesionales nacionales. El INVAP mostró una vez más que nuestros técnicos y científicos son capaces de sobrevivir a los gobiernos neoliberales y a su compulsión de hacer negocios privados con la compra de tecnología importada. Por supuesto, Macri no menciona que su gobierno ha promovido la clausura o paralización de proyectos tecnológicos que estaban en manos de INVAP, como el avión no tripulado SARA o el satélite geoestacionario ArSat 3. Tampoco explica por qué canceló uno de los procesos más virtuosos de la historia argentina, que es la producción de tecnología de radar que se inició en el 2007 y que permitió que en el año 2014 fuera homologado el Radar Primario Argentino 3D de largo alcance con tecnología y componentes nacionales que hubiera permitido en un corto tiempo exportar radares primarios y secundarios. Por otra parte, desde el 2016 ha venido desfinanciando a la CONEA, cuyo aporte es fundamental para el trabajo y el emprendimiento del INVAP en Holanda.
Aunque a Macri le cueste aceptar, el enorme aporte del INVAP y de la ciencia argentina es parte de la “herencia recibida”, en este caso de una herencia que tiene larga data. Se remonta a década del 50 cuando el Presidente Perón creó, pese a las presiones de los EEUU, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y decidió desarrollar su primer reactor de investigación, el RA-1 (Reactor Argentino 1), en lugar de comprarlo a EEUU. El RA-1 se inauguró en 1958. No era tecnología de punta y costó mucho más caro que si se hubiera comprado “llave en mano”. Es decir, si Cambiemos hubiera gobernado entonces la Argentina hubiera comprado el primer reactor a EEUU. Sin embargo, en los años sesenta, la CNEA desarrolló otros dos reactores y en los años setenta pudo exportar un reactor a Perú. Esta trayectoria de exportaciones fue heredada por INVAP, que a fines de los ochenta logró exportar un segundo reactor a Argelia.
El INVAP, empresa creada a partir del acuerdo entre el gobierno de Río Negro y la CONEA a mediados de los 70, logró sobrevivir al menemismo. Durante esa década y a contramano de las políticas oficiales exportó un reactor a Egipto y comenzó a desarrollar satélites de observación, la semilla que hizo posible que posteriormente se concibiera el salto en escala hacia los satélites geoestacionarios, mucho más complejos y sofisticados que los satélites de observación.
Pero a partir de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner comenzó a cumplir un conjunto de tareas estratégicas con el objetivo de desarrollar la autonomía científico-tecnológica. Mientras en 2006 se relanzaba el plan nuclear y la CNEA se proponía finalizar la central nuclear de potencia Atucha II (paralizada a fines de los años ochenta) el INVAP inauguró el reactor OPAL en Australia. Los ministros de Educación Ciencia y Tecnología y de Planificación Federal asistieron emocionados en representación de Néstor Kirchner a la inauguración de este reactor que se convirtió en la exportación de tecnología de avanzada llave en mano más importante del país. Al mismo tiempo se creó la empresa de comunicaciones satelitales ArSat y se tomó una decisión arriesgada: que los satélites geoestacionararios que tenían que ocupar las dos posiciones orbitales argentinas fueran de tecnología 100% argentina. INVAP quedó a cargo como contratista principal.
El emprendimiento ArSat fue exitoso. El gobierno de Cristina Fernández, mientras inauguraba Atucha II, puso en órbita en 2014 y 2015 dos satélites geoestacionarios de diseño y construcción nacional –ArSat 1 y 2–e inició el plan de desarrollo del ArSat 3. Este éxito aún poco dimensionado, mereció la aprobación de la Ley 27.208 de “Desarrollo de la Industria Satelital”, que preveía como mínimo siete satélites argentinos adicionales en los próximos 20 años. Se estimaba que, entre los años 2025 y 2030, la Argentina podría estar exportando satélites geoestacionarios a países de la región.
Pero ni bien asumió la presidencia, Macri paralizó la construcción del ArSat 3 y los siete satélites restantes. También marginó del Plan Renovar a las empresas argentinas que desarrollaron tecnología propia para construir aerogeneradores, decidiendo comprar a empresas de EEUU, Gran Bretaña, España y China.
Finalmente, es necesario enfatizar que el éxito del INVAP en la adjudicación de la construcción del reactor en Holanda, es producto de políticas que van en la dirección opuesta a las que está llevando adelante el actual gobierno. Si efectivamente Macri decidiera apoyar la ciencia y la técnica nacional debería en primer lugar colocar en el presupuesto 2018 los recursos que han recortado producto del ajuste que vienen realizando en esta área desde el año pasado. Pero fundamentalmente, abandonar el modelo de desarrollo primario-dependiente que se implenta desde diciembre del 2015. La ciencia y tecnología autónomas son uno de las principales herramientas para la construcción de una Argentina con mayor desarrollo, competitividad, trabajo, inclusión y soberanía.
* Miembros de Ciencia y Tecnología Argentina (CyTA