El próximo domingo 4 de febrero la ciudadanía ecuatoriana deberá acudir a las urnas para votar en un referendo convocado por el gobierno, en abierta violación de las normativas constitucionales, para decidir si se destierra definitivamente de la vida política nacional a uno de sus más ilustres hijos, Rafael Correa Delgado. Ese, y no otro, es el objetivo de la consulta, cuestión que se pretende disimular con la incorporación de otras preguntas para evitar que se visualice con claridad el ataque ad hominen del gobierno de Lenín Moreno contra su predecesor. Huelga aclarar que la eliminación de Correa Delgado del paisaje político ecuatoriano es una vieja aspiración de la derecha que el actual presidente sorpresivamente adoptó como propia.
Esta acción no puede ni debe permanecer en silencio ante la inmoralidad que significa condenar de por vida al ostracismo político a quien fuera uno de los mejores presidentes de la historia ecuatoriana, que puso fin a un período de tremenda inestabilidad política, económica y social, y a un hombre profundamente consustanciado con la necesidad de promover la unidad de Nuestra América.
El Ecuador actual es un país maniatado comunicacionalmente por la oligarquía mediática, misma que actúa con la complacencia de un gobierno que ha optado, de manera suicida, por dejar en manos de grandes intereses empresariales el manejo de la comunicación social. En esas condiciones, la posibilidad de que una población desinformada y manipulada mediáticamente pueda responder afirmativamente a la consulta oficial y poner fin a la vida política del ex presidente Correa Delgado es motivo de profunda consternación para todas las fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina y el Caribe. A su claridad ideológica, a su apego a los ideales de los padres fundadores de la Patria Grande, a su auténtica vocación latinoamericanista le debemos decisiones fundamentales para la marcha de nuestros pueblos en pos de su Segunda y Definitiva Independencia.
En línea con estas fuentes de inspiración ofreció a su país para ser la sede de la Unasur, dotando a esta institución (hoy castigada por la reacción derechista predominante en varios países de la región) de magníficas instalaciones en la mitad del mundo. Tuvo también la valentía de exigir la salida de las tropas estadounidenses de la base de Manta y le hizo un enorme, impagable, favor a la causa de la libertad de prensa y de expresión a nivel mundial al ofrecer asilo diplomático a Julian Assange en la embajada del Ecuador en el Reino Unido.
Durante su gobierno el Ecuador fue un punto de referencia para todos los movimientos y las fuerzas sociales que en los cinco continentes buscaban un destino mejor para sus pueblos. Rafael Correa Delgado fue un gobernante que resistió a pie firme brutales ataques de las clases dominantes de su país y del imperio norteamericano, que no escatimaron ningún recurso, legal o ilegal, pacífico o violento, con tal de hacer fracasar a su gobierno, y no pudieron. Un eventual triunfo del sí en la segunda pregunta del referendo condenaría al Ecuador a prescindir, para siempre, del concurso de su más significativa figura política de los últimos cincuenta años y de un presidente que terminó sus diez años de gobierno con un índice de aprobación del 62 por ciento pese a los efectos desquiciantes de la caída de los precios internacionales del petróleo y los enormes costos de la reconstrucción del terremoto del 2016 que asoló la provincia de Manabí. Un líder inmensamente popular, dentro y fuera del Ecuador, que cambió definitivamente y para bien a su país hoy está en riesgo de ser desterrado para siempre de la vida política ecuatoriana. Pierde el Ecuador, y perdemos todos los latinoamericanos y caribeños. Llamamos a la reflexión de ecuatorianas y ecuatorianos para no incurrir en tan gigantesco desatino y dejar abierta la posibilidad de que el ciudadano Rafael Correa Delgado pueda seguir siendo un protagonista activo de la vida política de ese país y de toda Nuestra América.
* Ver el sitio: http://humanidadenred.org.ve