Jorge Crowe jamás pensó que terminaría haciendo música ni grabando su propio disco, pero incluso con una extraordinaria y vanguardista resolución en el formato físico, así cierra y corona los cinco años de Ludotecnia, su proyecto sonoro-visual-lúdico-lisérgico-radical. Hace ya una década que viene ligado a la divulgación de la electrónica como herramienta de expresión creativa, y trabajando como docente y desarrollador, por lo que un formato ad-hoc era fija para el álbum. Así confeccionó el circuito sonoro Neklops en una placa con forma de gatito de la fortuna: “La idea fue honrar en el diseño del dispositivo a uno de los personajes principales del set”.
En Ludotecnia confluyen elementos narrativos y objetos mecánicos de personalidad bien particular, como el maneki neko percusionista: “Toca el cencerro, le puse una especie de ojo, tipo cíclope. Siempre los juguetes mutan a lo monstruoso, y este conserva esa cualidad”. Ludotecnia creció objetual, visual, narrativa y musicalmente. Su sonido es identitario, fresco, oscuro, distópico y “muy acorde con esta falsa alegría en la que estamos sumergidos”.
Con objetos electromecánicos que hacen percusión en tiempo real y otros luminosos que funcionan para la ejecución de sintetizadores, más ocho cámaras controladas y secuenciadas, su complejidad estructural dejan a la música un margen para la improvisación reducido. “Es un viaje con paradas intermedias a las que sé que llego”, explica. “El guión es una secuencia MIDI, un protocolo con la ventaja de ser muy precario técnicamente: una comunicación serial por la que se lee y escribe MIDI sin mayor inconveniente. Así, podés vincular tu mundo casero con el de las máquinas industriales velozmente y con pocos recursos.”
Jorge buscaba también que la Neklops fuera una expansión sonora del álbum. “Si bien el circuito no es parte del disco, me gusta que contribuya a ese imaginario y que las personas tal vez puedan hacer sonido o música a partir de eso”. Es ahí donde reside esa vuelta de tuerca por la que el álbum puede ser descargado a través del código QR impreso en la placa, y el circuito es un juguete para explorar.
“Consta de un microcontrolador ATtiny85, un chip programable que permite por código asignarle funcionamientos o comportamientos. Usé código abierto de los checos Bastl Instruments, que tienen cosas súper interesantes, y tomé el código del Kastle y adapté el hardware a esto: tres osciladores, dos que se modulan entre sí y otro en paralelo, y dos botones que meten ruido blanco o algunos otros más modulados y erráticos. Hereda del Kastle su cualidad de soft y hardware abierto y está en mi Github, con las atribuciones correspondientes, el esquemático, el código y la placa, para quien quiera hacerlo.”
Tras largo rato armando sus herramientas, Jorge se sintió limitado por la tímbrica del DIY. “Quería explorar otra sonoridad. Casi todo lo del disco son sintes hardware industriales. La parte DIY pasa por los controladores MIDI que armo para ejecutarlos con juguetes. En lugar de usar una interfaz tradicional, como un teclado o perillas, utilizo objetos luminosos o motrices que terminan, a partir de mis controladores, enviando información MIDI al sintetizador. El desarrollo DIY está no tanto en lo sonoro sino en el control electromecánico de los sistemas de percusión y las cámaras.”
Luego de una presentación en México en febrero, Jorge retomará el trabajo en el arte sonoro con una muestra en Espacio Pla, vinculada a las cintas y los cabezales reproductores de casete y a su nuevo proyecto junto al artista visual Javier Plano, Dendronautas. “Ludotecnia es un formato, y no quiero terminar esclavo de ese formato.”