Bosques, colinas, grandes montañas, lagos y valles umbrosos se suceden a lo largo de la Via Francigena que, de Londres a Roma, pone a prueba la resistencia física y espiritual de peregrinos y turistas. En el Lacio, cerca de la capital italiana, fascina con pueblos y ciudades suspendidos en el tiempo, como Calcata y Formello entre muchos otros.
El arzobispo Sigerico de Canterbury, que visitó al papa Juan XV en el año 990, al regresar hizo el primer registro detallado de la ruta entre el Vaticano y Londres, sus 79 etapas, las paradas y los nombres de las localidades. Ese documento del religioso, escrito en latín, se conserva en el Museo Británico y ha sido la base para reconstruir la Via Francigena.
También conocida como el Itinerario de Sigerico, dicha peregrinación hacia la tumba de Pedro, apóstol y mártir del catolicismo, tiene actualmente 2045 kilómetros entre la Catedral de Canterbury y la Plaza San Pedro del Vaticano. La ruta atraviesa el Reino Unido, donde recorre 32 kilómetros, Francia (785 kilómetros), Suiza (214) e Italia (945), y sus senderos ponen al viajero en contacto directo con la cultura forjada en cada región y cada borgo.
Para subrayar la importancia de las peregrinaciones y sus rutas en la conformación de la identidad y la unidad continental, el Camino de Santiago en 1987 y la Via Francigena en 1994 fueron acreditados por el Consejo de Europa como Itinerario Cultural Europeo y en 2004 pasaron a integrar el Gran Itinerario Cultural Europeo.
PEREGRINAR AYER Y HOY La Via Francigena, el Camino de Santiago y el viaje a Tierra Santa eran las tres peregrinaciones mayores durante la Edad Media. Los viajeros llegaban a Roma y algunos proseguían hacia el sureste de la península, hasta los puertos de la Apulia, donde embarcaban rumbo a Jerusalén. La atracción por estos recorridos ha ido en aumento en los últimos tiempos y durante 2016, declarado en Italia Año Nacional de las Caminatas, las antiguas rutas adquirieron un renovado sentido de convivencia y comunicación. Sobre todo el “camino que viene de Francia”, como se conoce también a la Via Francigena.
Mapas, páginas online, revistas, folletería, guías, señalizaciones e iniciativas regionales y comunales facilitan las caminatas y predisponen a apreciar la naturaleza, los tesoros del pasado, la cordialidad de los pobladores y la exquisita comida local.
El tramo italiano es extenso. Comienza en el paso alpino del Gran San Bernardo, entre Suiza e Italia, y se extiende hasta el “taco de la bota”, la Apulia, atravesando ciudades que compendian belleza y tradiciones. Sobresalen Pavia, Lucca, San Gimignano, Siena, Roma y Brindisi, llamada la “puerta de Oriente” por la importancia de su puerto, desde el cual comenzaba la travesía marítima hacia Asia Menor. No es fácil elegir dónde y qué recorrer en la actualidad, pues cada tramo de la Francigena compite en méritos con los demás. Pero los casi 200 kilómetros que penetran en el Lacio, la región cuya capital es Roma, ofrecen un entramado sugestivo de naturaleza y arqueología.
EL LACIO Y SUS SENDEROS Es posible realizar por día alrededor de 20 kilómetros a pie y unos 60 si el recorrido se hace en bicicleta. Según estos promedios, desde el Gran San Bernardo hasta Roma se puede tardar un mes y medio caminando y unos 15 días en bicicleta, sin contar el tiempo que se dedique a descubrir cada ciudad o borgo.
Los 193 kilómetros del tratto laziale comprenden nueve etapas de unos 20 kilómetros cada una, que se inician en Acquapendente y finalizan en el Vaticano. Entre colinas, olivares y bosques, el sendero trepa y desciende en los alrededores del lago de Bolsena, el más grande de origen volcánico de Europa, una zona con restos etruscos y romanos.
Después, pasando por Viterbo y su centro histórico, el barrio de San Pellegrino y las termas, se llega a Campagnano di Roma y al Lago de Bracciano, que ofrece una buena posibilidad para disfrutar de una tarde apacible y, si el clima lo permite, practicar algunos deportes acuáticos. Y por supuesto, pasear por las callecitas medievales de la ciudad que se alza junto a la costanera.
Asimismo, el encanto de las construcciones enclavadas en las colinas boscosas, a las que parecen sujetas por milagro, resplandece en Ronciglione, Cività Castellana y Nepi.
El río Treja, que nace en los montes cercanos a Bracciano y desemboca en el Tíber, surca las provincias de Viterbo y Roma, aportando frescura con sus aguas y sus saltos a esas tierras habitadas desde mucho antes de la era cristiana. Este río es el eje del Parque Regional Valle del Treja que, con una superficie de casi mil hectáreas, se extiende en las alcaldías de Mazzano Romano y Calcata, a pocos kilómetros de Roma.
El estrecho cañadón del Treja corre entre altas paredes de toba volcánica de tonos rojizos que contrastan con el verde intenso del bosque circundante. Álamos, encinas, arces y robles crean un un paisaje de atemporal sugestión, sobre todo en las cascadas del Monte Gelato, en el corazón del Parque.
JOYAS DEL RECORRIDO La Via Francigena, que en buena parte coincide con el trazado de la Via Cassia –una de las grandes rutas consulares de los romanos–, antes de arribar a Roma lleva hacia Calcata y Formello, dos pueblos que se prestan para pasar una tarde o un día completo, a 52 y 29 kilómetros respectivamente de la capital italiana.
Formello, al noroeste de Roma, se alza sobre colinas de toba, una roca liviana muy porosa, y en sus alrededores abundan viñas, olivares y plantaciones de cereales, además de testimonios arqueológicos etruscos. La iglesia de San Lorenzo, patrono de la ciudad, remite a los siglos X y XI, mientras el imponente campanario pertenece al siglo XV. La actual sede de la alcaldía, el Palazzo Chigi, domina el centro histórico desde lo alto de la plaza principal.
Calcata, por su parte, se encuentra sobre un promontorio de toba, y es refugio de artistas y artesanos que lo prefieren para instalar sus talleres. Muy pequeño y laberíntico, este borgo antico mantiene sus irregulares callecitas de piedra que suben y bajan, balcones que miran hacia el cañadón del rio Treja y, fundamentalmente, el silencio y la calma perdidos en el ajetreo de las grandes ciudades.
La iglesia del Santísimo Nombre de Jesús se remonta al siglo XIV y frente al templo, en la plaza central, unos grandes sillones de piedra son la “marca” del pueblo, del que parten las visitas a pie o a caballo al área protegida del Parque del Valle del Treja, cuyas oficinas están, precisamente, en Calcata. Su encanto lo transformó en escenario de varios filmes, entre ellos La mazzetta de Sergio Corbucci, con Nino Manfredi y Ugo Tognazzi. Asimismo, una de las tantas leyendas sobre el prepucio de Jesús sostenía que desde el siglo XVI esa reliquia estaba en Calcata y James Joyce la cita con ironía en su Ulises