El dibujante rosarino Renzo Podestá es imparable. Su tarea le depara un continuo sinnúmero de proyectos, a partir de una trayectoria que le remonta a los pioneros años de los fanzines rosarinos y la organización de la AHÍ Rosario (Asociación de Historietistas Independientes). Publicaciones internacionales mediante, con vida en Córdoba, a la cabeza del sello Le Noise, un nuevo trabajo editado por el sello local Szama Ediciones, Perro, le trae de manera desdoblada a las bateas. Para eso, mejor leer y dar espera a la explicación.
"Perro es como la conjunción de muchas cosas que estaban ocurriendo al mismo tiempo y no sabía cómo descifrar. Tenía muchas ganas de hacer una historieta con animales antropomórficos, pero por fuera de lo visto -como la obra de Jason, los furry, Blacksad, etc.‑, por otro lado, quería hacer un cómic mudo. Cuando Juan Ángel Szama me dice de hacer algo, le propongo esto, si bien no estaba todavía muy formado. Y le tiro una sinopsis de cómic mudo, con esas premisas que me había puesto", explica el dibujante a Rosario/12.
-‑¿Cómo fue ese proceso de trabajo, con tantas ideas sueltas?
‑-Empecé a trabajar un poco más sobre lo que estaba pasando alrededor de mi cabeza, con preguntas alrededor del deseo y las instituciones, que son mis leit‑motivs o premisas; es decir, los dispositivos de poder. Si bien había una historia de amor en el planteo primero, fue cambiando, sobre todo a raíz de la época que estamos viviendo, a partir de una fuerte discusión sobre la separación entre Iglesia y Estado. Así que comencé a motorizar otras cosas, y apareció un ser amoral, en la lógica de Travis Bickle (Robert De Niro en Taxi Driver), un sociópata que está aferrado a algo para estar en contra de algo, aun cuando ese enfrentamiento quizás lo pueda llegar a someter. Ahí le fui dando forma a Perro.
-‑En Perro hay una estética católica atractiva y repulsiva.
-‑Surge a partir de cosas sobre las que me seguía preguntando, como la estética bondage, qué está tan fuertemente ligada al cristianismo. La cosmogonía cristiana tiene su fundamento en la culpa, el castigo, el sacrificio, el placer de la auto‑contrición. Hay muchas cosas que nunca dejé de ver, para nada alejadas de la lógica interna de sumisión del bondage, que estéticamente me atrae mucho.
-‑No casualmente es una historieta muda, de mirada introspectiva, como si estuviésemos en lo que le ocurre al personaje, entre lo que realmente sucede y lo que tal vez no.
-‑Se trata también de la libre interpretación, es lo bueno que tiene trabajar con registros no tan verbales. La historia es simple, con recursos ligados a lugares comunes, porque es eso lo que me permite jugar más con las posibilidades interpretativas del cómic. Quizás lo que se pueda llegar a interpretar que esté en su cabeza no sea tan así. Este personaje tiene una vida extraña, trata de ecualizar un poco lo que sucede, cuando los tres poderes se juntaron y fusionaron con el pensamiento católico, y vive en una especie de pesadilla moral, en donde el tipo no sabe hasta dónde su pensamiento es racional. Por eso ese tiempo de espera ante la televisión, ante un personaje que le va dictando y dictaminando su modo de desenvolverse. Es una lógica que no quise mostrar de manera ambigua, pero sí que el lector fuera rescatando ciertos detalles que puedan significar otra cosa al releerlos. Me gustó jugar con esos registros contradictorios.
-‑De hecho, el montaje de la página provoca relaciones de afinidad, contigüidad, pero es el lector quien completa.
-‑Esto de jugar con lo explícito a nivel acción, y con lo implícito, eso es la narrativa. Poder potenciar ese doble juego, donde puedo llegar a proponer sangre, sexo, algo bastante sórdido, con curas pedófilos, pero esa sobreexposición oculta otras cosas. Al hacer un cómic mudo uno trabaja mucho con una especie de "dígalo con mímica", por eso elegí la organización visual del cristianismo, porque no hacía falta explicarlo. ¿Qué mejor "enemigo" para este personaje que toda la parafernalia visual y estética del cristianismo?, que funciona de manera paralela, en un mundo que es una especie de idea distópica. Al proponer ciertas reglas dentro de la cuestión visual, aparece la narrativa: qué mostras, cómo guiás al lector, por una trama quizás simple pero que se va complicando, y que guarda una lectura distinta cada vez que la revisás.
-‑Eso explicaría la elección de los dos finales. ¿Cómo apareció esta posibilidad doble?
-‑De hecho, si será tan llamativa la cosa que para mí mismo significó un dilema. Al estar guionizando, cosa que hago mientras boceto la página, al llegar a una parte, el personaje se somete a una cuestión que lo cambia. Se me presentaron dos opciones, y las dos tenían sentido, pero no las podía juntar. Durante unos meses tuve ese dilema, detuve el proyecto, no sabía cuál era el mejor final. No se trataba de un final alternativo, sino de dos finales completamente distintos, que resignifican la historia en sí, cada uno por su lado.
"Estamos volviendo a una época en donde
el nihilismo prevalece y las conductas
más tontas son las que se premian".
-‑¿Cómo reaccionó el editor?
-‑Cuando le digo a Juan Ángel que no puedo avanzar, me pide que se lo explique. Él es alguien que se mete mucho en los proyectos, no interviene pero se interesa legítimamente. Me dice que está buenísimo todo, que hagamos dos libros completamente distintos, con las últimas páginas totalmente cambiadas. Ahí es cuando todo me cerró. En cuanto al humor que eso te genera, es elegir entre una historia triste y un final atroz, ¡porque es el cómic más bajonero que hice en mi vida!
-‑¿Se hizo algo similar: dos libros para el mismo cómic?
-‑Estuvimos tratando de averiguar, y acá en Argentina no tengo la referencia de que se haya hecho. Sí se han publicado páginas añadidas, en algunos casos, pero acá es otro el planteo, estamos hablando del poder, algo que a mí me fascina mucho: hasta qué punto te podés revelar dentro de un dispositivo, hasta qué punto el dispositivo te va domesticando y estás consciente de eso, y de que tu ímpetu rebelde no esté avalado por ese mismo dispositivo. Es uno de los cómics más foucaltianos que hice (risas).
"La historia es extrema, no creo que sea
panfletaria; sí es una especie de alegato
o manifiesto de lo que tengo para decir".
El análisis de Perro inevitablemente toca lo que sucede socialmente, políticamente. Podestá es consciente de ello: "Estamos atravesando tiempos un tanto extraños, en donde la verdad no lo es, con un grado de cinismo impresionante. Estamos volviendo a una época en donde el nihilismo prevalece y las conductas más tontas son las que se premian. Son un montón de cosas distintas ocurriendo a un mismo tiempo. El poder se está manifestando de una forma en la cual está coaccionando las gentes, los cuerpos, los pensamientos, las realidades, las formas de interpretarla. Desde mi modesto lugar traté de plantear un diálogo acerca de esto, porque esto no tiene por qué ser así. Yo te propongo una historia un tanto extrema, pero traté de no bajar línea, no la considero panfletaria; sí es una especie de alegato o manifiesto de lo que tengo para decir. Perro es mala onda, oscura, una patada en la panza, pero trata de que vos actives de alguna forma, ojalá sea interpretado así".