“Que gire, que gire. Que la pushka no deje de bailar”, clama Susana Valdivieso, artesana de la Quebrada de Humahuaca, patrimonio de la humanidad. Lugar absolutamente mágico por donde se lo mire, enmarcado en los cerros de los más bellos colores, gentes afables, todo tipo de rituales y en lo que nos toca, la más increíble artesanía por maestros artesanos. 

Susana nos regala esa frase, y en ella, el deseo de todo una población, la original y originaria, que lucha hace años a vueltas de pushka, la herramienta que usan para hilar la lana de llama desde tiempos inmemoriales, por preservar todo un acervo material e inmaterial que cuesta custodiar. Ese que recibieron de su abuelos, que da cuenta de una cosmovisión andina, una espiritualidad. Ella lo hace desde su hostería/escuela donde da clases de hilado y telar para grandes y chicos. Pero no es la única. Jujuy cuenta con organizaciones sociales referentes avocadas desde hace años a esta misión de preservar un saber hacer, que además se pueden visitar y apoyar de la mejor manera, comprando sus increíbles tesoros textiles. 

Red puna

Emblemática, con más de 25 años, la Red Puna es una organización social y política que reúne a más de treinta organizaciones y mil familias de comunidades aborígenes, campesinos y artesanos de la Puna y la Quebrada. En lo que nos toca, mujeres que hilan, tiñen naturalmente y tejen la lana. Después de años de lucha, hoy tienen una tienda en Tilcara ( Belgrano 472, Galería Tierra Azul) y otra, Makiwan, compartida con otra organización (Lloque) en Purmamarca (Lavalle sin número a media cuadra de la plaza) donde ofrecen los más virtuosos chales, sweater, sacos, tapados, ruanas, mantas, carteras y bolsos en lana de oveja y llama con la paleta de los cerros: el bordó de la cochinilla el rojo del achiguete, el verde de la yerba mate, el más increíble azul del repollo que en esta zona se da así y el amarillo vibrante del quinchamal, entre otros, en diseños lisos o patrones del telar como el ojo de perdiz, peinadillo o jaspeado. 

Además de una línea para la casa de almohadones, mantas, pie de cama, peleros hechos a mano en bastidor con hilo grueso de oveja y las características tulmas(pompones) que se usaban tradicionalmente como adornos para sujetar el cabello con dos trenzas.

Mención aparte merecen los mitones con tapa para guardar los dedos, las bufandas con capucha, los chulos y las llamitas.

“Luchamos por cambiar la realidad en que vivimos, buscamos una transformación profunda de las estructuras de nuestra sociedad y de nuestro país. Al día de hoy no nos han sido entregadas nuestras tierras comunitarias. Es por ello que la lucha por la soberanía alimentaria y por el territorio ha impregnado la dinámica de nuestra organización y el compromiso. Trabajamos en la producción agrícola: sembramos papa, maíz, habas y verduras; criamos llamas y ovejas, y somos tejedoras y artesanas. Nuestra organización comienza en cada comunidad de base,  luego nos juntamos con otras comunidades y vamos resolviendo y tomando decisiones en forma colectiva”, adelantan desde la organización. A lo que Liliana Martínez, actor crucial desde hace años en la misma, nos detalla lo que hace a la pata de diseño artesanal: “Desde el 2001 trabajamos fuertemente las cuestiones de género. Las mujeres como sujetos políticos. En lo que respecta al diseño y la artesanía, en 2008 recibimos el valioso aporte del diseñador  Martín Churba. El y su equipo nos ayudaron con la creación de una colección, fichas técnicas, manuales para la transferencia de diseño a todas las comunidades, control de calidad. Sobre todo fue crucial su ayuda para entender que le gusta al cliente de la ciudad, lo que hace al diseño contemporáneo, mejorar los estándares de calidad, poder tipificar el producto. También el asesoramiento de otros profesionales como la diseñadora Gabriela Candiotti que generosamente diseño una colección cápsula y nos prestó su espacio para hacer una feria (solemos ir de gira en mayo a Buenos Aires para vender nuestras piezas) y en la actualidad Marcela Duhalde del Inta que creo una línea especial para Makiwan. Tener los dos locales fue un gran salto ya que nos permiten que nos conozcan y vender de primera mano”, resume Martínez dando lugar a que escuchemos a las protagonistas.

“Nací en Tumbaya aunque soy media nómade. A los seis, para que pudiera estudiar, me llevaron a vivir a la escuela que quedaba a varios kilómetros de mi casa. De ahí salí a trabajar a la capital y luego a Buenos Aires. Con el tiempo me recibí de enfermera y viaje a trabajar al Sur. Viví en una comunidad mapuche. Mis hermanos, fascinados de que les contará de nuestra cosmovisión andina, me interpelaban. Ahí me di cuenta lo pobre que era. Por querer pertenecer no había aprendido lo importante. Desde cuestiones más espirituales a básicas, mi mamá nos enseñaba que si cantaban ciertos pájaros era señal de que llovería o si la cara de una nube cambiaba. Quizás era rebeldía de mi parte o tal vez vergüenza de ser diferente. Yo era pura cáscara, así que decidí volver y aprender. Con 27 años regresé a vivir por primera vez con mi mamá desde los seis años a la Quebrada. Al principio mis preguntas la incomodaban. Capaz que no supe hacerlas bien, pero ya antes de morir me iba contando todo solita. ¿El hallazgo más grande? El idioma quechua no tiene definiciones simples o cerradas para cada palabra, sino que cada término abre un mundo de posibilidades. Yo puedo decir que tenés ojos lindos, pero también eso significa que tenés un lindo mirar, profundo, para adentro de las personas. Y eso es inigualable. De la red, valoro la organización, ser una familia que nos regala un montón de oportunidades. Nos valora. Es una casa grande”, remata. 

¿Del aporte del diseño a la artesanía? Todas son contundentes. Necesitan saber, estar informadas para poder vivir de lo que aman y tanto mejor, sin intermediarios. 

“Aprendí a hilar a los seis años de mi abuela. Era rapidísima. Hilaba dos kilos por semana. Yo quiero vender entonces quiero saber que necesita el mercado y no lo que me haría para mi que soy robusta y petisa. A mí me gusta todo grande y de tejido apretado, nada que ver por ejemplo con lo que usan las jovencitas en las ciudades”, cuenta risueña Eugenia Gutiérrez, artesana de Abrapampa, que trabaja más de 20 años en la organización. 

En los cerros

La arquitectura andina en adobe tiene todo de bella y respetuosa con su entorno, sin dudas es otro de los grandes atractivos de visitar la Quebrada. Ese terracota que se amalgama con el de los cerros y respira. Alineada con esa propuesta, Colores de Purmamarca, un complejo de diez viviendas con la vista más privilegiada del cerro Siete Colores en Purmamarca, es una de las propuestas que encarna este concepto. Proyectado por el arquitecto jujeño Agustín Leonardo, en ellas, el orden convencional de los usos está invertido: con la utilización de dos plantas, la inferior, de ingreso, que alberga las actividades privadas y de descanso de las casas, y la superior, que contiene las actividades sociales y posibilita la explotación máxima de las vistas al imponente paisaje. El material con que está realizada la obra es la tierra misma, moldeable y escultural, que logra la integración al paisaje de la volumetría, a través de la utilización de un juego de luces y sombras con las salientes de los volúmenes, las texturas de las piedras y la madera. En el interior, el mobiliario es de madera y tiento, típico también del lugar. 

Cauqueva

A ellos llegamos gracias al Centro Inti Jujuy, que presta asistencia técnica, como también a las organizaciones artesanales en la tipificación de la fibras y dar autenticidad de origen así como para brindar la información necesaria para decidir la tecnología adecuada para el agregado de valor. 

Cauqueva (Cooperativa Agropecuaria y Artesanal Unión Quebrada y Valles), es una organización autogestiva integrada desde hace 22 años por 110 socios, pequeños productores ubicada en Maimará. Su objetivo es elevar el nivel de vida de sus asociados y potenciar los cultivos tradicionales de la Puna:quinoa, maíz y papines andinos. Lo lindo que lo hacen además de un modo muy innovador. Quien ande por la zona puede ver cómo producen y comprar su puré deshidratado de papines andinos, ocas glaseadas, coca en almíbar, fideos de harina de maíz morado (el deleite de los cocineros), quinoa y chizitos de maíz andino, entre otros. 

* Agradecemos especialmente la realización de esta nota a la ingeniera Carolina Sánchez, directora técnica del INTI Jujuy y al proyecto Contar Argentina.