La bandera del glorioso boxeo argentino volvió a subir a lo más alto del mundo. Desde la madrugada del domingo, el nombre de Lucas Martín Matthysse quedó anotado al lado de los de Carlos Baldomir y Marcos Maidana, los otros campeones mundiales nacionales del peso welter. Fue una consagración explosiva, con la firma y la aclaración del rudo peleador chubutense. Y en un escenario de leyenda: el Forum de Inglewood (California) donde en 1990, el tucumano Pedro Décima también se llevó una corona mundial (la de los supergallos del Consejo).
Cuando la pelea se había estancado en lo estratégico, cuando no encontraba la manera de prender a un rival más alto pero menos experto que él y empezaban a brotar los primeros silbidos del público en señal de disconformidad por las acciones mediocres, en el 8° round, Matthysse derribó dos veces al tailandés Tewa Kiram. La primera, con una derecha cruzada a la sien. La segunda, con una izquierda recta y profunda. Tan poderosa que el árbitro Raúl Caiz Sr, no se preocupó en abrir una nueva cuenta y ahí nomás, decretó la victoria del peleador chubutense al minuto y 21 segundos de esa octava vuelta. Al mismo tiempo que a Kiram se lo llevaban en ambulancia rumbo a un hospital cercano para controlarle la recuperación.
A sus 35 años y con un record de 39 victorias (36 antes del límite) y 4 derrotas, Matthysse es nuevo campeón del mundo, el 42° del profesionalismo argentino, porque supo reinventar su carrera a tiempo. Y porque después de dos derrotas rotundas (en 2013 por puntos ante Danny García en Las Vegas por el título welter junior del Consejo y la Asociación y en 2015 ante el ucranio Viktor Postol sólo por la corona del CMB) tomó decisiones dolorosas y en paralelo, inteligentes.
Primero, decidió subir de categoría: de welter junior pasó a pelear como welter en la inteligencia de que con 3,100 kilos más, ganaría en potencia y no tendría que apretar tanto el físico para dar el peso. Y luego, cambió su sede de entrenamiento: en lugar de trabajar en el gimnasio que su promotor Mario Arano tiene en Junín y viajar a Estados Unidos en la semana previa a cada pelea, aceptó concentrarse en Indio (California) a las órdenes del preparador Joel Díaz y someterse a una preparación mucho más exigente en lo atlético y en el guanteo con los sparrings.
Para un muchacho familiero, hijo, hermano y cuñado de boxeadores, enamorado de su esposa María, de su hija Priscila y también de sus perros, amigo de sus amigos de Trelew y de Junín y además, en sus ratos libres, eximio tatuador, estar lejos mucho tiempo de sus afectos más cercanos, resulta un suplicio. Pero debió entender Matthysse que hacía eso o su carrera en el primer nivel estaba acabada. De allí que el 7 de diciembre emprendió el viaje rumbo a esa pequeña ciudad del valle de Coachella y pasó las fiestas de fin de año sudando copioso y brindando con agua mineral.
Oscar de la Hoya también hizo lo suyo: siempre vio a Matthysse como un futuro campeón del mundo. Alguna vez vino por 48 horas a Buenos Aires para anunciar la incorporación a su promotora Golden Boy. Y más allá de aquellas derrotas con Danny García y Postol, nunca dejó de llamarlo por teléfono cada tanto para hacerlo sentir contenido. En mayo del año pasado, luego de 17 meses de inactividad lo hizo reaparecer una de las preliminares de Canelo Alvarez y Julio César Chávez Jr. y la “Máquina” (tal es su fe de bautismo pugilístico) devolvió la atención: noqueó en 5 rounds a Emanuel Taylor y ratificó que su vigor y ambición estaban vigentes.
De la Hoya quiso que en septiembre, Matthysse fuese semifondista de la pelea entre Gennady Golovkin y Alvarez. Pero el chubutense se plantó: “Fondista o nada” dijo. Y los dueños del negocio (De la Hoya y la cadena HBO) se lo aceptaron: ante Kiram (un tailandés de 25 años procedente del muay thai que nunca había perdido en su vida deportiva) cerró la cartelera.
En verdad, no estuvo inspirado Matthysse. Kiram lo complicó con su esquema conservador de piernas ágiles y un jab zurdo reiterado y profundo, pero no picante y le impidió tomar ritmo y trabajar con continuidad. Casi nunca había podido Matthysse (66,648 kg) conectarlo antes de la definición y no podía quitarse de encima el jabeo insistente de Kiram (66,405). Pero cuando tuvo la oportunidad, no la desaprovechó. Y con dos manos potentes definió el pleito que iba ganando en dos de las tarjetas (68/65 y 69/64) y perdiendo en la restante (68/65).
Ahora, al nuevo campeón del mundo lo esperan un ramillete de grandes peleas y millones de dólares: la unificación con el bicampeón AMB y CMB Keith Thurman o combates multimillonarios contra Manny Pacquiao, Danny García o el bicampeón superliviano Terrence Crawford figuran desde anoche en su agenda. Matthysse está en una categoría de grandes valores. Ojalá no gaste a cuenta. Demasiado esfuerzo y demasiado tiempo invirtió como para que esta gloria se malgaste pronto.