Desde Curitiba a Fortaleza, desde el Mato Grosso a Río de Janeiro, el movimiento de mujeres de Brasil ultima detalles para participar del Paro Internacional del 8 de marzo. Toda la región se prepara para la huelga, pero específicamente en Brasil, estas preliminares, que empezaron la semana pasada, estuvieron atravesadas por la noticia que sacude el país: la confirmación de la condena al ex presidente petista Inácio Lula da Silva que podría interferir en su candidatura para las elecciones de este año.
El miércoles pasado, a pesar de la ausencia de pruebas en su contra, el Tribunal Federal 4 de Porto Alegre confirmó la condena y aumentó la pena a 12 años del histórico dirigente gremial, quien aun así, después del fallo, ratificó su candidatura para las presidenciales de octubre. La noticia impactó sobre las organizaciones feministas brasileñas de distintos sectores, sindicatos y partidos, y la preocupación por este fallo se suma al temario de consignas de cara al paro, que incluye desde la criminalización del aborto hasta el golpe blando contra la ex presidenta Dilma Rousseff, que terminó de consumarse en septiembre de 2016, sin que tampoco se le pudiera probar ningún delito: “Estamos muy preocupadas por la ola de retrocesos que tuvo como punto de inflexión, con fuerte componente misógino, al impeachment a la ex presidenta. Ese golpe atentó contra las políticas de distribución de la riqueza y contra la ampliación de derechos de las mujeres y de las minorías sexuales que habían marcado, aunque con limitaciones, el pulso del gobierno anterior”, relata para PáginaI12 Iara Rocha, una de las organizadoras del 8-M en Petrópolis (Río de Janeiro) y presidenta del colectivo Inés Etienne.
“Este ataque mediático y judicial contra Lula” deja a la vista que “hay mucho trabajo por hacer, pues vivimos bajo la tutela de la mayor empresa de telecomunicaciones en Brasil, O Globo, la emisora que apoyó el golpe militar del 64 y hoy apoya al actual”, analiza Iara Rocha. “Prima la manipulación de la información. Un monopolio comunicativo priva al pueblo del derecho al acceso a la información. En estos días se celebran en Brasil innumerables reuniones para pensar cómo encararemos la jornada de protestas del 8M. Los feminismos no hacen caso omiso de este contexto. Esta serie de atentados contra la democracia, que ahora tiene una nueva expresión con la condena de Lula, nos impulsa a parar”.
“Nos organizamos en todas partes: en las casas, en las calles, en el trabajo, en las escuelas, en los barrios. Denunciamos las situaciones concretas pero sin dejar de interpretar la coyuntura”, dice el manifiesto que invita a la asamblea del próximo viernes 2 de febrero en Petrópolis, una de las tantas ciudades en las que se empieza a cocinar el paro. En ese texto denuncian los motivos que empujan a la huelga: “Paramos porque el capital nos somete a trabajos informales, precarios e intermitentes. Paramos porque la violencia económica aumenta nuestra vulnerabilidad ante la violencia machista”. También se suman a la lista, entre muchos otros puntos, la brecha salarial, que en la región alcanza en promedio el 26%, y la falta de reconocimiento de las tareas domésticas y de cuidado, que en Brasil, agrega tres horas de trabajo a la jornada laboral de las mujeres.
Esta semana se celebrarán asambleas por el 8-M en Río (el 30 de enero), en Victoria (el 31 de enero). Y ya las hubo en Santa Catalina (el 19 de enero), en Curitiba (el 20 de enero), en Recife (el 27 de enero). En esos espacios, según relata desde Río Driade Aguiar (integrante de Midia Ninja y de Fora do Eixo), se están gestando “las marchas y el paro general que este año tendrán un posicionamiento claramente antigolpista. Las críticas que desplegamos van desde el índice de femicidios hasta al plan neoliberal que lleva adelante el gobierno de facto de Temer. Este 8 de marzo Brasil le dirá no al golpe, no a la persecución de los opositores políticos. Pararemos el país entero”.