La actual tópica social, organizada en torno al avance del mercado global sobre el Estado‑nación, ha desplazado a la otrora organizada en torno a la derecha capitalista y la izquierda comunista. En este desplazamiento, si bien la derecha ha fluido libremente hacia el mercado, la izquierda, en cambio, ha debido retroceder desde la aspiración a un comunismo global hasta el amparo de un estado contra el cual surgió, al cual demanda hoy pluralidad para subsistir en calidad de minorías a la homogenización del mercado.
Lo ominoso de esta demanda es que la pluralidad es nada menos que el criterio propuesto por François Lyotard para legitimar un flujo del poder/saber libre de la regulación del Estado y de la Universidad. De hecho, la pluralidad opera hoy una fragmentación de lo social en minorías que, definiéndose como tales, sin consideración de clase, olvidan que la minoría es por definición la clase capitalista, beneficiada hoy por tal olvido.
Este libre fluir del poder/saber de izquierdas a derechas puede situarse en la figura del mismo Lyotard, quien abrevó a su performance postmoderna en los 80, luego de haber participado del Mayo del 68 con un discurso que, según Deleuze y Guattari, inspiró El Antiedipo.
A posteriori, lo que fuera una propuesta postmarxista de un flujo económico libidinal desterritorializado del significante, es hoy el reflejo siniestro de la propuesta postmoderna de un flujo de Mercado, libre de la regulación del Estado. Situemos esta deriva: En los 60, Lyotard entendió que Lacan planteaba al deseo desde la dualidad de "quien desea, el sujeto, y lo deseado, el objeto", entendiendo que "hay en el sujeto, la ausencia del deseo (su carencia) y en el objeto la presencia del deseante", y que el deseo es la relación que hace a la unidad de los contrarios.
Sin embargo, Lacan señalaba que entre el deseo del sujeto y del Otro falta toda relación o superación hegeliana; falta (faute) que para Lacan no es carencia (manque), sino reserva de potencia.
Siguiendo a Lyotard, Deleuze y Guattari propusieron dejar de lado "la teoría del gran Otro que introduce una carencia ligada a la imposibilidad" y tomar la del objeto a, como su superación. Confundiendo así lo imposible con prohibido, los autores de El Antiedipo, propusieron levantar la prohibición para "liberar al deseo".
Sabiendo que el intento de hacer lo imposible sólo conduce a la impotencia, Lacan, en cambio, propuso "ir de lo imposible a lo prohibido" (diferenciado así ambos términos), tránsito que dona la potencia de la falta de objeto.
Una década después del Mayo del 68, en La condición postmoderna, Lyotard propone reintegrar aquel objeto ausentado por acción del lenguaje, haciendo cosas con palabras mediante la pragmática del performativo, en el cual el yo del enunciado remite al de la enunciación -por ejemplo, el juramento en primera persona del singular: "yo juro".
Lyotard utiliza la pluralidad de la pragmática del lenguaje para proponer contratos pragmáticos por los cuales toda jugada sea posible, sustituyendo la autonomía del contrato social moderno, por la cual cada Estado se obliga a sí mismo a no obedecer a un tercero, hoy el mercado. Contra esta pragmática de lo posible, en la cual coinciden izquierdas y derechas del globo (rojo, o amarillo), el psicoanálisis debería objetar que, aún en el performativo, el significado del enunciado está sujeto a las consecuencias de su enunciación -podríamos incluso decir que, quien jura, expresa su creencia en el Otro como garante de la verdad de su enunciado-.
Debemos crear las condiciones de posibilidad para que el sujeto asuma la responsabilidad de la falta de saber del Otro respecto de la verdad entre‑dicha (interdit) en su discurso. Esto es, contra toda garantía de existencia, abonar por el principio de autonomía, sin el cual no hay ley
que pueda oficiar una inter‑dicción del deseo. Interdicción necesaria para reencontrar el placer en la diferencia sexual.
*Psicoanalista. Docente en Facultad de Psicología, UNR.