Puede que el eslogan de la primigenia Alien, genialidad sci-fi de Ridley Scott, asegurara que “en el espacio nadie puede escucharte gritar”, pero nada informaba el film acerca de las risas, risitas, risotadas. No debería sorprender, entonces, que la primera pieza de arte creada precisamente en el espacio sea una escultura dedicada a, sí, sí, la carcajada. Expresión de alegría elegida por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (léase, NASA), la compañía Made in Space y el artista y programador israelí Eyal Gever para representar a la humanidad toda. Al menos, así lo informan los involucrados, jubilosamente reunidos para dar forma a una iniciativa de más de dos años que se concretaría en los primeros meses del venidero 2017, cuando la Estación Espacial Internacional imprima –en 3D y bajo condiciones de cero gravedad– la mentada obra, lanzándola luego a volar por el cosmos. Para el disfrute –nunca se sabe– de públicos extraterrestres con debilidad por las artes plásticas. “Las únicas condiciones han sido que la escultura no tenga bordes filosos, y que pueda imprimirse en un determinado tiempo, dadas las limitaciones de consumo de energía de la Estación”, explicó Gever, aclarando que la obra que deambulará por el más allá aún no tiene forma: será diseñada colaborativamente con el resto de los mortales. Sucede que, para el susodicho proyecto, Eyal desarrolló una aplicación que permite a cualquier terrestre grabar su risa vía celular (hasta el 31 de diciembre a la medianoche, dicho sea de paso), ver en tiempo real cómo se traducen las ondas sonoras a coloridas formas cuboides, votar su favorita. De modo tal que la risa más bonita, según el conteo final, devendrá histórica pieza espacial. “Apolítica y universal, la obra será una versión matemáticamente precisa que encapsule la felicidad humana, y acabará flotando por el espacio, esperando ser descubierta”, se ilusiona el israelí.