¿De qué sirven, realmente, los congresos? Por ejemplo esos de lenguas y literaturas. Se charla, se leen “papers” que se reciclan en varias conferencias, hay crítica fuerte entre estudiosos rivales literaria e ideológicamente. En este caso comencemos con lo benévolo y con humor. Por ejemplo, el escritor argentino hispano, Mario Paoletti (1941) que vive en Toledo, me dijo alguna vez que hay que ir a los congresos literarios, históricos y científicos para lograr una invitación al congreso siguiente. Estos académicos, que hablan bien de organizadores del momento y de los siguientes, parecen médicos recompensados por los laboratorios porque han recetado abundantemente los productos de una firma. Bueno, así se dedican a hacer turismo y lograr contactos interesantes, como ser editores, agentes, apoyo académico y financiero…
“No se puede tomar con liviandad. Las conferencias sirven para reunir a los investigadores y para lograr la mayor información académica posible. Sirven para conocer algo que no se conocía antes. Siempre se estipula que la investigación debe ser original. Una persona no académica que concurre a un congreso académico accederá a información nueva sea en la historia de los ferrocarriles o de actividades culturales. Hay que saber quienes eran las familias que vinieron, de dónde, qué tipo de negocios desarrollaron”.
“Se ha investigado mucho en estos caminos. La gente puede ir a los archivos, buscar documentación original y leer libros y tratados que se han escrito, además de aportar más información. Por ejemplo, la autora Geraldine Lublin reúne cinco memorias de galeses en el sur argentino y creo que sólo dos secciones han sido publicadas en imprentas muy pequeñas en la Patagonia. Las otras dos o tres no han trascendido, son memoria que no tiene difusión. Es útil difundir este material porque se conversa acerca del texto, se analizan las memorias, y uno quiere saber si esa gente se identifica más con el país de Gales, donde nunca han estado o si se identifican más con la Argentina. Hay que saber cómo se compaginan las dos identidades. La gente local, en su mayoría migrantes internos, dicen ‘conocer bien a los galeses’, pero no los conocen. (Memoir and Identity in Welsh Patagonia/ Memoria e identidad en la Patagonia galesa; voces de una comunidad de asentamientos en Argentina. Univesidad de Gales, 2017)”.
–Para esto hay que ver cómo se da o distribuye la enseñanza y el aprendizaje de idiomas extranjeros en Inglaterra, para los que cursan estudios en universidades inglesas…
–Hay pocos cursos sobre la literatura tomada individualmente por país. Se instituyeron estudios latinoamericanos, continentales. Y se suelen concentrar en los autores más famosos. En todo el Reino Unido, el total de las universidades reúne unos 50.000 estudiantes inscriptos en el primer año de la licenciatura. Hay muchos estudiantes parcialmente especializados en la lengua Castellana en el último año de la secundaria (el año del A-Level o Advanced Level /Nivel Superior, antes de ir a la universidad). Y hay unos 20.000 estudiantes que se concentran en Lenguas Modernas. Dentro de las lenguas Modernas, que son pocas (por ejemplo, había sólo dos mil estudiantes en todo el país estudiando alemán), bajó muchísimo. Francés bajó mucho también. Antes era el idioma más importante. Casi todo el mundo estudiaba francés y el segundo idioma solía ser el alemán. Los números actuales son de unos cinco mil en español, que ha crecido mucho a partir de, digamos, 1990. Sin embargo, el francés sigue siendo el idioma más importante y el que le sigue es el español/castellano que está casi igualando al francés. No es un buen panorama para las Lenguas Modernas. En mi país los estudiantes no ven la necesidad de tener otro idioma. En cambio, el portugués ha crecido de la nada, a partir de unos pocos estudiantes. Debe haber unos cinco mil. Ese es el panorama que abarca todo el país. Y dentro de los que están con el español habrá unos dos mil, quizás tres mil, que estudian literatura latinoamericana.
–¿Y adónde van con todo ese comienzo en un idioma extranjero?
–Tiene gran valor que todos los que estudian una lengua deben pasar un año en un país del habla que estudian, muchos quieren ir a la Argentina por seis meses o más en su tercer año. Estudian en las instituciones disponibles, hacen amigos, se instalan en un proyecto de trabajo. Antes iban con el British Council, que lleva muy pocos ahora y es muy competitivo y el presupuesto es limitado. Los estudiantes quedan enamorados del país, y quieren volver. Muchos insisten que viajen los padres.
–¿Por qué se hace un Congreso en España en 2018? ¿En eso participan Gran Bretaña, Argentina, España, como el de este año, “Diálogos culturales y políticos”? ¿Qué fin tienen estos congresos, será política, diplomacia, un objetivo específico?
–Esos congresos trabajan en conjunto a partir de un proyecto específico… El proyecto en este caso alienta la investigación académica. No es un proyecto político ni social. En este país hay un ente, algo así como el Conicet en la Argentina, que aquí se llama The Arts and Humanities Research Council (Consejo de Investigación de Artes y Humanidades) que organizó un gran concurso para que las universidades se presentaran a solicitar fondos para el desarrollo de un proyecto. Nosotros (la Universidad de Londres) participamos en colaboración con la Universidad de Manchester y las dos universidades, junto con la de Durham, ganaron sumas de dinero para desarrollar proyectos específicos durante cuatro años, de 2016 a 2020, con tiempo dedicado a estudiar un tema. El tema que seguimos nosotros es, “Si importa o no el lenguaje que se utiliza en la formación de las comunidades y como consecuencia, en las economías”. Es un tema muy amplio. Por ejemplo, decimos que las comunidades de las diásporas hispanas en todos los países de América del Sur, también en España, no sólo comparten una lengua que es la dominante. Hay mucho más. No siempre ocurre así. Existen grupos de fútbol y toda la maquinaria verbal de ese deporte, no importa en qué lengua se expresen los participantes, da igual. El deporte es lo que los une, pero el deporte no es como la lengua, no puede ser el factor dominante. Ocurre en otro extremo, por ejemplo en la música, tomemos la ópera. La gente se junta sin importarle el idioma lírico, italiano o francés, o ruso, primero porque ahora tiene subtítulos, también hay un seguimiento o una reunión en torno a la composición. Ahí el público es comunidad a pesar de la diferencia de la lengua. Dentro de ese gran tema hay un interrogante y un proyecto. Yo lo encabezo como que trata de la importancia o influencia de la lengua inglesa en la Argentina. La importancia histórica en este caso. Eso requiere investigar la importancia cultural y económica de la comunidad británica en la Argentina…
–Trasladado a otra instancia significa conocer el grado de fuerza de una comunidad y su lengua o las variantes en el idioma en que se expresa. Yo lo tomo como una proyección que se puede traducir, no en términos de idioma, sino en una forma de estimar el grado posible de influencia comercial o social. Prefiero, como usted, no usar el concepto de la medida de la influencia política.
–Si, es una forma de ver… Para nuestro proyecto teníamos la colaboración de dos universidades interesadas. Una era la Universidad de Salamanca con Guillermo Mira en representación de su institución en España. La otra colaboración posible venía de la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca. Pero la Universidad del Sur ya trabajaba con la Universidad de Sevilla en el estudio de lenguas en los siglos XVIII y XIX a través del Archivo de Indias. Ellos propusieron trabajar con Sevilla, donde los costos aparecían más bajos que en Bahía Blanca, por cuestiones de traslado, etc. El objetivo era estudiar el impacto de la comunidad británica, los comerciantes ingleses, los mercaderes que sabemos que a partir de 1806 ayudaron a impulsar la Revolución de Mayo.
–¿Qué impacto tuvieron y tuvo importancia la lengua de los diferentes imperios? La base es el imperio español, pero le siguen de cerca los ingleses y también los portugueses a partir de 1808.
–Supongo que hubo cierta influencia. Hasta cierto punto. Pero hay que considerar que a poco (diez años) de la declaración de la independencia en Tucumán y luego de 300 años de colonia castellana, se instala en esa ex colonia un periódico semanal totalmente en inglés, The British Packet and Argentine News. ¿Qué nos dice eso? Muchas cosas, pero sin duda en primer lugar está el hecho que había suficiente número de anglo parlantes en esa tierra como para justificar la existencia de un periódico. Aun faltando la comprensión del idioma no se impidió el comercio.
–Entonces, ¿cómo lo hicieron?
–La pregunta quizás debería ser cómo cambió el lenguaje del comercio que pasaba del idioma del imperio centralizado (español) al dogma del Free Trade (Comercio Libre). Ese será un tema principal en esos dos días del Congreso en Salamanca. Tenemos que (re)pensar el tema del lenguaje en el comercio. Pensemos en estos interrogantes.
–Interpreto que dice que todavía tenemos mucho que estudiar en el desarrollo de un lenguaje para entender cómo se abre el comercio bajo diferentes dogmas políticos e ideologías. Supongo, me repito, que hay que conocer las sutilezas de las lenguas. No es suficiente que la gente diga que, “el nene va a clases de inglés o francés o alemán”, porque si no entiende no podrá encarar una negociación comercial.
–La gente que estará en el Congreso en esos días de octubre no hablarán de los problemas del “nene”. Más que lingüistas son historiadores especialistas en la evolución del mundo colonial a fines del siglo dieciocho y a través del siglo veinte. La pregunta central es ¿cómo empezó el capitalismo? enfocando principalmente a Argentina en su relación con España, primero, y luego con el Reino Unido. No vamos a descubrir ni explicar cómo empezó el capitalismo en sus más lejanos orígenes, pero si estudiar el capitalismo que vivimos hoy y como llegamos hasta aquí.
–Parece razonable, se toma como material de estudio a dos metrópolis que desarrollaron su capitalismo explotativo de distintas maneras. Una ex colonia maduró como centro comercial e intentó imitar a sus metrópolis, la vieja, española en transición o imitación a otra nueva como vía de desarrollo. Bueno, la Argentina es buen ejemplo del atraso económico. Vamos a llegar al fin del capitalismo y la Argentina seguirá tratando de entender como llegó al fin de una etapa sin participar del comienzo de la otra. Hay que leer al inglés Paul Mason, que escribió El fin del capitalismo hace dos o tres años y al griego, ex ministro de economía, Yanis Varoufakis, que promete el fin del liberalismo capitalista.
–Bueno, esa es su forma de ver la situación. Eso se discutió en febrero en Sevilla, de ahí pasamos a Salamanca, en octubre. Vamos a tener a Juan Marchena Fernández, gran historiador del mundo colonial y sobre todo conocedor del mundo naval, los viajes y las batallas, lo comercial y lo político, ya que todo está asociado. Marchena Fernández está en la Universidad Pablo Olavide, de Sevilla, y estará también Manuel Chust Calero, en Barceolona. Entre otras cosas es especialista en las independencias. A mi me interesan las independencias, el proceso independentista, la incursión y el choque, entre el viejo mundo hispánico comandado por el imperio de los virreyes y el paso al “Nuevo Mundo”. Luego, la colisión que representó la llegada del mundo capitalista, británico y francés, y su comercio. ¿Cómo fue el impacto? A Salamanca vamos porque lo propuso el argentino Guillermo Mira, también colaborador en el proyecto. Su punto de vista es más bien siglo XX. Su interés se radica en lo que han llamado la “guerra sucia” en la Argentina y sobre todo en como llegaron las relaciones entre británicos y argentinos al siglo XX. ¿Cómo se heredó un siglo de relaciones no siempre claras y llegaron al siglo XX? Opino que lo que proponemos nosotros y nos preocupa quizás más ya no parezca tan importante para el siglo XX. Mira quería enfocar en temas más cercanos, como ser la guerra de las Malvinas. En lo que hace al siglo XX la conferencia de Salamanca concentra lo investigado en el trabajo del historiador inglés David Rock, por otra parte en su propio trabajo (La colonia olvidada, etc.), donde la genealogía de los británicos en estos períodos enfatiza la importancia de la cronología de la formación de la Argentina moderna.
–Esa información social, histórica, política, ¿la puede usar un gobierno para mejorar las circunstancias en que viven los herederos de una cultura o una sociedad inmigrante?
–Ojalá, ojalá, ahí está uno de los problemas que tenemos en un mundo académico. Tenemos mucho conocimiento, muchos expertos cuya producción no se traslada al mundo de la política. Nosotros pensamos saber cómo se puede traducir ese conocimiento, cosa que se puede aprovechar, en mejoras para una política cultural y el comercio, también en la aproximación… Pero nadie nos hace caso. (Risas)
–Históricamente, el Foreign Office se caracterizaba por convocar a académicos viajeros para transmitir lo que se sabía a nivel oficial, también para recibir o pedir información sobre lo que se podía aprender.
–Sí, sigue habiendo un diálogo valioso, pero antes los funcionarios de relaciones exteriores se interesaban en conocer información o análisis nuevos.
–Y en el lugar de destino le decían espías a los académicos…
–No tanto. Sucedió en algunas circunstancias. Pero eso era más usual cuando los funcionarios hacían cierta ostentación de los académicos expertos. Los buenos estudiosos no se prestaban a eso. En el British Council, la rama cultural de las relaciones exteriores, sucedía igual. Se han recortado los fondos. Ya se sabe cómo es. Hay poca gente en el Foreign Office con mucho que hacer. Yo creo que ha habido una tendencia en los últimos veinte años de hacer políticas sobre la base de números, estadísticas, y no en base al conocimiento adquirido. Se usa ese estilo de consulta todavía, si bien ya no tanto. Por ejemplo, si se necesita una visión más amplia sobre Argentina, se convoca a un grupo de especialistas para conversar en un formato abierto. Los escuchan, concurren a nuestras conferencias y congresos, muestran interés. A nivel personal tienen muchísima curiosidad. Pero a la final, son empleados públicos. Podrían, querrían, llevar toda la información adquirida a un buen nivel, pero aunque se sugiera como usar esos datos y qué hacer es otra cosa. Tendría que venir la orden del jefe del Foreign Office, en este momento el ministro Boris Johnson. Pero en este momento está totalmente metido en el tema Brexit.
–Quizás el ministro se pueda interesar en Sudamérica, justamente debido al Brexit. Gran Bretaña tiene que explorar nuevos mercados.
–Quizás digan que haya que reconstruir o fortalecer relaciones con Sudamérica… ¡Ojalá! Pero no es una cuestión del grado de interés. No tienen presupuesto para invertir en la acción cultural y académica. Hay un British Council muy fuerte en Buenos Aires y en otras partes. Por ejemplo, en septiembre hicimos una gran conferencia de cineastas mujeres latino americanas. Invitamos a directoras de Colombia y Perú. Pero para lograr tramitarle una visa para viajar a Londres, una peruana tenía que hacerlo a través del Consulado en Río de Janeiro. Me parece horroroso. Han reducido la representación en Lima dejándola con dos personas o algo así. Todo el papelerío tiene que ir a Río de Janeiro y luego ser devuelta. Qué pena, porque se recortan fondos, nos atrasamos en el conocimiento y vamos abandonando lugares por no tener dinero. ¡Es muy triste!
–Usted lo describe como si fuera un problema generado en la Unión Europea.
–No… lo positivo es esto: yo estoy contra salir de la Unión Europea, es ridículo ese retiro. Hay que pensar también que desde ahora podremos volver a abrirnos camino en ese mundo más allá de Europa. Antes teníamos buenas relaciones con muchos países no europeos. Nos ayudaron mucho en las dos grandes guerras del siglo veinte. Y después los abandonamos. Nueva Zelanda, Canadá, Australia, India, todos esos países nos ayudaron tanto. Ahora es más difícil entrar en el Reino Unido si sos de Canadá, por ejemplo, que si sos de Rumania o Lituania, que están en la UE. Pueden entrar y salir cuando quieran. Espero que con el Brexit se extienda la mirada al mundo y espero que eso incluya a toda Sudamérica, no sólo Argentina. No sé si los argentinos nos volverán a recibir, quizás no, después de Malvinas. Pero, vamos, estoy hablando de lo que yo quisiera.
–Interesa su descripción del Reino Unido después de Brexit. Pero, ¿qué pasa si gana el laborismo en la próxima elección en 2019?
–No tengo idea. El laborismo, al que estoy afiliada igual que usted, no está muy a favor de Europa. El partido no es tan antieuropeo como los conservadores. Pero tampoco está a favor de seguir siendo miembros de la UE. No sé lo que vendrá.
–El laborismo nunca conoció el mundo muy bien. Fue el partido del trabajo, doméstico, del pueblo, populista en algunas de sus formas. Pero no fue el partido de la expansión mundial. Aclaro, fui afiliado del partido con carnet, durante años…
–También yo. No tenemos en el partido una visión del mundo. Quizás fue un producto de la educación tradicional conservadora lo que daba un concepto de expansión. El laborismo socialista no tiene esa visión, son/somos mucho más cerrados. Concentrados en la política doméstica. Creo que todas las cosas mal hechas fueron generadas por los laboristas, socialistas, la izquierda… Cerraron la escuela de idiomas del Foreign Office en la época de Gordon Brown como primer ministro laborista. William Hague, conservador, la reabrió. Eso sólo, transmite una vista más amplia del mundo. Desde siempre. El laborismo siempre buscó los votos en el frente interno. Entonces… no se, no tengo idea de lo que haría Jeremy Corbyn, jefe del laborismo, frente al Brexit. Creo que seria un fracaso mayor de lo que se puede ver ya. Si los conservadores no tienen un plan, ni A ni B, tampoco lo tienen los laboristas. Supongo que harían un “soft Brexit” (salida suave). La salida por el “hard/duro Brexit” sería un corte total y al diablo con las aduanas y las fronteras abiertas. El “soft” implica un intento de mantener el “status quo”, salir mediante algunos acuerdos, mantener otros. Vince Cable, el jefe del partido Liberal no quiere salir de Europa.
–Es un problema, aquí y en muchas otras partes.
–Si, lo es, pero por lo menos tendremos que fortalecer las relaciones con algunos países que no están en Europa. Yo estoy de acuerdo con eso.
–En el Tratado de Roma (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo) en marzo de 1957, además de un acuerdo económico el alemán Konrad Adenauer y el francés Christian Pineau querían un acuerdo que terminara con las guerras en Europa…
–El proyecto fue eso y lo sigue siendo. Pero tuvimos la guerra en Yugoslavia. Cuando fui a Grecia y hablaba con la gente en inglés (todos hablan en inglés) me decían, “Ganamos la guerra” (en la UE) pero ahora nos tienen en su poder total a través de los manejos económicos. En vez de una política de armas, “ahora tenemos una de política económica.” Se ven en una situación de la cual no pueden salir. El problema es el euro. Es una forma de dominación. Menos mal que en el Reino Unido todavía tenemos la libra esterlina. No sé como va a terminar esto. Va a ser muy duro para nuestro país. Este choque no hacía falta, pienso. Es un gol en contra. Pero si de eso resultan relaciones más fuertes con países como Argentina, tanto mejor.
–Eso me recuerda ¿por qué o cómo fue que nos conocimos en la Feria del Libro de Buenos Aires?
–Uno de nuestros colaboradores en este proyecto internacional de conferencias es la Universidad de East Anglia y ellos tienen el Centro Británico de Traducciones Literarias. Ahí está Cecilia Rossi, una argentina. Todos los años hacemos un curso en combinación con la Asociación de Traductores e Intérpretes. En la Feria dedicaron un “Día” a las traducciones y yo fui invitada para hablar de nuestras conferencias. Participaron unos veinte jóvenes, de entre 18 y 20 años. Fue muy bueno y útil.