La semana pasada HBO estrenó la segunda temporada de Divorce (va los domingos a las 21), serie protagonizada por Sarah Jessica Parker sobre el fin del idilio entre Frances y Robert (Thomas Haden Church).
¿Comedia de reenamoramiento? Ni cerca. La ficción versa sobre los malabares que ambos hacen con las cenizas de su relación tras haber firmado la separación definitiva. Estos nuevos episodios comienzan con la firma de aquello que le da título a la serie. Según Parker, en la primera temporada “él era como un idiota, como si estuviera actuando como un bobo, y ella estaba un poco fría, era dura, enojada y punitiva”. Ahora los personajes buscan hacer las paces y construir su camino por separado aunque sea imposible por sus hijos y amigos en común. El trampolín para el humor son las marcadas diferencias entre ambos. “Puede que ahora tenga entre cero y dos mujeres esperando por mí, hasta un tipo”, le dice el sarcástico ex. En Divorce además de las buenas actuaciones, el timing alejado del nerviosismo, los personajes secundarios de peso, se esquivan las convencionalidades de este tipo de relatos que rozan la batalla de los sexos. “Ella está decidida a ser feliz; Robert está decidido a ser feliz. Ninguno de los dos quiere revolcarse en lo que los ha definido durante los últimos años. Simplemente quieren dejarlo atrás”, señaló Haden Church. Parker, que además es productora ejecutiva de la serie, declaró que su mayor interés era trabajar la temática de las relaciones adultas y la crisis de la mediana edad. “La segunda temporada es un poco más esperanzadora”, sintetizó la protagonista.