Desde Brasilia
Antes de ser el juez más influyente de Brasil, Sergio Moro, idolatrado por las derechas debido a su hostilidad hacia Lula, escribió un trabajo sobre la causa Mani Pulite italiana cuya versión tropical (algo deformada) es el proceso Lava Jato, según él mismo lo ha afirmado. En “Consideraciones sobre Mani Pulite” Moro destacó la necesidad de estrechar los vínculos entre jueces y medios, como requisito para enfrentar exitosamente al sistema político, al que consideró irremediablemente corrupto. Más adelante el texto reconocía que la virulencia de los ataques judiciales llevaron al suicidio de algunos acusados sin pruebas y al surgimiento de Silvio Berlusconi.
Siguiendo la doctrina y la práctica de Moro, que enseñan como violar la ley para dar caza a los enemigos, la semana pasada tres camaristas de Porto Alegre sentenciaron a Luiz Inácio Lula da Silva a doce años y un mes de reclusión amenazando su postulación en los comicios de octubre en los que se proyecta como favorito. El fallo del miércoles allanó el camino para su eventual prisión en marzo, tras el fin del carnaval, de acuerdo con algunos columnistas. Otros estimaron que la detención será postergada debido al riesgo de que desate un “incendio” popular, como advirtió el juez del Supremo Tribunal Federal Marco Aurelio Mello.
En sus alegatos los miembros del tribunal de apelaciones de Porto Alegre convalidaron la condena de un imputado contra el cual no hay pruebas fehacientes: a Lula se lo acusó de haber recibido ilegalmente un departamento en la ciudad balnearia de Guarujá pese a que éste sigue siendo propiedad de la constructora OAS. Moro, en su condena de primera instancia, tampoco pudo demostrar que el inmueble, en la popular playa de Guarujá, pertenece al ex tornero mecánico.
El balance de las casi diez horas de audiencia en el Tribunal Regional Federal 4 indicó que sus tres miembros avalaron, en términos generales, los atropellos cometidos por el Lava Jato. Desde su inicio en 2014 ese juicio convalidó la invasión de conversaciones entre procesados y abogados, estiró las detenciones preventivas para ablandar a los remisos colaborar y pinchó un diálogo entre Dilma Rousseff y Lula, en marzo de 2016, probablemente con el apoyo tecnológico (anche político) de los servicios de inteligencia estadounidenses según estimó Cristiano Zanin, defensor del ex presidente.
Esa sospecha tiene asidero dado que meses antes de la violación de la llamada entre Lula y Dilma, la agencia norteamericana NSA había captado miles de comunicaciones en los despachos del gobierno y la petrolera Petrobras.
De Mani Pulite Sergio Moro aprendió cómo fue demolido el sistema de partidos italiano a partir de 1992 –primeras revelaciones sobre la trama de “Tangentópolis”– bajo el pretexto de purgar la misma corrupción que resucitaría a partir de 1994 con el ascenso de Silvio Berlusconi.
Pero en su traslación de Italia a Brasil Moro cometió algunos equívocos.
La caída del sistema peninsular tuvo entre sus principales víctimas a la conservadora Democracia Cristiana aliada del Vaticano y la Mafia, y bien relacionada con los servicios de inteligencia estadounidenses en su condición de partido hegemónico tras el fin de la segunda guerra mundial y la caída del fascismo. Otra fuerza afectada por el derrumbe fue el Partido Socialista, socio de los democristianos, mientras el por entonces ascendente Partido Comunista Italiano (amigo histórico del PT) sufrió efectos colaterales.
En cambio el Lava Jato, a diferencia de Mani Pulite, descargó su munición sobre la izquierda, encarnada en Lula y el PT, y fue benévolo con las fuerzas conservadoras. Tampoco castigó con dureza a la mayoría de los empresarios ni a los ejecutivos de Petrobras sobornados con millones de dólares, casi todos beneficiados con la libertad condicional. El ejemplo más inmediato de esa doble vara, dura con los petistas y dócil con los coimeros, fue el empresario Leo Pinheiro, de la constructora OAS, a quien el miércoles se le redujo a un tercio la pena en aparente recompensa por delatar a Lula.
Casi doscientos mil intelectuales y políticos de todo el mundo, como los ex presidentes Cristina Fernández de Kirchner y el uruguayo José Mujica, firmaron un manifiesto titulado “Elección sin Lula es Fraude”. Posiblemente un caso como el del acusador Pinheiro y el condenado Lula no habría prosperado en los estrados de Italia. Esto porque allí las “delaciones premiadas” se aplicaban en procesos contra la Mafia y no en casos como Tangentópolis, explicó el fiscal jubilado Gerhardo Colombo, uno de los responsables de Mani Pulite, al recibir a este diario en su oficina de Milán el año pasado. Colombo, evitó ser categórico en sus respuestas, pero consideró apropiado que Lula lleve su caso ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
La posibilidad de que el líder petista sea impedido de participar en las presidenciales del 7 de octubre fue celebrada por las agrupaciones conservadoras y resucitó las especulaciones sobre la candidatura de un outsider. Entre los nombres que volvieron a barajarse estuvo el animador televisivo Luciano Huck, que de postularse lo haría como el candidato directo de la cadena carioca Globo. Huck no sería un calco de Berlusconi, pero de todos modos se le asemeja por sus posiciones derechistas y su recetario de propuestas para administrar el país como si fuera una empresa a salvo de toda “contaminación” política.
También presentó su postulación el ex presidente Fernando Color de Mello, aquel que en 1989 fue “fabricado” por Globo para derrotar, a Lula en las primeras elecciones directas tras el fin de la dictadura. Otro que intentará sacar partido con la exclusión del petista será el capitán retirado y diputado Ja ir Blasonar, ubicado segundo en las encuestas. Los émulos de Berlusconi o Trump fían sus esperanzas de triunfo en la ausencia de Lula, cuya popularidad posiblemente volverá a crecer tras la condena, señaló Mauro Paulino, director de la consultora Bataola.
Aquí vuelve la comparación entre el Brasil del Lava Jato y la Italia post Mani Pulite. Y el caso brasileño parece ser peor porque en la península el triunfo del “Caballerie” hace 24 años fue en elecciones técnicamente limpias, al contrario de las brasileñas, que podrán estar marcadas por el signo de la proscripción. Si así fuera será la institucionalización de un régimen post-democrático.