“Logré armar maridajes de alto voltaje entre poesía y música”: con estas palabras, Cecilia Rossetto define a su espectáculo RojoTango, en el cual despliega, también, sus dotes de actriz. Se trata de un show nacido en 2000 que se ha ido renovando con el tiempo. Julio Cortázar, Eladia Blázquez, Aníbal Troilo, Astor Piazzolla, Celedonio Flores, Haroldo Conti, Leda Valladares, Idea Vilariño, Tita Merello, Homero Manzi, Juan Gelman, Cátulo Castillo, Alberto Szpunberg, Enrique Santos Discépolo y Oscar Balducci son algunos de los creadores que se funden en esta propuesta íntima. Se ha presentado en escenarios porteños y del mundo, y en los próximos días tendrá funciones en la sala Caras y Caretas 2037 (el viernes 9, el 17 y el 24, en Sarmiento 2037, a las 22).
Muy elogiado por el público y la crítica, premiado en Barcelona, RojoTango surgió a partir de una sociedad conformada por la artista junto al compositor y bandoneonista Daniel Binelli y su quinteto. Se presentó en Uruguay, Colombia, Brasil, Cuba y España. Luego –relata Rossetto–, Balducci (el notable fotógrafo, quien fuera su marido) y Pablo Ziegler escribieron el tango del mismo nombre para incorporarlo al espectáculo, que año tras año se fue renovando. En esta ocasión, acompañan a la cantante Walther Castro (bandoneón), Mono Hurtado (contrabajo), César Angeleri y Diego Sandullo (guitarra). Angeleri también está a cargo de la dirección musical. Y la producción ejecutiva es de Pablo Enríquez.
Se sabe que Rossetto dedica gran parte de su atención a los acontecimientos sociales y políticos del país. Una anécdota que contó a un medio grafica el carácter del acercamiento con su público en estos tiempos: cuando RojoTango se presentaba el año pasado en el Tasso, Nora Cortiñas lo vio y dijo “ay, qué bien, la Ceci me dejó energía y máquina para una semana”. “¡Norita dice que va a venir a ver el concierto una vez al mes para cargar pilas!”, dice Rossetto, en un intercambio de mails con PáginaI12, a días de las funciones.
–¿Qué representa en su carrera RojoTango?
–Autonomía, fundamentalmente. Es de agradecer tener un espectáculo que nos permite viajar y que es una fuente de trabajo para todo el equipo, técnicos y músicos de excelencia. Y nos da libertad. Y ella siempre es bienvenida en un país en crisis. Ahora nos preparamos para debutar en nuevo teatro, hermoso y con todos los adelantos de iluminación y sonido.
–¿Qué desafíos le plantea como artista, al día de hoy?
–En principio, el costo económico que conlleva cualquier tipo de independencia. Y luego, la imprescindible reflexión que se hace necesaria en todo momento político y social. Me refiero al delicado equilibrio en el que hay que moverse para que el público encuentre un espacio crítico a la actual situación y, al mismo tiempo, un lugar de reparación para lo que lo aqueja; un lugar vital y hasta, me atrevería a decir, casi de alegría. Tengo muy claros esos objetivos sólo que, a veces, requiere más esfuerzo, pues una está sumergida, como casi todos, en la alienación informativa de la actualidad política y económica del minuto a minuto, y se hace necesario abismarse para crear cien minutos de disfrute para el público que va al teatro.
–¿Cómo seleccionó el repertorio?
–Teniendo en cuenta lo que nos toca vivir. Busco poetas y letristas comprometidos con su pueblo como Discépolo, Homero Manzi, Juan Gelman, Leda Valladares o Eladia Blázquez, artistas sensibles a las necesidades y sentires de su gente. Logré armar maridajes de alto voltaje entre poesía y música.
–Una de las características del espectáculo es la fusión del teatro y la música; uno de sus sellos, claro. ¿Qué puede aportar el teatro a la interpretación musical?
–Justamente eso: la interpretación justa para cada tema. Emoción y sentimiento. La actriz y la cantante encuentran un mismo espacio donde abrevan ambas profesiones. Así ha sucedido históricamente con mujeres como Tita Merello, Aída Luz, Susana Rinaldi o Marilina Ross. O con creadores como Hugo del Carril o Leonardo Favio.
–Teniendo en cuenta que es un concierto que se repite, ¿cómo se hace para que cada noche sea fresco y nuevo?
–Es técnica aprendida en mil horas de estudio y práctica. Participé a principio de los 70 en Las Troyanas, de Eurípides, durante dos temporadas y aseguro que, en cada función, escuchábamos llorar a María Rosa Gallo y se nos detenía el corazón... ¡en cada función! Técnica, talento y extrema concentración.
–En un contexto político como el actual, ¿cambian la manera de entender el arte y el lugar para la creatividad?
–Cambia muchísimo. Con las circunstancias del día a día, cambian el humor y el espíritu de las personas. Es preciso contar con la intuición, la experiencia y hasta con una conducta de vida personal, si no querés llamarle ideología. Me tocó actuar en momentos difíciles y en diferentes países, actué en un teatro de Bogotá cuando asesinaron a Luis Carlos Galán y en otro cuando la bomba de Atocha en Madrid. Cambian las maneras de entender el arte según la geografía, según el humor social, según los gobiernos y, como se dice ahora, según el “perfume de época”.