The Post: Los oscuros secretos del Pentágono

The Post

EE.UU./Inglaterra, 2017

Dirección: Steven Spielberg.

Guión: Liz Hannah, Josh Singer.

Fotografía: Janusz Kaminski.

Música: John Williams.

Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn.

Reparto: Meryl Streep, Tom Hanks, Bob Odenkirk, Sarah Paulson, Tracy Letts, Alison Brie.

Duración: 116 minutos.

Distribuidora: UIP.

10 (diez) puntos.

 

La primera escena que comparten Meryl Streep y Tom Hanks tiene ‑como todo el film‑ un aire clásico irresistible. Como si se tratara de Katharine Hepburn y Spencer Tracy, los dos tienen un mismo aura magnética. Por un lado, porque se trata de intérpretes extraordinarios; pero por el otro, porque quien dirige es Steven Spielberg. Y acá, en este punto, la cosa ya no es tan habitual, porque films que tengan, de por sí, esa aureola, no hay. Son pocos. Y Spielberg ‑al menos para el criterio de este cronista‑ ha vuelto a lo mejor de su cine desde Puente de espías, otro clásico reciente.

De este modo, The Post ingresa en el drama y en la misma historia del cine, de la que se sabe consciente. Porque se inscribe en un género ya visitado, en donde el periodismo es foco de atención y ámbito del que emergen sus personajes heroicos ‑desde Todos los hombres del Presidente a Network, poder que mata‑, pero también porque establece un nexo de cohesión ética. Es decir, cuando los valientes personajes de la historia se atrevan a fotocopiar los confidenciales papeles del Pentágono, lo harán en un reducto rodeado de afiches de películas, entre Butch Cassidy & The Sundance Kid y The Blob. El cine es un lugar donde contar historias de resistencia, al que vale volver para recordar lo sucedido ‑en este caso, un episodio de un pasado nada remoto‑, en sintonía con una urgencia crítica que se revela bien presente, dado el eco que el film traza de modo inevitable con los casos de Julian Assange y Edward Snowden.

 

Spielberg estructura una historia que guarda matices continuos y permiten dar cuenta de un nivel artesanal asombroso.

 

The Post es el retrato de la tarea legendaria llevada adelante por los diarios The New York Times y The Washington Post en la publicación de material secreto del gobierno norteamericano, en el afán de desenmascarar los contubernios de las distintas administraciones ‑con el presente puesto en Nixon, pero sin obviar la misma responsabilidad en nombres previos, como Kennedy o Johnson‑ para el sostén de la guerra de Vietnam. Streep y Hanks interpretan a la propietaria y editor del Washington Post, medio que tomaría la bandera a partir de la recaída del New York Times, ante la embestida del propio gobierno contra la publicación de estos contenidos.

A partir de elementos tales como la búsqueda de la primicia, el casamiento de la hija de Nixon, la dirección de un diario en la figura inesperada de una mujer ‑Kay Graham se hace con este rol en el Post, a partir del suicidio de su marido‑, la carrera contra el tiempo a la que obliga el cierre de edición, los vericuetos legales y los problemas en puertas, las amistades entre el poder y la prensa; Spielberg estructura una historia que guarda matices continuos y permiten dar cuenta de un nivel artesanal asombroso. Por ejemplo, al momento de llegar Ben Bradlee (Hanks) a la casa de Kay, el plano secuencia permite observar que en el jardín hay una celebración numerosa: paredes adentro ‑mientras toda esa gente está realmente de manera contigua‑ Kay y Ben discuten el futuro del diario, en secreto. Otro caso: cuando la primicia del Times se conoce, con la develación primera de los papeles del gobierno, Spielberg pasea la cámara por dentro de la redacción, en silencio, del Post: todos sumidos en los pliegos tamaño sábana, leyendo, algo hoy inimaginable, que sería reemplazado por la inmediatez de pantallitas con texto veloz. Y otro más: el movimiento de personajes que culmina en la caja de zapatos que una hippie deposita sobre la máquina de escribir del periodista, hasta llegar con él al despacho de Bradlee, es toda una lección de narrativa, con este periodista esmerado por reproducir los rasgos de quien le ofreciera esta cajita de Pandora, mientras los demás ya están hablando de otras cosas (esa superposición de diálogos es otra marca del cine de la época, que Spielberg pareciera retomar de las películas de Robert Altman).

 

A la manera del gran cine norteamericano, Spielberg narra una historia entretenida, con suspense, y personajes encendidos.

 

Este tipo de situaciones son habituales en un director de maestría narradora. Lo que afortunadamente ha vuelto a percibirse en sus films es la mirada crítica y el abandono del lugar políticamente correcto. A la manera del gran cine norteamericano, Spielberg narra en The Post una historia entretenida, con suspense, personajes encendidos y casi caricaturizados: Hanks, en este sentido, es el que más cerca está de ello, y por eso, es genial. El rol de la Streep viene de la mano del reconocimiento del lugar social preponderante de la mujer, y lo hace de forma gradual, nada ostensible, para llegar a una escena perfecta, en donde Spielberg la muestra mientras baja por las escalinatas de la corte: al lado de ella, los hombres habituales dan sus respuestas ante la prensa, ella desciende sin que nadie le coloque un micrófono, pero las miradas del público femenino le siguen, están con ella, así como la cámara del director. Es ella, justamente, la protagonista decisiva de esta historia.

Historia que tiene una máxima que el film exhibe, y con razón suficiente: el periodismo debe estar al servicio de los gobernados, no del gobierno. ¿Y el cine? También.