Por muchos años me pareció que la Argentina era el reino del revés, como en la canción de María Elena Walsh”. Esta es una de las frases de cabecera del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. La repite ante empresarios en los eventos importantes. Llama la atención que se siga enfocando en la última década y no haga autocrítica de la gestión monetaria y fiscal de este año, en el cual para el discurso del Gobierno la economía marcha tal cual los planes. 

“Se cumplió lo que decíamos del segundo semestre”, aseguró esta semana el Jefe de Gabinete, Marcos Peña. La idea que transmiten los funcionarios de Macri es que la inflación se redujo, el déficit fiscal se encuentra bajo control y las medidas de integración al mundo y recomposición de relaciones con el mercado permiten al país endeudarse a tasa bajas y fomentar la llegada de inversiones. Los indicadores, sin embargo, muestran que no sólo no se mejoraron las tensiones de precios, fiscales y financieras sino que empeoró la situación.

La inflación es uno de los ejemplos más concretos para entender el relato económico del macrismo. El Central informa en cada comunicado semanal de política monetaria que avanza “el proceso de desinflación”, que las expectativas inflacionarias para el próximo año se moderaron y que la tasa de interés es el instrumento adecuado para lograr subas de precios de un dígito en 2019. Los indicadores económicos muestran una realidad muy distinta. El centro de estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires arrojó un aumento de 44,8 por ciento en noviembre respecto del mismo mes de 2015. Se trata de la inflación más alta en 25 años, al superar incluso el efecto sobre los precios de la mega devaluación del 2002.

Los funcionarios, por supuesto, no se detienen en los datos duros e insisten en instalar la idea de que hubo éxito en frenar remarcaciones gracias a la política monetaria contractiva (tasas altas y absorción de dinero con Lebac). Cuando Sturzenegger defendió hace unas semanas la aprobación de su pliego en el Congreso, dijo que “la trayectoria tan declinante de inflación es por el manejo de las tasas” y, como si fuera poco, señalo que “los menores precios son el camino más conducente para recuperar la economía”. El relato del presidente del Central es contradictorio cuando se observa que la política de tasas de interés y absorción afectó la actividad económica, con caídas del consumo y producción, y no consiguió frenar precios, con inflación que este año llegó a casi duplicarse respecto de la registrada el año pasado.

El Central no fue el único que equivocó su diagnóstico sobre cómo arreglar problemas sin afectar el resto de variables económicas. En el Ministerio de Hacienda insistieron en la idea de que había que reducir el déficit fiscal y durante gran parte del año paralizaron las obras estatales. Pero el resultado fue el opuesto al buscado. El desequilibrio de las cuentas públicas en 2016 será mayor al del 2015, debido a la caída de la recaudación, con el agravante de que ahora es un déficit que no ayuda para impulsar el mercado interno. Al igual que en el aspecto monetario, no sólo no se resolvió una tensión sino que se agregó otra.

Un tercer elemento que demuestra el contraste ente relato y realidad es el costo de la deuda y la llegada de inversiones. El Gobierno se pasó el año festejando que aplicar políticas amigables con el mercado como abrir las importaciones, levantar los controles cambiarios, desregular movimientos de entrada y salida de capitales, entre otros, iba a permitir reducir la tasa que paga Argentina por nuevo endeudamiento y potenciar la llegada de multinacionales. Pero en la práctica el país se quedó sin instrumentos defensivos para mantener empleo, producción y estabilidad cambiaria ante un evento de shock externo y, para colmo, sigue pagando una tasa de interés que llega a triplicar a la de países de la región como Chile. Sobre inversiones directamente ya no quedan argumentos para sostener el relato. Las multinacionales que operan en el mercado interno se llevaron en utilidades más dinero de la economía del que ingresaron en capitales productivos.


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