Los guardaparques del Parque Nacional Los Glaciares llevan una estadística cuidadosa: una planilla de Excel detalla, casi día a día y centímetro y centímetro, el nivel del brazo Rico del lago Argentino con sus ascensos y descensos. El ocho de marzo de 2017 se indican 2,05 metros; el 26 de enero de 2018 se trata en cambio de 11,2 metros, lo suficiente como para lanzar la expectativa de una ruptura que se califica como “la más grande del siglo XXI” (un récord probablemente destinado a romperse en las más de ocho décadas que aún le quedan). El “ojo universal” de Google confirma el interés en el gráfico que indica las tendencias de búsqueda de “glaciar Perito Moreno” en los últimos días de enero, rozando los niveles de interés de marzo de 2016, cuando se registró el último derrumbe.
No hace falta más para despertar la expectativa, aunque la propia Administración de Parques Nacionales dice a Turismo/12 que no está hablando en relación con el posible rompimiento porque “es hacer futurología: podría pasar mucho tiempo hasta que el glaciar se rompa, está en el proceso normal y nadie sabe cuándo va a terminar”. Pero mientras tanto ¿qué significan esas mediciones y qué relación tiene con el día en que finalmente, después de semanas y hasta meses de espera, se produce el esperado espectáculo de la caída del hielo?
EL CANAL DE LOS TÉMPANOS El fenómeno se hace más fácil de comprender mirando algunos de los muchos videos que, en Youtube, suben los visitantes que han tenido la oportunidad de estar presentes. Ocurre que el Perito Moreno –y en esto se diferencia de los otros glaciares de la región- no está en retroceso sino que mantiene su equilibrio con avances periódicos: y es al avanzar la masa de hielo sobre la superficie del lago Argentino cuando se forma un “dique” que frena el paso del agua del brazo Rico del lago hacia el resto de la masa lacustre. Se forma así en el Canal de los Témpanos, un desnivel –cuya altura varía y es precisamente la que se registra en las planillas del comienzo– que resistirá un tiempo variable hasta que la presión del agua genere grietas en el hielo y finalmente una bóveda: cuando esa bóveda cae, es cuando se activan los cientos de cámaras que registrarán una vez más la ruptura del glaciar, con un infinito alcance global gracias a las redes sociales. Para tener algún dato comparativo, si hoy el desnivel supera los 11 metros, en 1988 fue de 19 metros –los registró el glaciólogo Pedro Skvarca, autoridad argentina en la materia– y las marcas de la erosión permiten estimar que fue de 23 metros a mediados de los años 50. Por lo tanto, una vez más, habrá que esperar antes de armar campamento frente a la pared de hielo, comparable con “el diamante más grande del mundo”.
Y una buena forma de matizar la espera es visitar el único museo de la Argentina dedicado, precisamente, al hielo. El Glaciarium tiene hasta la arquitectura inspirada en las agujas del glaciar y es un sí o sí para visitar en El Calafate porque ayuda a comprender el funcionamiento que hay detrás del principal atractivo turístico de la región, con un concepto moderno y claro que abarca desde la transformación de nieve en hielo hasta un sobrevuelo en 3D sobre el área glaciaria. Allí se puede descubrir, por ejemplo, que en 1899 el austríaco Rudolf Hauthal realizó las primeras observaciones del Perito Moreno, con un relevamiento de las morenas y el estudio de las microestructuras del hielo. El británico Hesketh Pritchard, dos años después, dibujó uno de los primeros mapas del lago Argentino y llamó al Perito Moreno “glaciar de los témpanos”. Factores topográfico-climáticos locales “le dieron estabilidad en los últimos 90 años; en 2010 se perforaron 510 metros hasta el lecho y se midió la presión de agua subglacial para estudiar su efecto en la dinámica del glaciar y poder predecir su comportamiento en condiciones climáticas cambiantes”. Si una imagen vale más que mil palabras, también aquí se pueden ver algunas de las fotografías tomadas por los primeros exploradores, en particular las del misionero italiano Alberto María de Agostini. Hoy sigue sus pasos otro italiano, el fotógrafo Fabiano Ventura, que regresa a los lugares de aquel salesiano y vuelve a tomar la misma foto: es decir, lo que sería la misma foto si entretanto el paisaje no hubiera sido modificado por el recalentamiento global.
VISITA AL GIGANTE El Calafate está junto al lago Argentino, y el lago Argentino es el gran contenedor del glaciar Perito Moreno. Tiene espacio: sus 1500 kilómetros cuadrados bien pueden albergar los 250 del glaciar con sus centenares de metros de profundidad. Es fácil reconocerlo, a simple vista, entre otros de la región: el lago Argentino, que le debe su color a un sedimento llamado “harina de roca”, luce un inconfundible tono lechoso celeste-turquesa. Para llegar al Perito Moreno hay que recorrer unos 80 kilómetros desde la ciudad, en parte bordeando en lago: se llega así hasta el ingreso al Parque Nacional ($260 argentinos y $500 extranjeros). Desde allí se avanza, caminata en descenso de por medio, hacia la pasarela de madera que está exactamente enfrente del glaciar. Impresiona pensar que lo que se ve es apenas una pequeña parte: la mayoría del glaciar está sumergido y lo que se ve equivale solamente –afirman los guías– “a lo que sería la cabeza en el cuerpo de una persona”. Es común observar desprendimientos de masas de hielo de distinto tamaño, que quedan flotando frente al Perito Moreno y se prestan al juego fotográfico… en espera de que llegue el “premio mayor”.
Después de la visita terrestre, lo tradicional es embarcarse para recorrer el lago Argentino desde el agua. Se navega en catamarán por el brazo Rico hacia la cara sur del Perito Moreno; así se transita suavemente a lo largo de unos dos kilómetros frente al glaciar. También hay navegaciones más largas (algunas con crucero gourmet incluido) que pasan frente a los glaciares Upsala y Spegazzini. Pero si se quiere un paso más en la aventura, y se tienen las condiciones físicas adecuadas, la recomendación es la excursión Big Ice, que cruza el brazo Rico para descender en la orilla opuesta y colocarse allí el calzado con grampones que permitirá transitar sobre el hielo. Los trekkers comienzan en este lugar la aproximación a la morena sur del glaciar hasta un mirador. Es aquí donde se “ingresa” en el glaciar, con sus cuevas y grietas, para sentirse realmente en el interior del gigante durante unas cuatro horas: una experiencia única en la Argentina, única en el mundo