Siempre que se busque una historia policial que ofrezca algo más que persecuciones veloces, tiros y sangre regada en cada cuadro, allí estará Harry Bosch, el detective de la mirada triste, bebiendo una cerveza en el balcón de su loft, esperando a que los espectadores disfruten de tres intensas temporadas.
La serie está basada en las novelas de Michael Connelly, un escritor yanqui de policiales que bautizó a su protagonista, el detective del Departamento de Policía de Los Angeles Harry Bosch inspirándose en el pintor pintor holandés Hieronymus Bosch, más conocido como El Bosco. Ya eso redime a Connelly, que encima se mete en la farragosa labor de seguir de cerca la realización, interviniendo en el proceso creativo.
Pero además el escritor, con experimentado plumín, eligió para Bosch un perfil que dibujó con tinta espesa, que combina sangre, oscuridad, drama, y un vínculo edípico trágico: su madre, una prostituta de Los Angeles, fue asesinada, ese crimen quedó impune, y eso no se olvida, más bien funge en obsesión.
Harry Bosch es Titus Welliver. Y Titus es un actor tremendo, aunque no del todo valorado por las industrias cinematográfica y televisiva norteamericanas.
El fulano trabajó en series notables, como Expedientes X, Prison Break, The Good Wife, NCIS, Suits, Agents of SHIELD, CSI, entre otras, y en filmes standard pero de taquilla grossa, como Transformers: La era de la extinción.
Parece ser, sin embargo, que nadie encontró el papel que lo lance al estrellato, aunque tal vez el bueno de Titus tampoco aspire a ello.
Bosch no es lo que se dice un amante de lo políticamente correcto, y sus superiores lo ven como un problema en varios sentidos. Su jefe inmediato quiere hundirlo, lo llama arrogante, escoria, le juega en contra en un juicio en el que una fiscal que lo tiene en la mira lo acusa de haber matado a un sospechoso desarmado, En fin, pocos amigos entre quienes deberían ser sus amigos.
Como los homicidios que el detective investiga, la serie se presta a que el espectador vaya armando el rompecabezas de una trama cuyas piezas son dosificadas a cuentagotas. A Bosch le cuesta arrancar. Pero cuando tomó carrera, que lo pare el que pueda.
Ya lleva tres temporadas, y la cuarta sólo espera fecha de estreno. Mientras tanto, vale la pena saber algo: si quienes la verán no leyeron las novelas de Connelly, cuando les entren a esas páginas no podrán dejar de relacionar a Bosch con el rostro de Titus. Si las leyeron, entenderán que uno de los logros de la serie fue el casting, ya que difícilmente otro actor pudiera interpretarlo mejor que Welliver.
Hablando de libros, la primera temporada se apoya en las novelas Ciudad de Huesos, Echo Park y La rubia de hormigón. En la segunda, el productor y realizador Eric Overmyer, junto a Connelly, eligieron versionar Pasaje al Paraíso, Cuesta abajo, y El Ultimo Coyote. Ya en la tercera, la novela inspiradora fue sólo una: El Eco Negro, aunque el autor tomó fragmentos de Más oscuro que la noche.
El ambiente que se muestra de Los Angeles es denso, tiene los clichés de todo policial, pero como la jurisdicción donde deambula Bosch es el Gran Hollywood, a menudo los bosques y la periferia de la gran ciudad son una escenografía que ayuda a descansar de los callejones oscuros, las avenidas de neón y los clubes de nudistas. Sin embargo LA está siempre presente, en cada escena, en cada crimen, en todo lo que se respira dentro de la tira.
Desde los ventanales del descomunal departamento en el que vive, Bosch puede avistar la ciudad como pocos deben hacerlo en la vida real, y tal vez sea ésa la menos creíble de las locaciones: nunca un detective de ficción tuvo un bulín tan cool, en Los Angeles o en Singapur.
La serie puede ser vista en la plataforma Prime Video, que el gigante Amazon lanzó en más de 200 países, entre ellos la Argentina. Quien no esté abonado, siempre puede tener un amigo o amiga que sí lo esté, y aún no haya visto Bosch.