“Nunca había visto bailarines de ballet”, dijo un trabajador que por allí pasaba, observando la particular escena. Sus palabras reflejan la esencia de lo que fue y dejó de ser, por decisión del ministro de Cultura, Pablo Avelluto. Un grupo de integrantes del Ballet Nacional de Danza (BND), recientemente despedidos, mostraron este mediodía su arte en la intersección de Alvear y Callao. La clase y el celebrado ensayo abierto ocurrieron a dos cuadras de la sede del organismo que resolvió la disolución de la compañía dirigida por Iñaki Urlezaga. Doblemente inclusiva, estaba conformada por artistas de todo el país y acercaba la danza a un público amplio, también de todo el territorio nacional.
“Nuestro compromiso excede cualquier gestión política. Queremos expresar nuestra profunda angustia ante de la decisión de Avelluto de discontinuar la compañía, dejando así a 60 bailarines, además de técnicos, maestros y vestuaristas en la calle”, expresó una de las jóvenes artistas. La calle ya estaba cerrada a circulación. El sol del mediodía era abrasador. De los semáforos, los manifestantes habían colgado un cable con sus zapatillas de baile. La intérprete resaltó que el disuelto era “el primer y único ballet clásico nacional en la historia argentina”. También relató que, a fines de 2016, pasó de la órbita de Desarrollo Social a la cartera de Cultura, y ahí fue que comenzaron los problemas. Hubo un período de inactividad de ocho meses y demoras en los cobros. La noticia del cierre se conoció el 11 de enero. Ya había funciones previstas para 2018.
En cuatro años, este grupo logró “cosas inimaginables”, puntualizó: “Un proyecto de carácter federal e integrador, constituido por bailarines de todo el territorio argentino, elegidos a través de audiciones públicas y abiertas; una compañía que recorrió el territorio nacional, llegando a un público que jamás había tenido acceso al ballet, no sólo con funciones, también con clínicas y clases abiertas. Ha representado al país en el exterior, con funciones a sala llena, en diversos escenarios europeos”. “La cultura es un derecho de todos los argentinos. No se debe negociar. Y este ballet es del Estado, no de un gobierno”, definió.
Como el 16 de enero, cuando hicieron su primera manifestación, semejante a la de hoy, los bailarines reclamaron una audiencia al ministro de Cultura. En esta ocasión, contaron con el acompañamiento de ATE y CTA, los trabajadores del propio ministerio, Luis Zamora –quien les ofreció la presentación de un proyecto de ley a través del espacio político que conduce, Autodeterminación y libertad– y colectivos artísticos, como Actuemos –de artistas escénicos– y el Frente de Artistas del Partido Obrero. Estuvieron presentes, también, despedidos del INTI y trabajadores del Teatro Colón. Miembros de distintos coros entonaron una obra de Verdi: “Va, pensiero”, tercer acto de la ópera Nabucco, “el coro de los esclavos hebreos, que se entona en las protestas”, detallaron. Los integrantes del BND lucían calzas negras y remeras blancas con consignas como “No al vaciamiento cultural” y “No al cierre del Ballet Nacional”, replicadas también en volantes y banderas. Muchas personas que pasaban se quedaban mirando, sacando fotos, filmando. Otros, más que indiferentes a la belleza que se desplegaba delante de sus ojos, gritaban insultos desde sus vehículos.
Días atrás, en las últimas declaraciones que hizo sobre el tema, el ministro aludió al “funcionamiento particular” de la compañía, por la “triangulación” con la Universidad de San Martín, como si hubiera sido una de las razones del cierre. En realidad, esa es otra cara de la precarización laboral que sometió todo este tiempo a los trabajadores: en un comienzo, estuvieron contratados bajo el ala de la editorial Eudeba, que depende de la Universidad de Buenos Aires, y en el último tiempo a través de contratos de locación con aquella casa de estudios. También dijo Avelluto, con tono despectivo, que la dirigida por Urlezaga era “una suerte de compañía privada que recibía subsidios del Estado”.
“Todavía no lo puedo creer”, repetían las bailarinas en las entrevistas. Margarita Peralta y Maia Cambero recordaban las tres noches “a sala llena” en Parque Centenario, en diciembre, cuando ni se imaginaban lo que iba a pasar. “Quedarte sin trabajo a los 30 años siendo bailarina es tremendo”, se lamentaron, y contaron que en las audiciones piden artistas cada vez más jóvenes. “Siempre el ballet fue medio elitista. Y nosotras veíamos a la gente acercarse con el mate a ver la función. Dimos clínicas en nuestras giras por las provincias, adonde no llega la danza. La gente agradecida, humilde. Eso te llena el alma”, recordó Cambero.
“Es hermoso lo que están haciendo”, elogió Zamora, uno de los oradores. Los integrantes del Ballet hicieron fragmentos de algunas de las obras de su repertorio, como La Traviata o El lago de los cisnes. “Es un símbolo de lo que son: sacar la música clásica a la calle, acercarla al pueblo. Están defendiendo sus fuentes laborales, pero también un arte para el pueblo”, concluyó.