El segundo año de Gobierno de Cambiemos, desde el plano económico, ha profundizado las características estructurales del modelo macrista. Crecimiento bajo y asimétricamente distribuido, salarios congelados en términos reales y languidez del consumo. La tenue mejora macro tiene raigambre en un rebote estadístico respecto a la debacle generalizada de 2016 y al impulso de la obra pública. El efecto dinamizador del desembolso electoralista en reanimar la inversión es tal que la producción de asfalto creció en torno al 70 por ciento. Muy en contrario, 2018 no gozará de tal impulso del Estado, ya que a nivel agregado se presupuestó una reducción del déficit fiscal de un punto del PBI. Tal “austeridad fiscal” se desarrollará a partir de una baja sustantiva en los subsidios económicos a los servicios públicos y transporte, además de una notoria disminución de la obra pública. En ese sentido, el Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda, en cuya órbita gravitan buena parte de los desembolsos para inversión de capital de la jurisdicción nacional, tiene presupuestado para este año un deterioro real (neto de la inflación) del orden del 12 por ciento. En los próximos párrafos proponemos un somero repaso por los principales números que signaron el desempeño económico de 2017.
Actividad y distribución: el PBI consolidará un avance agregado del 2,8 por ciento en el año terminado, según la última estimación del FMI, que a su vez toma como fuente al Ministerio de Hacienda. Considerando los primeros dos años de gestión, se trataría de un alza acumulada del 0,54 por ciento debido a la recesión del 2,2 de 2016. No obstante, en términos per cápita el desempeño del bienio marca una caída del 1,44 por ciento. Esto implica que, si dividiéramos la producción global de nuestro país en partes iguales sobre los casi 45 millones de argentinos, actualmente cada uno de ellos sería un 1,44 por ciento más pobre que a fines de 2015. Claro que esta distribución no es simétrica, y en los últimos años ha empeorado. Pese a no tener estadísticas continuadas desde 2015 porque el Indec decidió no empalmar series hacia atrás, recientemente se conoció que la brecha de ingresos entre la mediana del 10 por ciento de familias de menor ingreso per cápita y el 10 de familias de mayor ingreso per cápita se incrementó de 14 veces a 16 veces en los últimos 15 meses.
Producción sectorial: la construcción fue el rubro de mejor desempeño, como se comentó, traccionado por la obra pública. Sus industrias conexas son reflejo de la recuperación: minerales no metálicos cerró el año con una suba del 6,2 por ciento, mientras que las industrias metálicas básicas crecieron al 9,2. Otro desempeño laudable es el de la industria automotriz. A pesar de que 7 de cada 10 vehículos que se venden en nuestro país son importados, el buen grado de articulación con la industria brasileña facilitó una recuperación del 5,4 por ciento. Fuera de estos casos aislados, el desempeño global de la industria siguió siendo magro. El crecimiento fabril total 2017 fue del 1,8 por ciento, con lo cual está aún un 2,9 debajo de los estándares de 2015. En particular, siguiendo al Estimador Mensual Industrial del Indec, se tiene que la mitad de los bloques industriales que componen el índice se mantienen a la baja en 2017. Se destacan los casos de la industria textil (-6,7), petróleo (-5,9) y alimenticia (-1,4) que mantienen su segundo año consecutivo de retracción.
Precios: estos días volvió al candelero la problemática de precios, a partir de la “recalibración” de objetivos que formuló el gabinete económico. Siguiendo su mantra doctrinario, en 2017 el BCRA fue el único responsable del “combate a la inflación”. Por medio de su instrumento predilecto, las Lebacs, esterilizó los dólares que ingresaron por deuda externa a lo largo del año, mediante elevadas tasas de interés, que en segmentos del año remuneraron casi 29 por ciento en dólares. Un fenomenal negocio financiero para los capitales especulativos fue la contracara de una visión obcecada y poco comprensiva de las verdaderas causales de inflación en Argentina. El nuevo fracaso del paradigma ortodoxo en asociar la dispersión de precios con factores estrictamente monetarios se expresó el año pasado en los desmesurados incrementos en servicios públicos, naftas, prepagas, telefonía celular y educación privada. En definitiva, los resultados en materia de contención inflacionaria fueron poco significativos. Aun cuando la suba de precios se desaceleró respecto de la experimentada en 2016, la inflación consolidada anual se ubicó casi 8 puntos encima de la meta proyectada por el BCRA, esto es, el desvío respecto del objetivo oficial en 2017 superó el 41 por ciento.
Empleo: La evolución del mercado del trabajo a lo largo de 2017 presentó comportamientos divergentes por sector. En base a estadísticas del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), se tiene que el total de asalariados superó los 12.289.000 en octubre. Este número redundó en un aumento en el empleo de 2,1 por ciento en relación al mismo mes de 2016. Sin embargo, este resultado global es heterogéneo y poco difundido. Por caso, su principal factor explicativo son los monotributistas y monotributistas sociales, que presentan un avance del 5,8 y del 14,2 por ciento, respectivamente, representando casi 140.000 nuevas posiciones en los últimos doce meses. Como se sabe, se trata de una modalidad relacionada con la precarización o incluso la registración con fines asistenciales. En contraste, el empleo “genuino” de asalariados públicos y privados se mantiene al ritmo de suba de la tasa de crecimiento vegetativo de la población, levemente por sobre el 1 por ciento, por lo cual no se puede hablar de un crecimiento notorio en el último año. Más aún, en su interior, la dotación laboral del sector industrial se redujo en 26.600 empleos en 2017, es decir, se destruyeron 2.217 empleos por mes. Más grave es la situación del empleo fabril si se considera el acumulado de los últimos dos años. Tomando como base el mes de septiembre de 2015, la dotación general del sector mermó 68.800 puestos laborales, lo cual representa 2.867 puestos laborales por mes.
Sector externo: los números del comercio están signados por un 2017 que se proyecta como el año de déficit más grande de nuestra historia económica, con un desequilibrio superior a los 9.000 millones de dólares. Transcurrida casi la totalidad del año, según el informe del Intercambio Comercial Argentino (ICA), el resultado negativo supera los 7656 millones, frente a un superávit superior a los 2.000 millones de dólares en 2016. A contraposición de lo que propone el modelo económico vigente, la baja en las retenciones y la devaluación no se reflejó en un incremento de las exportaciones primarias. Por el contrario, éstas se contrajeron 6,2 por ciento en cantidad, en el acumulado hasta el mes de noviembre. El país tampoco pasó a ser el supermercado del mundo en 2017. Las exportaciones de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) cayeron un 2,3 por ciento acumulado en cantidades. Por el lado de la compra de productos desde el exterior, la apreciación cambiaria de buena parte del año determinó un incremento sustantivo de las importaciones, las cuales alcanzaron a 66.899 millones de dólares. En el desglose por usos económicos, las importaciones de alimentos y bebidas subieron 29,2 por ciento, las de animales y productos del reino animal crecieron 32,7 y las de vegetales un 20,7 (siendo todos bienes para el consumo final). Así, un país como Argentina, con condiciones inmejorables para la producción de alimentos, vio en el año saliente incrementada la compra de carne vacuna y porcina, lácteos, quesos, manteca, manzanas, peras, naranjas, batatas, cebollas, zanahorias, vinos, etc., con las consecuencias que esto trae para la producción rural de menor escala y las correspondientes economías regionales. Aún más dramático es el escenario externo cuando se incorpora el comercio de servicios y los flujos corrientes de rentas de la inversión, donde se contabiliza la inversión especulativa que llega a nuestra economía. En términos agregados, al tercer trimestre se registran casi 22.500 millones de dólares de déficit en la balanza corriente, lo cual representa un 80 por ciento más que en igual período de 2015. Paradójico es el hecho de que, a pesar de que el macrismo intenta por todos los medios ofrecer “reglas de juego” propicias a los capitales internacionales, la inversión extranjera directa (IED) no termina de despegar. En contraposición, si se computa el cociente entre la IED y la inversión de cartera, el ratio ha disminuido sistemáticamente bajo el actual modelo económico, pasando de una relación de 3,24 veces en 2015 a una de 2,21 en 2016 y una de 1,39 en el año recientemente terminado.
* Director de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) e integrante del colectivo EPPA.