Conocíamos dos vías de contraofensiva conservadora: la de la victoria electoral de la derecha, en Argentina; y la del golpe, como en Brasil. Ahora otro país, de forma sorprendente, se suma a esa ola: Ecuador.
Pero este país presenta una alternativa: la recomposición conservadora que nace desde adentro de los movimientos progresistas.
Es un mecanismo conocido en la política, así como en otro tipo de instituciones. Alguien que siempre fue segundo de un gran líder, vice, sub, de repente es elegido por ese líder para ocupar su lugar; pero no sólo no se muestra a la altura, sino que termina traicionando el mandato del que había participado y el mandato para el cual había sido elegido. Asimismo, pasa a acusar al líder que lo eligió como responsable de los problemas de su gestión. Hace un gobierno mediocre, burocrático, marcado por retrocesos, como transición para la recomposición de la derecha.
En el caso de Ecuador, se trata de la elección de Lenín Moreno para suceder a Rafael Correa en la presidencia del país. Aunque no fuera el candidato preferido de Correa –que era el vice de su segundo mandato, Jorge Glas–, al ganar la interna de Alianza PAIS recibió el apoyo de Correa, quien fue el protagonista fundamental de la campaña que llevó a Moreno a una victoria apretada en los comicios presidenciales.
Se sabía de su perfil más moderado, de su disposición para desarticular el clima de enfrentamientos duros entre Correa y la oposición –tanto mediática, como partidaria e incluso de algunos movimientos sociales–, pero no hubo ningún pronunciamiento suyo que pudiera apuntar hacia una ruptura con todo lo que ha significado la Revolución Ciudadana. Se suponía un cambio de estilo para enfrentar los problemas, la apertura de diálogo con sectores del campo popular que se habían distanciado del gobierno, formas más moderadas de tratar con los medios, pero que no afectaran el contenido de las políticas de la Revolución Ciudadana.
Sin embargo, ya la composición del gobierno y la supresión de algunos ministerios que representaban algunos de los cambios fundamentales que introdujo Correa daban señales de un tipo de gestión distinta. Después empezaron a surgir balances de la situación económica que incorporaban visiones de la oposición de derecha, sobre un supuesto endeudamiento excesivo del gobierno, sobre despilfarros, apuntando a un nuevo tema que terminaría distanciando decisivamente a Moreno de Correa: la existencia de corrupción en el gobierno anterior, del que el vicepresidente Jorge Glas seria el protagonista más conocido. Denuncias llegadas desde O Globo, de Brasil, de que Odebrecht habría sobornado a Glas y a otras personas vinculadas a él, fueron asumidas por Moreno como reales, llevando al alejamiento de Glas de funciones gubernamentales, hasta que él fue detenido en base a ese proceso y, más tarde, sustituido en el cargo de vicepresidente.
Pero, más allá de esa diferencias, se dio un vuelco esencial en la relación con el bloque de partidos de la derecha tradicional, algunos de los cuales pasaron a ocupar cargos en el gobierno, incluso en algunos puestos económicos estratégicos.
Paralelamente, se dio una batalla por el control de Alianza PAIS, el partido fundado por Correa para ser la base política de sostén de la Revolución Ciudadana. Con el control del gobierno, la facción de Moreno logró mantener el nombre de Alianza PAIS, aunque la gran mayoría de la militancia está con Correa. Este y sus seguidores han salido de AP y se proponen construir otro partido, vinculado a la Revolución Ciudadana.
El referéndum convocado por Moreno sintetiza el viraje conservador del gobierno y se ha vuelto el epicentro del enfrentamiento actual entre los dos grupos. Junto a una serie de cuestiones obvias, Moreno impuso el veto a la reelección de Correa, como tema central,(propone una sola reelección) además de desarticular un Consejo que descentraliza decisiones fundamentales del gobierno hacia organizaciones civiles, y termina con un impuesto que Correa había logrado cobrarle a las grandes empresas. La votación se realizará el próximo domingo 4 de febrero y, para ello, Correa ha regresado a su país, recorriéndolo en una campaña sistemática de difusión de la conciencia política sobre el viraje que sucede en Ecuador.
Es una ruptura irreversible entre dos sectores que han protagonizado juntos la Revolución Ciudadana, proceso que ha trasformado de manera formidable a Ecuador por más de una década. Como es un fenómeno nuevo, no está claro el futuro del país y de la izquierda ecuatoriana. Lo que es cierto es que se ha configurado un nuevo bloque conservador en el gobierno, que recibe el apoyo de la derecha tradicional y de sectores de los movimientos sociales que tenían conflictos con Correa. Mientras que éste y la reconstrucción de un partido que proponga la continuidad de lo que fue su gobierno son claves para el futuro de la izquierda ecuatoriana.