“A la gente que se siente silenciada por el acoso, la discriminación y los abusos: se acabó... Vamos a contar sus historias”, dijo Reese Witherspoon al subir al escenario de los Premios Globo de Oro. Acababa de recibir el premio a la mejor miniserie, Big Little Lies, que la tenía como coproductora junto con Nicole Kidman. Las historias, el entretenimiento, los juegos están cambiando. En las pantallas, en el papel, en todos los soportes y los géneros. La literatura infantil y juvenil (LIJ) viene tomando nota de este cambio. Se están haciendo más visibles los temas o la mirada de género. Desde los libros que recuperan biografías de mujeres hasta aquellos que instalan ciertos temas de la agenda como diversidad sexual y por supuesto también están los que ponen a las chicas como protagonistas de historias nuevas y riesgosas. Como le ocurre a las tres protagonistas de Big Little Lies.

Hay muchos libros que recuperan las historias de género, como el clásico de Rosa Montero, Historias de mujeres, o Mujeres a contracorriente de Clara Obligado, y feministas como Marcela Lagarde que recomiendan leer biografías inspiradoras. La novedad es que la misma idea se trasladó a libros destinados a lectoras más jóvenes.

Editorial Planeta publicó este año en Argentina el libro Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, de Elena Favilli y Francesca Cavallo. Es un bestseller que nació en Italia, y cuenta cien historias de mujeres de distintos países del mundo. Relatos estimulantes, de la vida de matemáticas, astronautas, modelos, políticas, ciclistas que dejaron huella en este mundo. Que no esperaron. Que no hicieron lo que les dijeron que debían hacer. “A todas las niñas rebeldes del mundo: sueñen en grande, aspiren a más, luchen con fuerza y, ante la duda, recuerden esto: tienen razón”, reza en su primera página, roja y en papel ilustración, como todo el libro, que además está acompañado por ilustraciones de cada una de estas heroínas hechas por 60 artistas de distintas partes del mundo. Montena también sacó su libro de vidas excepcionales de 26 “superguerreras”. Se llama Las chicas son guerreras, y en sus páginas se encuentran desde Mary Shelley hasta Lady Gaga, pasando por Ada Byron, Marie Curie, Virginia Woolf, Coco Chanel, Agatha Christie, Frida Kahlo, Simone de Beauvoir, Rosa Parks, Audrey Hepburn, Jane Goodall, Malala y muchas más. Algunas son figuritas repetidas en ambos libros. Los mismos autores, Irene Cívico y Sergio Parra, publicaron también Las chicas son de ciencias: 25 científicas que cambiaron el mundo. Además desde Europa se ofrece Valerosas 1: Mujeres que solo hacen lo que ellas quieren (Vela Gráfica), de Pénélope Bagieu y traducción de Fernando Ballesteros (y está Valerosas II). No por casualidad, las tres propuestas se ofrecen juntas en amazon.es.



En Argentina, Chirimbote, editorial infantil con mirada de género y autogestiva, instaló la noción de las antiprincesas hace un par de años. También son biografías pero de latinoamericanas. La colección de libros Antiprincesas nació en abril de 2015, “pero las venimos pensando desde hace mucho tiempo, porque veíamos que las chicas sólo tenían como referentes a las princesas de Disney, y pensamos que sería bueno darles una alternativa más real, que pudiera hacerlas sentir más libres e independientes. Nos dimos cuenta que los varones también son afectados por esa imagen del príncipe azul y salvador, que no se corresponde con una realidad donde las mujeres estudiamos y trabajamos para llegar a ser alguien por nuestra propia cuenta. Así surgieron también los Antihéroes, que son héroes también, porque hacen cosas que perduran en el tiempo, porque enfrentan miles de situaciones para salir airosos, pero también pensamos que no solo son hombres que lucharon y ganaron todas las batallas, como a veces se pretende que sean los héroes, sino que también se puede sobresalir desde lo masculino haciendo otras cosas”, cuentan en su web. Frida Kahlo, Violeta Parra y Juana Azurduy son algunas de las biografías ilustradas que intentan incorporar variedad a los modelos tradicionales de mujeres de cuentos.

“Las feministas e incluso el mercado literario está encontrando un lugar para el disenso frente a ciertos estereotipos femeninos, reivindicando figuras femeninas relegadas o incluso presentando mayores contradicciones entre la relación femenino-masculino. La colección antiprincesas, es uno de los ejemplos que pone en relieve la vida de mujeres trascendentes. Eso no impide reconocer los mecanismos de perpetuación, que continúan expresándose a través de innumerables relatos, y que en nombre de la identidad y la tradición se estructuran bajo el modelo patriarcal y heterosexual de familia”, comentó a este diario Mara Lesbegueris, autora de ¡Niñas jugando! Ni tan quietas ni tan activas, de Editorial Biblos (ver aparte).

En su libro La construcción de género en la Literatura infantil y juvenil (LugarEditorial), Graciela Perriconi aborda cómo se construyó la subjetividad femenina en la LIJ en las últimas décadas, entre otros temas. Consultada por este fenómeno actual, dijo: “Podríamos aseverar que la novedad literaria de este tiempo es la de animarse a mostrar subjetividades que se constituyen precisamente a partir de los desvíos, rupturas y disensos que son capaces de establecer respecto de esos modelos hegemónicos y los roles sociales recomendados. Hablamos de los relatos que problematizan las formas tradicionales de maternidad y proponen configuraciones familiares y sexuales alternativas” (ver aparte).

Con el acento puesto en romper con los estereotipos, las nociones tradicionales de familia e identidades de género Oasis, Cuentos para niñxs, surgió hace cuatro años como librería virtual. Por la misma época también surgieron editoriales como Muchas nueces y Molinos de Viento. Un clásico de la primera es La princesa guerrera, que se termina enamorando de una mujer, y de la segunda Anita y sus dos mamás, que cuenta la dinámica diaria de las familias diversas. En igual plan, rompiendo estereotipos, en 2016 surgió un proyecto de crowfounding en España que trabaja con la reescritura de los cuentos clásicos con la idea de “desprincesarlos”. Érase dos veces lanzó este año la reelaboración de El patito feo, Rapunzel y La ratita presumida. “Rapunzel es una mujer que espera, espera y espera. Con un modelo de príncipe que es el de siempre: el rescatador de la dama en apuros... ¡qué rollo! En Érase dos veces hablamos de cómo el miedo te ata, presentamos una Rapunzel que busca en su interior la valentía y un príncipe con una masculinidad poco habitual en los cuentos clásicos: no le dice a Rapunzel lo que tiene hacer, le gusta cuidar de los demás con amor e incluso sabe tejer!!!!”, cuentan desde su web.

En noviembre de 2015, Witherspoon ya había aprovechado un discurso para hablar de lo que es importante para ella. En la gala Women of the Year de la revista Glamour cuestionó la pregunta que todas las historias ponen en la boca de chicas y mujeres cuando hay que resolver un problema –“¿qué hacemos ahora?”–, siempre mirando al chico del guión, esperando que él sea quien traiga las soluciones. Desde ese año creó una productora propia y todas sus películas y series cuentan historias de mujeres en diferentes etnias, ocupaciones, trabajos; chicas que “no son buenas o malas, son  audaces, malditas, peligrosas, como las mujeres reales de nuestras vidas”, dijo la Witherspoon.

Tal vez ésta sea una de las propuestas discursivas más ricas, en la que la perspectiva de género aparece de manera más sutil, en cada decisión argumental y artística tomada por quien escribe. 

En ese sentido, en un artículo para la revista Desdeelpie.com, la profesora de literatura y especialista en infancia Florencia Elgorreaga valoró una experiencia local, cuando la editorial Abril, entre 1953 y 1958, publicó El diario de mi amiga con la participación de guionistas como Héctor Oesterheld, Conrado Nalé Roxlo, Boris Spivacow, Alberto Ongaro y excelentes dibujantes, como Breccia y Pratt. También abrió interrogantes sobre algunas propuestas infantiles atravesadas por lo políticamente correcto. “Se proponen muchas veces –sostuvo la especialista– como alternativa a los cuentos tradicionales las biografías de mujeres que se han destacado en su actividad. Naturalmente, nada lo desaconseja. Pero la realidad costumbrista no puede ser el único alimento de la fantasía. Es más, la identificación con sujetos –o sujetas– que han vivido, cuando es única, tiene los límites de un camino ya recorrido. La múltiple fantasía permite procesar y recrear los deseos propios. Las niñas y los niños que no han leído textos de realidades diversas, fantásticos, realistas, ubicados en contextos históricos y geográficos variados tienen más dificultades para desarrollar conocimientos sociales, empatía con el otro y posibilidades de distinguir claramente la realidad de la fantasía”.”Todo esto no significa que no haya que promover la escritura, edición, divulgación de una nueva literatura infantil, con perspectiva de género, y también con valores vinculados a los derechos humanos y sociales. Pero lo que ninguna propuesta para los chicos debe dejar de lado es el espacio para la aventura, la fantasía, la imaginación. Los relatos solemnes y aleccionadores, la ‘moraleja’ más o menos explícita no produce emoción ni empatía, no logra internalizarse ni movilizar los sentimientos propios”, agregó. 

Porque como viene diciendo el grupo de artistas feministas Guerrilla Girls desde los 80: “cada una de las decisiones estéticas esconde un valor por detrás”.