Las orquestas infantiles y juveniles pasaron un año difícil en la Argentina, con un gran programa virtualmente desmantelado (el de orquestas y coros del Bicentenario, del Ministerio de Educación) y reducciones presupuestarias en general. Algunas, felizmente, continúan su trabajo y van por más. Es el caso de la Orquesta Escuela Juvenil de San Telmo, un proyecto socio educativo que lleva ya tres años creciendo en este barrio porteño. Hoy a las 17.30 darán un concierto especial como cierre del año, y lo harán por el barrio, en el Teatro Bambalinas (Chacabuco 955) y con Xavier Inchausti y Néstor Garnica como invitados especiales.

Hoy son unos 130 niños, niñas y jóvenes de entre 6 y 18 años, los que todas las semanas se reúnen a tomar sus clases de instrumento y de teoría, a ensayar y a compartir música con sus pares. Lo hacen en un predio perteneciente al Museo de la Ciudad, en la calle Defensa, con catorce docentes a cargo. Los instrumentos son provistos por el Programa Social de Orquestas y Bandas Infantiles y Juveniles, que depende del Ministerio de Cultura de la Nación, y los salarios de los docentes e insumos se gestionan a través de Templar Asociación Civil, que administra las donaciones, subsidios y padrinazgos. Así es como la orquesta logra proporcionar en forma gratuita todo el material necesario, incluyendo las meriendas, las salidas educativas, los traslados a los conciertos y las clases magistrales.

El concierto de hoy será la oportunidad para que los chicos muestren todo lo que aprendieron en un repertorio amplio que abarca música clásica, tango, folklore y jazz, y que esta vez se detendrá en hitos como “Adiós Nonino” de Piazzolla o “El cosechero” de Ramón Ayala. Así se lucirán las tres orquestas del proyecto, en sus distintos niveles: la inicial, la juvenil y la camerata, un ensamble de niños pequeños. “Más allá de esta división que aparece a los fines formativos, cuando los chicos están tocando juntos, la edad no importa”, destaca Clara Ackermann, directora de la orquesta y tenaz defensora del proyecto. “A lo mejor el más chico toca mejor que el más grande, pero uno apoya y ayuda al otro, en diferentes aspectos. En ese sentido la música, al ser un lenguaje universal, es siempre un puente”, define.  

Lo recaudado con el bono contribución que se cobrará en este concierto servirá, entre otras cosas, para comprar un más que necesario nuevo bandoneón: la orquesta tiene hoy cinco alumnos de este instrumento (de entre 8 y 15 años) y un solo bandoneón que va pasando de mano en mano y de rodilla en rodilla. Al que además, cuentan los integrantes de la orquesta, le está haciendo falta una afinación, para la que hoy deben invertir unos diez mil pesos.

“A través de la actividad musical los niños desarrollan habilidades y valores, aprenden a compartir, a trabajar en equipo, adquieren una sana disciplina y autoexigencia en el trabajo, despiertan el interés por lo nuevo, por los desafíos, construyen la autoestima y seguridad en ellos mismos”, se enumeran las posibilidades que abre un proyecto de este tipo, los logros que claramente van más allá de lo musical. “Todos los valores, el conocimiento y las herramientas que los chicos reciben en su formación, pueden ser luego aplicados a cualquier ámbito, por eso se está promoviendo la integración y la inserción laboral y social”, se explica.

Ackermann dice que hoy sienten que todos estos objetivos son logros concretos y palpables, y que van por más: “Queremos abrir un sector para niños con discapacidades con gente especializada, incluir danzas folklóricas, coro… Proyectos, tenemos muchos”, sonríe. Algunos de ellos están detallados en la página web www.templarasociacioncivil.org.

“Los chicos están tocando bárbaro y recorren un repertorio muy variado, son capaces de reconocer técnicamente cómo tocar tango, música clásica o folklore”, se alegra la directora. “Están tocando mucho, y muy bien. Este año tocamos en el Auditorio de Belgrano, donde convocamos a 1300 personas junto a una compañía de bailarines sordos. Son logros importantes. Estamos muy orgullosos y queremos más”.