La pintura para Germán Gárgano (Buenos Aires, 1953) siempre fue una elección vital y resistente, que el artista tomó cuando estuvo largos años preso por la dictadura.
Su pintura, muy potente, puede partir del cine, la música, de citas pictóricas, de sus múltiples lecturas; o de trasposiciones de escenas cotidianas reales o imaginadas, entre otras fuentes Y en este sentido, estarían evocando una narración. Sin embargo toda narración y toda evocación posible estalla y se disuelve en la aplicación apasionada del gesto y el color, que se imponen.
En estos días, el pintor está presentando una muestra antológica que recorre, a través de más de una veintena de pinturas (más algunos dibujos y obras de pequeño formato) un arco temporal de treinta años a lo largo de tres salas.
Apenas se atraviesa la puerta de la galería, el visitante se encuentra con las combinaciones de masas de colores vibrantes, distribuidos en manchas, trazos y gestos aplicados con mayor o menor materia.
La exposición no llegó sola, sino que el artista, a fines de 2017, publicó dos libros, uno ensayístico: Dimensiones de la presencia - La Pintura y el Discurso de la muerte del arte (publicado por Letra Viva) y otro, Germán Gárgano (Ediciones Fundación Vittal –y aquí, la “vitalidad” resulta una feliz coincidencia–) donde se resume su obra plástica, y que incluye un texto del artista y un ensayo de Ana Aldaburu.
Dimensiones de la presencia es un libro sobre la relación, también apasionada, entre psicoanálisis, arte y cultura, donde combina su saber y su práctica como artista con su formación como psicólogo. Aquí vuelca su compromiso no sólo con las ideas, sino fundamentalmente de la mirada y el cuerpo, con la pintura como materia y como lenguaje de lo indecible. De modo que los saberes se conjugan hacia un no saber, con un “lugar” al que apunta el corazón de la pintura. La defensa entrañable del hecho pictórico, porque surge de las entrañas.
El libro sobre su obra pictórica, tintas y gouaches contiene una conmovedora introducción donde Gárgano cuenta sus duros años de prisión (entre 1975 y 1982) y cómo en 1981, cuando el régimen carcelario se hace un poco más laxo, se aboca a la lectura profusa sobre la historia del arte y comienza a pintar. Luego de un tiempo, toma contacto con Carlos Gorriarena, quien le empieza a dar clases de pintura a través de un complicado sistema de correspondencia, y con quien luego, una vez liberado, seguirá estudiando y entablará una larga amistad. (Ver recuadro).
Gárgano es un artista muy compenetrado con la pintura y la teoría, capaz de sostener largas conversaciones sobre el hacer del pintor, el sentido de la pintura y contra los paradigmas en boga. En su ensayo Dimensiones de la presencia, por ejemplo, sostiene:
“Cuando el ojo no puede distinguir la diferencia entre un urinario y un urinario ready-made, entre unas Cajas Brillo en un almacén y las “Cajas Brillo” de Warhol, desde que a la diferencia se accede así por la Idea, la establece la Idea; y efectivamente lo que se ve es una idea. La diferencia entre arte y realidad, arte y vida, se “resuelve” en la Idea. Así, las Cajas Brillo se legitiman como obra en tanto “significado encarnado” (A. Danto) en la obra, que representa entonces en tanto significado, algo para alguien; y no la obra de arte en tanto significante encarnado en el cuerpo, que en tanto significante, representa a un sujeto para otro significante”.
En otro fragmento, explica que “la pintura es de lenguaje, un decir abierto a lo indecible, no idea o concepto. Un hacer de lenguaje, por su dimensión significante, que compromete mirada y cuerpo. Por el contrario, el lenguaje como concepto obtura toda división subjetiva. No se trata de un lenguaje del arte sino que el arte es de lenguaje. Así como pensamos porque hablamos, el cuadro pintado no es cuadro pensado; no se trata de un mapa de mi pensamiento”.
Para resumir algunas de las distinciones que el pintor obtuvo, puede citarse el Primer Premio de Pintura del Salón Manuel Belgrano del Museo Sívori (1986), la prestigiosa Beca Pollock-Krasner (1991). En el mismo año, el Museo Nacional de Bellas Artes adquiere su obra Réquiem, por intermedio de la Fundación Antorchas y de la galería CDS de Nueva York y el pintor realiza el mural cerámico Santuario (de 120 x 500 cm) para la estación Pueyrredón de la Línea “B” de Subterráneos.
En 1995 y 1997 gana el primer premio de pintura del Salón Nacional del Mar en Mar del Plata. En 2014 obtiene el Primer Premio de Pintura del Salón Nacional.
El lugar incómodo, visceral, que Gárgano postula para la pintura, la coloca lejos de cualquier conceptualismo. Hace diez años, en un texto que el artista rescata en su libro, escribí que “la matriz caótica de la pintura de Gárgano suma intensidad, profundidad, inestabilidad, en un desequilibrio difícil de conseguir… el artista nunca concentra la atención en un solo punto… Cuando hay tormenta, la hay por todas partes. Y si sospechamos encontrar una secuencia narrativa, rápidamente se disuelve en las formas y el color. Así, cada pintura resulta magmática, incandescente, nunca fragua ni se detiene en sus procesos proliferantes”.
En otro texto de la misma época, quien firma estas líneas decía, “el primer efecto sobre la percepción es alucinatorio: formas y colores que se distribuyen de un modo compulsivo sobre la tela. Fuerzas centrífugas y centrípetas inundan el campo de batalla del cuadro. El modo en que Gárgano usa el color es tan contrastante y chirriante que casi resulta audible, porque las combinaciones de los colores y sus frecuencias estallan ante el ojo. Pinta con una pasión notoria y contagiosa. Hay un temblor y una inestabilidad, una impresionante vibración en sus telas, que resulta siempre cuestionadora, de nuestro lugar, del lugar de la pintura y del pintor. Es una inestabilidad que grita y nunca se acomoda del todo: nunca sedimenta; nunca hace pie: no para de subir o bajar, no deja de ser inquietante. Sin embargo. pasado el primer impacto, el primer chirrido, los primeros sonidos provenientes de la tela, comienzan a organizarse las formas”.
* En el Espacio Modos, Nicaragua 5041, de martes a sábados, de 13 a 21, hasta el 5 de febrero.