“¡Viele, mucho!”, apuesta esta periodista. Olfato profesional, dicen algunos; riesgos colaterales del oficio, otros. Oberhausen se encuentra en Renania del Norte, cerca de la frontera con Holanda. Es descripta por casi todos (como nuestros atónitos amigos) como una ciudad netamente industrial, poco atractiva, empobrecida, con historia desafortunada: pasado glorioso y presente en bancarrota. La llamada “cuna de la industria del Ruhr” comenzó a mediados del siglo XVIII un sólido desarrollo en la industria del carbón y el acero. Las guerras mundiales hicieron lo suyo y la caída del muro, también: el “Solidarpakt II”, el pacto de solidaridad ideado entonces para que los ciudadanos del Oeste aportaran una contribución para ayudar a los del Este, más el cierre progresivo de numerosas minas de carbón y de acero a partir de los años 80, fueron debilitando la zona. Oberhausen, con una población de 210.000 habitantes, es una de las ciudades más pobladas y con mayor desempleo del Ruhr. Sin embargo, “se ha convertido en un popular destino de viaje, gracias a un cambio estructural exitoso iniciado hace dos décadas”, afirma su web oficial y confirman nuestros entrevistados. Otros, por su parte, dicen que esta región, alguna vez “núcleo del milagro económico alemán”, se convirtió en “la Grecia del Ruhr” por las enormes deudas contraídas; y que sus lujosos centros comerciales son “el maquillaje para encubrir la pobreza”. Probablemente ambas miradas tengan su cuota de verdad. La primera afirmación se confirma con la afluencia de turistas: 21 millones por año, que visitan el innegable cambio estructural exitoso: la variedad de ofertas recreativas y culturales.
NO ORO, ACERO En el primer paseo, más que oro, encontramos acero: policía armada y barrotes blindados bloqueando el acceso de vehículos a áreas peatonales. En la entrada de los shoppings se planta un guardia de seguridad que, mientras revisa nuestro bolso, pregunta sin rodeos, tajante: “tragen Sie ein Messer?”. Más de uno contestaría: “¿¡Yo, llevar un cuchillo en mi cartera, para qué!? Estoy de vacaciones, ceno afuera y el restaurante pone los cubiertos, ¡no yo!”. Pero mejor callar, abrir el bolso y mostrar que el único contenido cortante que uno carga es el periódico lleno de malas noticias. Por la noche, sobre todo durante fines de semana y días festivos, cuando la cantidad de visitantes se triplica, a la policía local teutona se suma la holandesa. Una muestra de unión europea en tiempos de cuchillos y autos chocadores, que exigen nuevas medidas de seguridad desde diciembre de 2016, tras el atentado con camión al mercado navideño en Berlín y el intento de otro en la propia Renania del Norte, detenidos a tiempo los sujetos que, a diferencia de nosotros, sí llevaban cubiertos en su bolso. El recuerdo de los ataques, sin embargo, pernocta en el inconsciente, en las minas de carbón del pensamiento; en la vigilia, la vorágine turística sigue su curso y la vida es sueño.
SABOR GERMANO Para todas las edades hay enormes centros comerciales con todas las marcas, menos las de nacimiento. Aunque se escuchan muchísimos idiomas, una cuarta parte del perfil turista-shopping proviene de Holanda y Bélgica. Oferta gastronómica: la típica comida alemana es actualmente la venida de otros lares; oriental de todos los orientes y occidental para todos los gustos. Esta variedad de restoranes se encuentra sobre la ribera de un canal artificial que brinda una bonita ilusión costera. Uno de los mejores, el Alex, entiende de diversidad porque –tal como se promociona– tiene “ein ungewöhnliches Gastro-Konzept für jede Generation” (un concepto gastronómico inusual para cada generación). A pesar de la buena voluntad de su menú, la generación de hoy no tiene muy clara su identidad y menos sus conceptos; un restaurante “typisch deutsch” no es tan fácil de encontrar, la identidad alemana sociopolítico-gastronómica está en crisis.
Después de la comilona, un postre podría ser el Gasómetro, que merece la pena escalar por la vista que ofrece su mirador a 117 metros de altura. Hay un elevador acristalado para los ansiosos y 600 escalones para los atléticos. Construido en 1920, esta lata gigante fue el mayor depósito de gas de Europa y ahora es un centro de exposiciones. Desde marzo de 2018 podrá verse El llamado de las montañas, una exhibición sobre su proceso de formación y su presencia en leyendas y fábulas literarias; retiro para místicos, hogar de dioses, desafío para aventureros.
TEATRO Y PULPO Para niños y no tanto, hay también. Al muy bien promocionado Teatro Metronom llegan importantes producciones musicales con sus compañías multiculturales de artistas internacionales y caros: al comprar la entrada, más que el pago de una buena ubicación en platea, uno siente que ha financiado la estadía del elenco entero. Desde su apertura en 1999 (costo de construcción, 30 millones de euros) se han presentado famosos Musicales, como El fantasma de la Ópera, Mama mía o Tarzán.
Sea Life, el acuario local, reúne en la misma pecera entretenimiento, papelones y una imperdonable contradicción. Es justo decir que todos la pasan bien y el tiempo se pasa volando. Pero es difícil tomarse en serio el serio orgullo con que exhiben “la patria de Paul, el oráculo más famoso del mundo”. Por si alguien lo olvidó (como esta periodista, a mucha honra), nos recuerdan que el pulpo adquirió su fama cuando algunos homos sapiens aseguraron que había predicho los resultados de la selección alemana en la Eurocopa 2008 y en el Mundial de Fútbol 2010. En el último tramo de Sea Life, nos olvidamos del oráculo futbolero, porque una exhibición sensible, que invita al compromiso medioambiental, explica los daños irreversibles que el plástico ha ido provocando en nuestro planeta. Campaña loable que culmina con una gigantesca tienda de venta de souvenirs enteramente de… plástico. Otras atracciones: Movie Park, a 24 kilómetros de Oberhausen, es el mayor parque temático de Europa dedicado a la industria cinematográfica. Interesante, no solo para cinéfilos. Solo para cinéfilos y entendidos, en cambio, el estupendo Festival Internacional de Cortometrajes, pionero en su género. Wim Wenders, Martin Scorsese, George Lucas, Werner Herzog pasaron por allí. Por su 64° edición, en mayo de 2018, pasarán muchos más. El parque acuático Aquapark es oportuno si se quiere pasar un rato en piscinas juguetonas. Advertimos: suele estar muy concurrido, con más cámaras de fotos, prensa y curiosos que la pecera del Pulpo Paul en su época de gloria.
OBERHAUSEN 24 QUILATES El estadio König-Pilsener-ARENA, desde su apertura en 1996, creció hasta convertirse en uno de los principales anfitriones de estrellas de la música internacional, espectáculos y eventos deportivos de envergadura. Un desempleo del 12,4 por ciento no quita satisfacción por semejante logro en el competitivo mundo del entretenimiento. Hasta en la sopa, en todas partes, en el (muy recomendable) Hotel Tryp Centro, una galería de fotos lo atestigua. No es para menos; en los últimos años el ARENA recibió, entre otros, a Whitney Houston, Taylor Swift, Kylie Minogue, James Blunt, Lady Gaga, Jamiroquai; Sade, Iron Maiden, Ozzy Osbourne, el Cirque du Soleil, Chris Rea, New Kids on the Block, Backstreet Boys, Elton John, Depeche Mode, Ronan Keating, Chris de Burgh, Metallica, AC/DC, Lionel Richie, Eros Ramazzotti, Joe Cocker, Lenny Kravitz, Eric Clapton, Cliff Richard, Electric Light Orchestra, U2, Bryan Adams, Lindsay Stirling, The Hollies. En la calle, los posters anuncian lo que vendrá en 2018: Rod Stewart, Jason Derulo, Deep Purple, Pink Floyd.
Llega la hora de partir. La fea más linda de Alemania nos ha ofrecido en tres días varias pepitas de oro. Además de confirmar el refrán que encabeza esta crónica, encontramos otro. Los amigos confiesan, luego de escuchar el relato de nuestro viaje, que su visión de Oberhausen ha cambiado y nosotros, naturalmente, festejamos: “¡Natürlich! ¡Es que la belleza de una ciudad, como todo en esta vida, depende del cristal con que se mire!”