Irreverente ante los anuncios de sus siempre inminentes muertes, el tango ha sabido reinventarse muchas veces a lo largo de su historia. En una amplia galería de reanimadores y redentores del género ciudadano por excelencia podrían estar Carlos Gardel, Julio De Caro, Osvaldo Fresedo, los Alfredo Gobbi, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Roberto Goyeneche, por nombrar algunos de los que con distintas terapias contribuyeron a la continuidad de un nombre hecho de distintos estilos. Y también tendría que estar Astor Piazzolla, seguramente la figura más influyente en la música latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Justamente de la usina piazzolliana se desprende Pablo Ziegler, pianista, compositor, arreglador, crecido en el jazz y desarrollado en el tango, músico de formación e instinto que le permiten además atravesar con comodidad las aguas del universo sinfónico y de cámara.
Hace años que Ziegler conduce una de las herencias posibles de espíritu del tango en busca del diálogo con otras naturalezas sonoras. Lo hizo con el repertorio de Piazzolla y con el propio, manteniendo por sobre todo la idea de intimidad y sensualidad. El trío, con guitarra y bandoneón, resulta además una formación ideal para conjugar las posibilidades de apertura que otorga la improvisación con la sensibilidad de la conversación entre las partes, bien asentada en los arcanos de los estilos ciudadanos.
Con este reconocimiento al Jazz Tango de Ziegler se abren nuevos caminos para el género entre el intrincado territorio del jazz latino. Pero, sobre todo, se consolida la continuidad del tango como esencia de una música en permanente movimiento.